El viaje de Obama y Am¨¦rica Latina
La primera gira de Barack Obama por Am¨¦rica Latina (no a Am¨¦rica Latina: ya ha ido a M¨¦xico y a una cumbre en Trinidad y Tobago) se produce en circunstancias especiales tanto de los pa¨ªses que visitar¨¢ como de la regi¨®n en su conjunto. Mejor dicho, de las regiones que recorrer¨¢, ya que justamente esta puede ser la ¨²ltima visita de un mandatario estadounidense a Am¨¦rica Latina: de ahora en adelante ser¨¢ cada vez m¨¢s dif¨ªcil hablar de una unidad latinoamericana, y habr¨¢ que pensar en dos partes desiguales y muy diferentes.
Las naciones visitadas por Obama reflejan la escisi¨®n regional: M¨¦xico y El Salvador, por un lado; Chile y Brasil, por el otro. Los temas de la agenda, el desempe?o econ¨®mico, la importancia del v¨ªnculo con Washington, la inserci¨®n peculiar en la econom¨ªa mundial, son todos ellos factores que separan a ambas partes del hemisferio: Am¨¦rica del Sur, por una parte, M¨¦xico y la cuenca del Caribe, por la otra. Son dos mundos.
Cada vez ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil hablar de una unidad latinoamericana. Hay dos partes desiguales
Am¨¦rica del Sur, por una parte, M¨¦xico y Caribe, por otra. Son dos mundos
Chile y Brasil son parte de la historia de ¨¦xito de Am¨¦rica del Sur, que estrena en estos d¨ªas nueva presidenta de Unasur, una organizaci¨®n creada con el prop¨®sito de excluir a M¨¦xico, Estados Unidos y Canad¨¢, a diferencia de la OEA. Ambos pa¨ªses se han beneficiado enormemente del boom mundial de productos primarios o commodities de los ¨²ltimos a?os, incluso salv¨¢ndose de un descalabro mayor en 2009. Exportan materias primas y alimentos, en t¨¦rminos relativos pocas manufacturas, a destinos altamente diversificados, a precios estratosf¨¦ricos gracias a la insaciable demanda china e india de insumos industriales y alimenticios para su inmensa poblaci¨®n en plena desincorporaci¨®n de la pobreza. A ellos se unen pa¨ªses como Per¨² -exportador de hierro y cobre-, Argentina -de soja y m¨¢s soja-, Uruguay -soja tambi¨¦n- y Colombia: caf¨¦, carb¨®n, petr¨®leo. Volvemos a la ¨¦poca de oro del mercantilismo latinoamericano de principios del siglo XX, con una gran diferencia: ahora estos pa¨ªses son democr¨¢ticos y, por tanto, los frutos de la divisi¨®n internacional del trabajo se reparten internamente de manera mucho m¨¢s equitativa; son mayoritariamente de clase media, unos -Chile, Brasil, Uruguay- m¨¢s que otros -Per¨², Colombia-; poseen un empresariado local, adem¨¢s de las empresas globales que all¨ª operan, que les brinda una base s¨®lida para extender los beneficios a m¨¢s conciudadanos; y muchos tienen hoy o han tenido gobiernos de centro-izquierda que se empe?an en una pol¨ªtica social responsable.
Para estos pa¨ªses, su relaci¨®n con Estados Unidos es cercana, mas no decisiva. Cristina Fern¨¢ndez se pelea con los norteamericanos cada vez que puede; Chile y Colombia tratan de mantener un nexo estrecho, el primero presumiendo de su tratado de libre comercio, el segundo lamentando su casi perpetua posposici¨®n; Brasil se acerca de nuevo a Washington, pero mantiene su persistente esquizofrenia diplom¨¢tica, menor con Roussef que con Lula, pero igual de innegable, como lo confirma su abstenci¨®n en el voto del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la zona de exclusi¨®n a¨¦rea en Libia. Pero en su agenda con Obama no figuran, m¨¢s que de manera perif¨¦rica, la migraci¨®n, el turismo, el narcotr¨¢fico, las fronteras, la integraci¨®n econ¨®mica o la seguridad. Es el abismo que divide a esta regi¨®n de la otra.
Para los pa¨ªses de la otra Am¨¦rica -M¨¦xico, Centroam¨¦rica, las islas caribe?as, sobre todo Rep¨²blica Dominicana, pero Hait¨ª tambi¨¦n a su modo y Cuba en la distancia- no hay tal boom de productos primarios, ni tal diversificaci¨®n de mercados o tal ausencia de temas conflictivos en la agenda con Washington. Al contrario: todo es al rev¨¦s. Con excepciones menores -az¨²car, banano, caf¨¦- en los pa¨ªses peque?os, y de petr¨®leo y algunos minerales en M¨¦xico, se trata de econom¨ªas m¨¢s exportadoras de manufacturas (sofisticadas, como autom¨®viles en M¨¦xico, o de maquila, como en la Rep¨²blica Dominicana o El Salvador) que de productos primarios; dependen mucho m¨¢s del turismo que del precio del cobre; reciben ingresos muy superiores en concepto de remesas (Cuba, El Salvador, Honduras) que por compras chinas de soja. Por ende, sus tasas de crecimiento econ¨®mico desde 2003 han sido menores, incluso mediocres; el impacto de la crisis del 2009 fue mayor, y la recuperaci¨®n del 2010 m¨¢s tenue. Y esto a su vez ha contribuido en parte a una paradoja que es tambi¨¦n un elemento de deslinde entre ambas regiones: para estos pa¨ªses, una de sus principales fuentes de divisas y de problemas es el narcotr¨¢fico, ya sea como productores (M¨¦xico) o pa¨ªses de tr¨¢nsito (Panam¨¢, Honduras, Guatemala, Rep¨²blica Dominicana). Y la gran, sino es que inmensa proporci¨®n de su intercambio con el mundo, desde snowbirds jubilados hasta migrantes indocumentados, es con Estados Unidos; China apenas existe: algunos conservan todav¨ªa relaciones diplom¨¢ticas con Taiw¨¢n.
