Luz en el Guadiana

Jos¨¦ Mar¨ªa L¨®pez Sanfeliu siempre fue un artista guadianesco, de presencias rutilantes y ostracismos prolongados. Ahora le toca refulgir nuevamente al bueno de Kiko Veneno, y conviene que conste. Porque el luminoso Dice la gente resiste las comparaciones con sus mejores p¨¢ginas, aunque haya llegado cuando al sevillano de Girona ya casi nadie le esperaba.

De Volando voy como himno nacional a las producciones cacof¨®nicas de los ochenta. Del subid¨®n con ?chate un cantecito (1992) al decaimiento inexorable. Kiko ha conocido todos los estados y ahora, en la dulce madurez de sus casi 59 a?os, los asume y revisita.

Anoche en la Joy Eslava, ante un p¨²blico festivo y partidario, repas¨® el ¨²ltimo disco (que alguien promueva un monumento para ese tema central, por favor), se remont¨® hasta los tiempos de Mi abanico de cristal, rindi¨® tributo a Paco Ib¨¢?ez y Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo (Palabras para Julia), hizo escala en Dylan y Cohen, embarc¨® a los amigos (Muchachito y Tomasito en El mosquito suicida, Martirio para En un Mercedes blanco) y hasta se dign¨® a rescatar a Joselito, cosa que no siempre sucede.

Pero los puntos fuertes de Kiko radican en la ternura (Coge la guitarra), el surrealismo de su verbo sure?o y, claro, esa fina picard¨ªa bandarra. Un rasgo contagioso: alguno en el anfiteatro aplic¨® en su literalidad las lis¨¦rgicas ense?anzas de La rama de Barcelona.