La locura de vivir
Una va a cumplir 79 a?os y la otra ya lleg¨® a los 95. Son amigas desde hace m¨¢s de medio siglo, pero solo ahora -delante de dos tazas de t¨¦ y de un pastel de chocolate- se atreven a volver juntas a la infancia. Lo hacen en ingl¨¦s y en franc¨¦s, sus idiomas de una ¨¦poca no solo lejana en el tiempo, sino tambi¨¦n en la distancia. Aunque ambas son ya antiguas vecinas de la ciudad de M¨¦xico, la periodista y escritora Elena Poniatowska naci¨® en Par¨ªs en 1932, hija de un descendiente directo del ¨²ltimo rey de Polonia, y la pintora surrealista Leonora Carrington lleg¨® al mundo en 1917 en el condado ingl¨¦s de Lancashire y desde muy joven comparti¨® mesa en el parisiense caf¨¦ Les Deux Magots con Max Ernst, Joan Mir¨®, Andr¨¦ Breton, Pablo Picasso, Salvador Dal¨ª... Poniatowska supo siempre que la vida de su amiga ameritaba una novela, pero no le result¨® nada f¨¢cil sonsacar a Leonora Carrington, implicarla en el proyecto. "A Leonora no le interesa nada de lo que se escriba sobre ella. Incluso no creo que vaya a leer el libro. Cuando nos sent¨¢bamos a hablar, me dec¨ªa: '?En qu¨¦ est¨¢s trabajando?'. Y yo le respond¨ªa: en ti. Ella entonces pon¨ªa una linda sonrisa y me replicaba: '?En tea? Ah, muy bien, vamos a tomar el tea'. Finalmente, Poniatowska lo consigui¨®. Escribi¨® una novela que titul¨® Leonora y que el jurado del premio Biblioteca Breve 2011 consider¨® que se merec¨ªa ganar porque, "en un escenario cosmopolita y con recursos verbales magistrales, Elena Poniatowska construye una figura femenina turbadora en la que se encarnan los sue?os y las pesadillas del siglo XX".
Sentada en su linda casa de M¨¦xico, reci¨¦n llegada de Barcelona y a punto de salir hacia Par¨ªs, Elena Poniatowska espera la primera pregunta con la misma sonrisa e id¨¦ntica curiosidad de aquellos tiempos lejanos en los que, para parecer m¨¢s mexicana, ocultaba que hab¨ªa sido criada como una princesa, en ingl¨¦s y en franc¨¦s, con clases de piano y de equitaci¨®n. Hasta intent¨® firmar sus cr¨®nicas period¨ªsticas con el apellido de su madre, Amor, y no con el de la dinast¨ªa Poniatowska, que le hac¨ªa parecer a los ojos de sus compa?eros mexicanos "una esp¨ªa rusa".
PREGUNTA. ?Cu¨¢ndo se conocieron?
RESPUESTA. Hace ya m¨¢s de cincuenta a?os. Yo creo que le cay¨® bien la jovencita que era yo entonces. Ahora no hay tanta diferencia de edad porque yo voy a cumplir 79 y ella tiene 95. Pero cuando eres joven s¨ª se nota si tienes tres a?os m¨¢s... Yo le hice gracia porque preguntaba todo, cualquier cantidad de estupideces. Yo preguntaba por puritita ignorancia, por no saber ni en d¨®nde estaba ni qu¨¦ terrenos pisaba. Yo le preguntaba a Diego Rivera si sus dientes eran de leche. Y me dec¨ªa que s¨ª, para comerse a las polaquitas preguntonas... Yo preguntaba esas cosas porque no sab¨ªa nada. Tampoco s¨¦ nada ahora. Y sigo preguntando cualquier cosa, pero ya sin naturalidad... Recuerdo que Leonora era una mujer bell¨ªsima, bellis¨ªsima, que fumaba todo el tiempo. Todas las chimeneas de Inglaterra se las ha fumado Leonora.
