Hielo, viento y emoci¨®n
Excursi¨®n al Perito Moreno desde el hotel Eolo, en plena Patagonia argentina
Desde la cama de mi habitaci¨®n miro a trav¨¦s de la ventana: una pantalla gigante de tres metros de larga por dos de ancha adosada a la pared beis. Un ¨²nico canal y un mismo programa muestran la inmensidad de la Patagonia argentina, con las Torres del Paine al fondo, en un paisaje que cambia de aspecto al son que dicta el viento austral. Una pantalla silenciosa de alta definici¨®n que tiene el efecto de expandir la mente. A su alrededor, el sobrio mobiliario antiguo de madera restaurada, las alfombras de lana elaboradas por ind¨ªgenas del norte de la Patagonia y los ba?os con r¨²sticas grifer¨ªas de plomo completan el cuadro. El lujo sin estridencias de un hotel consciente de que la naturaleza en la que se emplaza es la verdadera protagonista.
As¨ª es Eolo, el Relais & Chateaux m¨¢s austral del planeta y un oasis de estilo en medio de uno de sus confines. Situado en la finca Alice, un terreno privado de m¨¢s de cuatro mil hect¨¢reas en un valle producto de la erosi¨®n en la ¨¦poca de las grandes glaciaciones, Eolo aparece como un punto diminuto flanqueado por sierras que se extienden hasta el parque de los Glaciares. Los ¨²nicos vecinos en las proximidades del hotel son el due?o de la finca y un pe¨®n que habitan la casa rural a 15 kil¨®metros del hotel, finca dedicada a¨²n hoy a la explotaci¨®n ganadera. Una hacienda recuerdo vivo del tiempo en que los europeos se asentaron en la Patagonia para la cr¨ªa de ovejas a principios del siglo XIX, atra¨ªdos por los beneficios del "oro blanco", como se conoc¨ªa a la lana por aquel entonces.
Rodrigo Braun conoce bien la historia. Ligado a la Patagonia durante tres generaciones, su bisabuelo Mauricio Braun fue uno de los pioneros en la regi¨®n y se convirti¨® en el mayor terrateniente de la zona (entre sus muchas propiedades, era el due?o de la finca Anita, una parcela de 75.000 hect¨¢reas). Hoy, Rodrigo Braun, un argentino de 37 a?os apasionado de la naturaleza y gu¨ªa de monta?a, es director general de Eolo: "Llevo Patagonia en la sangre. Cuando has vivido aqu¨ª el lugar te atrapa y ya no puedes dejarlo".
Perdido en las nubes
Despu¨¦s de un solo d¨ªa aqu¨ª, es posible comprender lo que dice; en medio de esta inmensidad, el espacio toma cuerpo y se siente como un ente vivo, abrumador, que te hace consciente de tu propia insignificancia. "A todos les cuesta acostumbrarse", me tranquiliza, "es como si de repente la grandeza del lugar te sobrecogiera". Mientras dice esto en la terraza del hotel, de nuevo me pierdo en las nubes (literalmente) y en la velocidad con la que se forman y se disipan empujadas por el viento, incesante en esta regi¨®n argentina.
Al d¨ªa siguiente, con los primeros rayos de sol partimos en direcci¨®n al Perito Moreno. Las docenas de liebres que saltan al camino de tierra y se quedan paralizadas por la luz de los faros a¨²n encendidos ponen a prueba la destreza del conductor del todoterreno del hotel. Despu¨¦s de un trayecto de menos de una hora, al doblar una curva aparece en el horizonte la majestuosa cara helada del Perito Moreno. Minutos m¨¢s tarde, camino por las plataformas de observaci¨®n del glaciar, que, con un recorrido de casi un kil¨®metro de extensi¨®n, se elevan paralelas a la pared de hielo.
Enfrentado con la solemnidad del glaciar, experimento de nuevo la misma sensaci¨®n que sent¨ª ante el espacio inagotable de los valles patag¨®nicos, multiplicada aqu¨ª, pues a pesar de estar contemplando una de las mayores atracciones tur¨ªsticas de Argentina y uno de los glaciares m¨¢s conocidos del mundo, me encuentro totalmente solo. Son las ocho de la ma?ana y al parecer los autobuses cargados de turistas no llegan hasta las diez. Dos horas gloriosas para perderse en las vetas de un turquesa imposible en su blanca pared de m¨¢s de 60 metros de altura y escuchar en soledad el ensordecedor chasquido como de huesos rotos que de vez en cuando emana del glaciar cuando se resquebraja el hielo en su interior.
M¨¢s tarde, Rodrigo Braun me espera en la base del glaciar para, aprovechando su licencia de gu¨ªa de glaciares, llevarme en una excursi¨®n privada por los lomos del Perito Moreno. A pesar de los crampones y los piolets, no es f¨¢cil mantenerse en pie en una superficie tan helada que ni el acero penetra. Mientras miro de reojo la inquietante presencia de grietas por las que se filtra el agua, pago mi inexperiencia desliz¨¢ndome boca arriba y dando con mi cuerpo, y arrastrando a Rodrigo en su intento de sujetarme, hasta una vaguada con un palmo de agua glaciar. De nuevo en pie, mojados pero aliviados por lo inocuo del resbal¨®n, observo en la distancia la fila india que, como costuras en la carne del glaciar, dibujan las excursiones de turistas que se apuntan a vivir esta experiencia siguiendo las rutas trazadas (?y totalmente seguras!) y acompa?ados de gu¨ªas. Vienen desde El Calafate, donde se multiplican las opciones de alojamiento y donde se abri¨® recientemente el Glaciarium (www.glaciarium.com), un museo dedicado al hielo patag¨®nico.
De vuelta en el hotel, la sauna devuelve el calor a mis huesos. En el comedor, la cena de jabal¨ª braseado a la naranja servido en vajilla de porcelana antigua de dise?os discordantes y la botella de Malbec atempera el fr¨ªo viento que arrecia afuera. En la flamante pantalla gigante de mi habitaci¨®n me espera m¨¢s tarde el espect¨¢culo de docenas de constelaciones visibles en la oscur¨ªsima noche patag¨®nica.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Hotel Eolo (www.eolo.com.ar; 0054 11 47 00 00 75). Dos noches con pensi¨®n completa, desde 418 euros por persona. La temporada va de finales de septiembre a finales de abril.
? Parque nacional de los Glaciares (www.losglaciares.com).
? Turismo de Argentina (www.turismo.gov.ar).
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