La guerra de Obama
El conflicto da la oportunidad al presidente de poner en pr¨¢ctica su doctrina sobre el uso de la fuerza en el exterior
Esta s¨ª es la guerra de Barack Obama. Esta no es una guerra heredada, como las de Irak o Afganist¨¢n, donde la estrategia del presidente estadounidense ha consistido en salir cuanto antes y de la manera m¨¢s airosa posible. Esta es una guerra a la que Obama entra voluntariamente y como gran oportunidad de exhibir su doctrina sobre el uso de la fuerza y la intervenci¨®n de Estados Unidos en el exterior.
Como cada uno de sus antecesores desde hace d¨¦cadas, Obama no se ha visto liberado de cumplir con su papel de comandante en jefe de las fuerzas armadas de su pa¨ªs. Lo hace en auxilio de un pueblo que reclama libertad y que est¨¢ siendo aplastado por un dictador sin escr¨²pulos.
Apenas hay intereses norteamericanos en Libia. Estados Unidos no importa petr¨®leo de ese pa¨ªs ni est¨¢ comprometido con Muamar el Gadafi, como s¨ª est¨¢n los pa¨ªses europeos, en el control de la emigraci¨®n africana. Tampoco era Gadafi en estos tiempos un promotor de actividades terroristas contra Estados Unidos. No hay, pues, intereses vitales que proteger.
Eso puede hacer esa guerra impopular entre los ciudadanos norteamericanos y objeto de cr¨ªticas entre algunos sectores de la clase pol¨ªtica que consideran que Estados Unidos tiene ya demasiadas obligaciones en el mundo como para embarcarse en un nuevo conflicto militar de incierto resultado.
Obama ha puesto la limitaci¨®n de que no utilizar¨¢ tropas terrestres, pero ni siquiera el presidente est¨¢ en estos momentos en condiciones de garantizar que ese recurso no ser¨¢ finalmente necesario si los bombardeos se prolongan y el dictador Gadafi se mantiene en su puesto.
Los riesgos se ven justificados, sin embargo, por las razones que llevan a Obama a tomar esta dif¨ªcil decisi¨®n. Se trata, como dijo al anunciar el comienzo de las hostilidades, de salvar a un pueblo oprimido, de hacer justicia frente a un tirano y de hacer valer la palabra de la comunidad internacional. Es lo que se llama una guerra justa.
Pero, ?por cu¨¢nto tiempo?, ?qu¨¦ suceder¨¢ si los bombardeos causan v¨ªctimas civiles y la voluntad demostrada hasta ahora por los pa¨ªses que integran la coalici¨®n comienza a resquebrajarse? Obama no ha querido, desde el principio de la crisis libia, asumir el principal protagonismo, pero lo tendr¨¢ sin duda una vez que los ataques han empezado y aumenten su intensidad.
Estados Unidos no puede desprenderse de su papel de l¨ªder mundial. Incluso contra su voluntad, las circunstancias han obligado a Barack Obama a ordenar una guerra. Es su hora. Su momento m¨¢s dif¨ªcil como presidente. Su oportunidad, como tantas veces ha dicho, de estar en el lado correcto de la historia.
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