Recesi¨®n nuclear
Fukushima subir¨¢ los costes de las nucleares y Jap¨®n se endeudar¨¢ m¨¢s en su reconstrucci¨®n
La econom¨ªa mundial sufrir¨¢ durante muchos meses las consecuencias de la cat¨¢strofe que asola Jap¨®n despu¨¦s del maremoto y que amenaza por convertirse en una grav¨ªsima crisis nuclear si, como asegur¨® ayer la OIEA, est¨¢n confirmadas las grietas en las vasijas de contenci¨®n de dos de los reactores de la planta de Fukushima. El primer efecto da?ino es la hip¨®tesis de que Jap¨®n se sumerja en otro largo periodo de recesi¨®n, con una deuda que supera el 200% del PIB y que deber¨¢ crecer todav¨ªa m¨¢s para financiar la reconstrucci¨®n nacional. La contrapartida l¨®gica, poco consoladora, es que la reparaci¨®n de las infraestructuras deber¨ªa generar a medio plazo una fase expansiva en la econom¨ªa japonesa. A corto plazo, se prev¨¦ una subida mundial de las materias primas, producida por la mayor demanda de Jap¨®n.
Pero el impacto principal de Fukushima lo sufrir¨¢, como es l¨®gico, la energ¨ªa nuclear. La amenaza radiactiva est¨¢ produciendo ya un vuelco en la opini¨®n p¨²blica, particularmente en la europea. Si en los ¨²ltimos a?os los ciudadanos ven¨ªan mostrando m¨¢s confianza en que los riesgos de las nucleares pod¨ªan controlarse y que constitu¨ªan un remedio aceptable para reducir los niveles de CO2 en la atm¨®sfera, la angustiosa incertidumbre que se vive en Jap¨®n vuelve a exacerbar los temores de los votantes. Hasta el punto de que Alemania ha decretado la suspensi¨®n temporal de la pr¨®rroga de la vida ¨²til de sus nucleares, China ha parado (probablemente de forma moment¨¢nea) su plan nuclear y Reino Unido tendr¨¢ que reconsiderar sus ayudas p¨²blicas a las nuevas plantas at¨®micas. A efectos pr¨¢cticos, la crisis nuclear japonesa significa el final de Garo?a, con un Gobierno del PSOE o con uno del PP.
Todos los Gobiernos, incluido el espa?ol, han respondido al desastre de Fukushima anunciando una revisi¨®n de los par¨¢metros de seguridad de las nucleares. La decisi¨®n es acertada. Pero la probabilidad de que un accidente natural o una cadena de ellos acabe por da?ar a una nuclear (lo que los actuarios llaman el riesgo Katrina, un episodio ins¨®lito, pero muy destructivo) siempre existir¨¢. Reforzar la protecci¨®n, una decisi¨®n laudable, equivale, en primera instancia, a encarecer los costes de seguridad de las plantas para hip¨®tesis de terremotos, inundaciones e incendios.
La l¨®gica empuja en esta direcci¨®n: si los pa¨ªses sin tecnolog¨ªa propia necesitan en el futuro contar con la energ¨ªa nuclear, ser¨¢ el sector p¨²blico quien tenga que construir las plantas. Y si quieren tomar la decisi¨®n en los pr¨®ximos dos a?os, se enfrentar¨¢n a un intenso rechazo popular. Pero no debe darse por sentado que Fukushima significa el fin de las nucleares. El peso en la comunidad internacional de los pa¨ªses con industria nuclear (EE UU, Francia, Rusia, Reino Unido, el propio Jap¨®n) permite suponer que las instituciones directoras, como el G-20, se mostrar¨¢n estrictas en aumentar la seguridad, pero no desaconsejar¨¢n el uso de este tipo de energ¨ªa.
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