El laicismo como ficci¨®n
At¨®nitos nos hemos quedado al conocer que el grupo de estudiantes que exhibieron sus torsos en la capilla de la Universidad Complutense fueron detenidas como peligrosas delincuentes. Patidifusos, cuando nos hemos enterado que se le imputan dos graves delitos contemplados en el c¨®digo penal y, finalmente, indignados al saber que se acepta una querella criminal de la asociaci¨®n ultraderechista Manos en Alto, perd¨®n, Manos Limpias.
Vivimos en la ficci¨®n de pertenecer a un pa¨ªs laico, nos pavoneamos de nuestro avance cultural y civilizatorio pero estamos instalados en el "quiero y no puedo" de una sociedad que predica no ser confesional mientras mantiene la religi¨®n en todos sus espacios p¨²blicos e incluso reserva varios art¨ªculos en el c¨®digo penal -y subrayo penal- para castigar a los que se burlen de las creencias religiosas.
El actual c¨®digo penal tipifica la profanaci¨®n con penas de hasta dos a?os de prisi¨®n y la ofensa los dogmas, creencias o ritos religiosos con penas de multa de ocho a doce meses. Un art¨ªculo ,el 525, de extra?a aplicaci¨®n, porque como compensaci¨®n contiene una segunda parte que penaliza con iguales condenas a los que hagan p¨²blicamente escarnio de quienes no profesan religi¨®n o creencia alguna.
De su aplicaci¨®n se sigue que, si las j¨®venes estudiantes cometieron -no una falta o una simple falta de educaci¨®n- sino un delito contra las creencias religiosas, la Iglesia cat¨®lica, as¨ª como los medios afines, incurren de forma habitual en este mismo delito cuando en numerosos actos p¨²blicos denuncian la homosexualidad, se manifiestan contrarios a la igualdad de derechos de las mujeres, o consideran un asesinato la interrupci¨®n voluntaria del embarazo, ya que se trata de declaraciones en las que ofenden a todas las personas que no profesan sus mismas creencias. Si los agn¨®sticos y ateos hubiesen ido al juzgado o a la comisar¨ªa cada vez que se han visto ridiculizados, censurados e insultados por los representantes de la iglesia y sus apologetas no habr¨ªa bastantes juzgados en nuestro pa¨ªs para tramitar las denuncias.
Nada de esto ocurrir¨ªa si las creencias religiosas se situaran en el terreno de lo privado y no se pretendieran imponer, de una u otra forma, a trav¨¦s de las instituciones del estado. El laicismo, lejos de ser un arma contra tal o cual religi¨®n, es una garant¨ªa del respeto del estado a la conciencia individual y es la base de una convivencia respetuosa con todas las creencias. Muy mal debe ir una religi¨®n cuando s¨®lo se puede mantener por una posici¨®n de privilegio y de confrontaci¨®n.
La presencia de capillas, crucifijos y s¨ªmbolos religiosos abarca todos los espacios de nuestra vida: numerosos hospitales andaluces mantienen en lugares preferentes capillas reservadas al culto cat¨®lico dentro de sus instalaciones; son muchos los institutos donde falta espacio para las clases pero tienen recintos religiosos; la Diputaci¨®n de Almer¨ªa est¨¢ presidida por un gran Cristo crucificado y, en la toma de posesi¨®n de un buen n¨²mero de Ayuntamientos andaluces, junto a la Constituci¨®n espa?ola, se coloca un crucifijo testigo de la toma de posesi¨®n de los cargos p¨²blicos. Pero la presencia m¨¢s chocante y contradictoria es en la Universidad donde se proclama el pensamiento cient¨ªfico mientras se permanece bajo la advocaci¨®n de santos y v¨ªrgenes. Por si queda alguna duda de esta incompatibilidad, el arzobispo de Granada nos ha aclarado que "la ciencia es peor que la Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa" y ha apuntado que el origen de todos los males que aquejan a la sociedad es "el culto a la raz¨®n y la Ilustraci¨®n francesa". Varios siglos despu¨¦s de que los ilustrados proclamaran la separaci¨®n de Iglesia y Estado, todav¨ªa se debate en los claustros universitarios si se suprimen las capillas, las misas o el patronazgo de quienes defienden la superstici¨®n o el misterio frente a la ciencia. ?De verdad estamos en el siglo XXI?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.