P. ?La falta de inter¨¦s de Leonora sobre lo que se cuenta de ella es real o es una pose?
R. Es totalmente aut¨¦ntica. De hecho, no creo que vaya a leer el libro. No le interesa. He escrito muchos art¨ªculos sobre ella y nunca me ha comentado nada. Ni recorta nada ni se entera. Supongo que sus hijos lo har¨¢n. Pero ella no es as¨ª. No tiene nada de figura p¨²blica. Ella, cuando le hacen un homenaje, la matan. La matan porque la suben a un estrado, le hablan de Max Ernst [el pintor surrealista alem¨¢n con el que tuvo una relaci¨®n sentimental], un tema del que ella est¨¢ superaburrida, y adem¨¢s no puede fumar. Pasa muy malos ratos. Leonora es una mujer muy solitaria, no le interesan las pl¨¢ticas banales. Le aburren tanto que le dan ganas de pegarse un tiro.
P. ?Por qu¨¦ se decidi¨® a escribir sobre Leonora Carrington?
R. Me di cuenta de que en M¨¦xico no hay mucho sobre ella. Que todos los libros escritos sobre ella y los estudios sobre su pintura est¨¢n hechos en Estados Unidos. Entonces dije: qu¨¦ raro, aqu¨ª hay muy poco, por qu¨¦... Pero no es una biograf¨ªa, no es su historia. Alguien tendr¨¢ que hacerlas despu¨¦s, pero s¨ª es un homenaje, un acercamiento a ella que no hab¨ªa habido. En primer lugar, porque ella y Remedios Varo
[su gran amiga, la pintora surrealista hispanomexicana fallecida en 1963] eran muy privadas, no quer¨ªan que se hablara de ellas. No entend¨ªan ni les gustaba el muralismo mexicano, no quer¨ªan a Diego Rivera, ni a Orozco, ni a Siqueiros, ni a la Revoluci¨®n en los muros... Estaban muy lejos de todo eso. Es la raz¨®n por la cual creo que era importante ver su mundo.
P. Usted se meti¨® en ese mundo, ?qu¨¦ descubri¨®?
R. Lo que descubr¨ª me conmovi¨® much¨ªsimo. Leonora fue una espl¨¦ndida combatiente anti-Hitler. Y una defensora de los jud¨ªos. Es un aspecto que no se hab¨ªa tratado. Su rechazo a Hitler es de lo m¨¢s conmovedor y no se hab¨ªa tocado nunca. Y otra cosa que no se toc¨® jam¨¢s es su matrimonio con el escritor mexicano Renato Leduc. Siempre se hab¨ªa dicho que fue un matrimonio de conveniencia, pero ella s¨ª quiso a Renato, fue pareja de Renato, fueron amantes. De hecho, ella dej¨® a Max Ernst, que era su maestro, que era lo m¨¢s importante que pod¨ªa imaginarse, y dej¨® Nueva York, que en esa ¨¦poca era la meca de la cultura, por venirse a M¨¦xico con Renato, un M¨¦xico del cual no sab¨ªa nada. Max le dijo: "All¨ª no hay galer¨ªas, no hay nada, los muralistas, los tres grandes, son infumables...". Y ella, de todos modos, se vino. Tal vez tambi¨¦n lo hizo porque no quer¨ªa formar parte de la corte de Peggy Guggenheim y quiz¨¢s tambi¨¦n porque quer¨ªa escapar de la tutela de Max...
P. Cuando, despu¨¦s de vivir 20 a?os en Francia, detienen a Max Ernst, su gran pasi¨®n, y se lo llevan a un campo de concentraci¨®n, Leonora se convierte en una feroz luchadora contra Hitler... ?Por qu¨¦ dice que esa oposici¨®n al nazismo es conmovedora?
R. Porque Leonora lo acompa?¨®, ah¨ª estuvo a su lado. Alquil¨® un cuarto cerca del campo de concentraci¨®n para poder verlo todas las tardes. Y f¨ªjese, a pesar de su reticencia a hablar sobre su vida, de lo que s¨ª me habl¨® y lo hizo con vehemencia -aunque no ahora, sino hace 8 o 10 a?os- fue de cuando estuvo en un manicomio en Santander, en Espa?a. Fue a ra¨ªz de que se llevaran a Max al campo de concentraci¨®n. Ella perdi¨® la cabeza y, cuando m¨¢s tarde lleg¨® a Santander, la encerraron. All¨ª le inyectaron algo que ya est¨¢ prohibido y que se llama cardiasol, que provoca unos espasmos espantosos que llegan a provocar la rotura de la columna vertebral. Una cosa aterradora...