En realidad, la concentraci¨®n con EE UU es integradora: para muchos fines pr¨¢cticos, estos pa¨ªses forman parte -al igual que Canad¨¢- del espacio econ¨®mico de Am¨¦rica del Norte, para bien o para mal. Cuando la econom¨ªa norteamericana va bien, la de estas naciones tambi¨¦n; cuando cojea o se desploma, ellas tambi¨¦n. Pero el impacto del auge o del receso no es ¨²nicamente econ¨®mico: v¨ªa la migraci¨®n (El Salvador y M¨¦xico son, junto con Ecuador, los tres pa¨ªses con la mayor proporci¨®n de sus habitantes residiendo fuera de su territorio del mundo) y el turismo (el principal empleador en varios de ellos) la integraci¨®n econ¨®mica se vuelve social, cultural y diplom¨¢tica.
Es por ello por lo que su agenda internacional es casi siempre solo bilateral: con Washington. De las negociaciones con los norteamericanos, y solo con ellos, depende la cooperaci¨®n contra el narcotr¨¢fico o la b¨²squeda de estrategias alternativas, la legalizaci¨®n de los flujos y acervos migratorios, los obst¨¢culos al comercio, la seguridad para los turistas extranjeros y la apertura (o cierre) de las fronteras. M¨¢s a¨²n, en el caso de los pa¨ªses peque?os, por su exig¨¹idad de recursos, o de M¨¦xico, por la magnitud de sus retos, una parte del financiamiento de la soluci¨®n a muchos de los problemas de educaci¨®n o infraestructura, por ejemplo, tendr¨¢ que provenir de allende el R¨ªo Bravo. Y por ende, el margen de maniobra o discrepancia de estos pa¨ªses con Washington es l¨®gica e inevitablemente menor que para los de Sudam¨¦rica.
Ahora bien, resultar¨ªa absurdo hipostasiar esta gran divisi¨®n, volvi¨¦ndola permanente y absoluta. Algunos pa¨ªses, como Colombia, pueden encontrarse a caballo entre ambas regiones; otros podr¨¢n pasar de una a otra seg¨²n la evoluci¨®n de un sinn¨²mero de factores; y varios pa¨ªses de una zona revisten caracter¨ªsticas de la otra: Ecuador es un pa¨ªs de enorme emigraci¨®n al mundo, y Nicaragua exporta ¨²nicamente productos primarios. Sobre todo, ser¨ªa aberrante equiparar la suerte actual de cada una de ellas con un sello valorativo -el ¨¦xito del sur versus el estancamiento del norte- inamovible.
Al contrario: las tendencias pol¨ªticas y sociales, si bien no econ¨®micas o internacionales, de los pa¨ªses de la Cuenca del Caribe y de M¨¦xico se parecen de manera notable a las de las sociedades de Am¨¦rica del Sur. Democracia, surgimiento de nuevas clases medias, hoy ya mayoritarias, rechazo a tentaciones populistas (con excepciones en ambos casos: Venezuela y Bolivia, Nicaragua y Cuba), entendimiento sereno con Estados Unidos y el resto del mundo, con mayores o menores divergencias. Los ¨¦xitos de Chile, Uruguay y Brasil son tambi¨¦n los de M¨¦xico y Rep¨²blica Dominicana; hoy le va mejor a los exportadores de productos primarios del sur, y menos bien a los integrantes del espacio econ¨®mico de Am¨¦rica del Norte. Pero ma?ana, si el auge chino e indio se modera, y la recuperaci¨®n estadounidense se confirma, suceder¨¢ lo contrario.
Este es el paisaje nuevo, ins¨®lito, que esperaba a Obama en su primer periplo prolongado por la regi¨®n. Con tantas otras cosas en la mente, sorprender¨ªa a muchos si sacara las conclusiones ineluctables de esta evoluci¨®n: bastar¨ªa que la aquilatara. Si adem¨¢s sus colaboradores la entienden a cabalidad, todos saldremos ganando: los latinoamericanos de Am¨¦rica del Norte, los de Am¨¦rica del Sur, y los norteamericanos todos.
Jorge Casta?eda, excanciller mexicano, es profesor de la Universidad de Nueva York y de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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