Gadafi y Berlusconi, ?vidas paralelas?
R esultan realmente extra?as ciertas historias paralelas y entrecruzadas de estos inicios de 2011. Estoy hablando de las de Berlusconi y Gadafi: la supervivencia de los amigos (aparentemente) derrotados.
En los primeros d¨ªas del conflicto libio, el ra¨ªs parec¨ªa que iba a durar como m¨¢ximo unas semanas. Pero ha mantenido el control de Tr¨ªpoli, lleg¨® a estar a las puertas de Bengasi y ha aprovechado que el ej¨¦rcito se fuera consumiendo entre la vetustez del armamento y los m¨ªseros sueldos de los soldados (as¨ª, en caso de adhesi¨®n a los rebeldes, no se les unir¨ªan m¨¢s que fuerzas irrelevantes); y ha decidido apostar por tropas mercenarias bien pagadas, adiestradas y armadas de forma moderna y eficaz.
Tanto el libio como el italiano han optado por atrincherarse a toda costa en el poder
En el caso de Silvio Berlusconi, lo mismo. Hace tres meses se le daba por desahuciado. Despu¨¦s abandon¨® a su destino a la tercera autoridad del Estado, esterilizando as¨ª la escisi¨®n del presidente del Parlamento, Gianfranco Fini, de la coalici¨®n de Gobierno; consigui¨® mantener bajo su control Palazzo Chigi, la sede del Ejecutivo, conservando la mayor¨ªa aunque fuera por tres votos; fue conquistando para su causa su propia cuota de mercenarios, promoviendo las defecciones en campo adversario y fichando a los pr¨®fugos con la perspectiva de un posible esca?o parlamentario, la presidencia de alguna comisi¨®n aneja, o un sill¨®n ministerial (que acab¨® cayendo en un siciliano investigado por los jueces por complicidad mafiosa) en la remodelaci¨®n del Gobierno.
Diferencias tambi¨¦n las hay. La resistencia de Gadafi pone en peligro las relaciones internacionales y los aun precarios equilibrios de la regi¨®n. Adem¨¢s, han desaparecido las amazonas que hasta ahora serv¨ªan de aureola al ra¨ªs. Las 40 muchachas con ropa de campa?a, cintur¨®n, tacones, boina roja y maquillaje anti-mot¨ªn, a las que ¨¦l parec¨ªa preferir por ser "m¨¢s dignas de confianza que los hombres", han dejado de verse. Desde el comienzo de las revueltas, Gadafi solo se muestra en p¨²blico rodeado por militares varones. "?Las habr¨¢n despedido o se han esfumado?", se pregunta el propio diario pan¨¢rabe Al Quds Al Arabi. Algunas fuentes afirman que las 40 v¨ªrgenes (han jurado guardar su castidad) se han atrincherado con ¨¦l en el interior de su b¨²nker de Tr¨ªpoli.
La resistencia de Berlusconi es distinta. De sus mujeres, mayores o menores de edad, no ha desaparecido ninguna (al contrario, la famosa Ruby ha participado incluso en el ex "gran" baile de los debutantes de Viena. Y, por encima de todo, ninguna de ellas ha jurado guardar su castidad). M¨¢s importante es que las consecuencias de su aguante se vuelcan sobre todo en el interior del pa¨ªs, descarg¨¢ndose en especial sobre las formaciones de centro y de la oposici¨®n. Los centristas Casini y Rutelli se hallan entre dos fuegos.