P. ?Y de eso s¨ª quiso hablar?
R. S¨ª, de eso s¨ª me habl¨®, buscando mi solidaridad, diciendo mira lo que me hicieron. De eso habl¨® con mucha vehemencia, de eso habl¨® como dos horas...
P. Como de una herida...
R. Como de una herida, de un maltrato, de una humillaci¨®n. En aquella ¨¦poca, ella quer¨ªa ir todo el tiempo a entrevistar a Franco, para decirle que cesara la guerra. Su defensa de los jud¨ªos es de lo m¨¢s conmovedor... Y, sin embargo, es una mujer que no se deja llevar por el sentimentalismo. Leonora dice que el sentimentalismo es una forma de cansancio...
P. C¨®mo hizo entonces para que Leonora, tan reservada, se decidiera a contarle tantas cosas... ?Contribuy¨® tal vez que las dos tienen trayectorias parecidas, dos mujeres de alta cuna que desafiaron las convenciones...?
R. S¨ª, el desaf¨ªo a las convenciones, pero yo creo que ella fue m¨¢s desafiante que yo en ese sentido. Pero es verdad que yo la entrevistaba aprovechando que las dos tuvimos una infancia parecida. Yo le dec¨ªa: "Yo montaba a caballo". Y ella me respond¨ªa: "Lo que m¨¢s me gustaba era montar a caballo". Y luego le dec¨ªa: "Yo tuve un profesor de piano". Y ella me contestaba: "El m¨ªo se llamaba Mr. Richardson, me aburr¨ªa como una ostra en sus clases...". Y as¨ª iba venciendo su poca predisposici¨®n a hablar. Leonora recuerda toda su ni?ez de maravilla. Dicen que la vida es un c¨ªrculo, que cuando te acercas al final te acuerdas del principio...
P. Y as¨ª fue tirando del hilo...
R. Yo le platico cosas y ella me dice me too, yo tambi¨¦n, a ella le fascina el pastel de chocolate, y hablamos de su infancia y as¨ª fue, de poco a poquito.
P. ?Cu¨¢nto hay de ficci¨®n en el libro y cu¨¢nto de realidad?
R. Ah, s¨ª, yo meto mucha ficci¨®n. En la novela hay much¨ªsimo di¨¢logo y los di¨¢logos, pues, nunca sucedieron... Yo escribo como Dios me da a entender, hago como puedo, en el aire las compongo... En el libro inclu¨ª muchas de las cosas que ella me cont¨® a lo largo de los a?os, pero tambi¨¦n mucho de lo que ella escribi¨®. Ella es una gran escritora. Ha escrito como nueve libros buen¨ªsimos, obras de teatro y cuentos, y todos los cuentos se relacionan con ella. As¨ª que es muy f¨¢cil tomar fragmentos enteros de los cuentos y meterlos en la novela. Es lo que yo hice, y lo hice con un entusiasmo total.
P. Aunque no cree que lo vaya a hacer, ?a usted le gustar¨ªa que Leonora lo leyera?
R. Claro, me gustar¨ªa. Tal vez puedo decirle que le voy a leer un cap¨ªtulo, a ver qu¨¦ le parece...
P. ?Y le preocupa que no le guste?
R. No creo que no le gustara. Tal vez me podr¨ªa decir: "?Ay qu¨¦ exagerada eres!" o "?qu¨¦ hongos tomaste?" o "?de cu¨¢l te fumaste...?". Pero la novela est¨¢ escrita con much¨ªsimo respeto, no creo que ella pueda sentir que hay una traici¨®n.
P. ?Fue Leonora una mujer libre?
R. Yo creo que s¨ª.
P. ?A costa de qu¨¦?
R. A costa de su soledad. Es una mujer muy sola. Aprendi¨® a estar sola.
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