Por un lado, una reconquistada mayor¨ªa berlusconiana (el n¨²mero final constatado de diputados que le son favorables asciende a 330);por otro, una cada vez mayor evanescencia del Partido Democr¨¢tico (PD). La respuesta del mayor partido de oposici¨®n a la remontada de Berlusconi ha consistido en la entrega en el Parlamento de 10 millones de firmas recogidas a favor de la dimisi¨®n del presidente. A pesar de las acusaciones, los juicios y los peri¨®dicos, los sondeos no reflejan una ca¨ªda significativa del Pueblo de la Libertad. En ascenso, en la intenci¨®n de voto de los italianos, s¨ª parece estar la suma del centro-izquierda y del centro. Pero, ?ad¨®nde puede ir a parar un c¨²mulo de siglas que no pasa de mera suma aritm¨¦tica y que queda muy lejos, desde luego, de parecerse a una alternativa pol¨ªtica?
El exsecretario del PD Walter Veltroni vuelve al ataque del actual secretario (y seguidor de D'Alema) Pierluigi Bersani. Entre los dos l¨ªderes del partido, Veltroni y D'Alema, anida el resentimiento desde hace m¨¢s de tres lustros. Es opini¨®n com¨²n que ambos acabar¨¢n antes o despu¨¦s por tirarse sus dentaduras postizas el uno al otro. No hay programa, no hay propuestas. Ni certeza alguna sobre las candidaturas a las alcald¨ªas (se vota en mayo, dentro de dos meses). En N¨¢poles, las primarias para elegir al candidato a alcalde del PD acabaron con su anulaci¨®n por fraude y la intervenci¨®n del partido local, y los 44.000 napolitanos que fueron a las urnas sienten que les han tomado el pelo. Mientras Di Pietro ha presentado como candidato a un juez, De Magistris, Bersani ha dicho que "no es el momento de los jueces". Eso s¨ª, 10 d¨ªas despu¨¦s de pedirle precisamente a un magistrado, Raffaele Cantone, que se presentara a alcalde, recibiendo como respuesta un "no, gracias".
Berlusconi ha presentado un proyecto de reforma constitucional de la justicia, que ha incluido muchas de las modificaciones que fueron acordadas hace 14 a?os en la comisi¨®n bicameral presidida por D'Alema. La respuesta del PD es siempre "no". Y, con todo, la justicia en Italia hace a?os que ha dejado de ser el servicio axial propio de toda democracia occidental. Es convicci¨®n general que debe impedirse a los fiscales actuar despu¨¦s como jueces. Sin necesidad de desempolvar la tragedia de Enzo Tortora (el famoso presentador televisivo injustamente acusado de camorrista y sometido a un calvario judicial), basta con recordar en Aosta el caso de un fiscal que acab¨® cas¨¢ndose con la novia de un procesado. Es razonable conceder la atenci¨®n necesaria a la justicia penal: nos jugamos el derecho fundamental a la libertad. Pero ata?e a 50.000 personas al a?o y, como mucho, una vez en la vida. En cambio, la justicia civil nos ata?e a todos y casi todos los d¨ªas. Y reorganizar la justicia civil significar¨ªa eliminar el caldo de cultivo de los comportamientos mafiosos (porque tener que esperar d¨¦cadas antes de obtener una sentencia puede empujar a m¨¢s de uno hacia formas de persuasi¨®n m¨¢s en¨¦rgicas, y de naturaleza bien distinta).
Tambi¨¦n en Espa?a se conoce el juego de los trileros: el ciudadano pierde siempre. Es lo que ha pasado una vez m¨¢s en Italia. La reforma de la justicia ha quedado aparcada y Berlusconi sigue adelante con la ley del proceso breve para escapar de sus juicios. El ciudadano pierde, ¨¦l gana. Mientras tanto, la oposici¨®n vuelve a hacer de las suyas y D'Alema se pelea con la presidenta del Partido Democr¨¢tico, Rosy Bindi, una cat¨®lica. El tema es si abandonar el Parlamento o seguir aguantando las embestidas ad personam del jefe de Gobierno. Un panorama seductor si hubiera que votar, ?verdad?
En definitiva, si Italia no morir¨¢ democristiana, como se dec¨ªa en otros tiempos, con toda probabilidad morir¨¢ berlusconiana.
Giancarlo Santalmassi es periodista. Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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