Respuestas a preguntas sobre Libia
El autor se explica sobre cuestiones planteadas por la intervenci¨®n militar en Libia y acusa tanto a los abstencionistas, como a los que hablan de colonialismo y arrogancia, de cinismo o complicidad
Es esta una guerra justa? La sola palabra parece asustar a m¨¢s de uno. Ya quedaron atr¨¢s los tiempos en que pod¨ªamos debatir con normalidad, sin atraernos la ira de los neopacifistas soberanistas, sobre este viejo concepto de la filosof¨ªa pol¨ªtica cuya validez te¨®rica cre¨ªamos demostrada -desde el dominico Francisco de Vitoria hasta el estadounidense Michael Walzer-. Digamos, entonces, "guerra inevitable". Digamos que, frente a un tirano desenfrenado, cuando el derecho de los pueblos a disponer de s¨ª mismos se convierte en el derecho del tirano a disponer de su pueblo, cuando ¨¦l, el tirano, apela al doble principio de soberan¨ªa (cada gallo canta en su gallinero; lo que pase dentro de mis fronteras es ¨²nicamente mi problema) y de igualdad de los Estados frente a la ley (un golpista loco y profesional del crimen es lo mismo que un dem¨®crata y, por lo tanto, nada ni nadie tiene derecho a frenar su sed de sangre), la ley moral impone, s¨ª, la obligaci¨®n de intervenir para detenerlo. Esto es lo que acaba de suceder en Libia. Lo dijo al un¨ªsono la comunidad internacional, espoleada por la Liga ?rabe y por Francia, a trav¨¦s de la resoluci¨®n 1973 del Consejo de Seguridad. Y toda r¨¦plica a lo antedicho; toda sutileza doctrinal que pudiera sugerir que, detr¨¢s de cualquier injerencia, siempre hay un dejo de colonialismo y de arrogancia; todo abstencionismo como el preconizado por esa Alemania ultraconservadora, carcomida por consideraciones electorales a corto plazo y que no dud¨® en romper el pacto contra¨ªdo hace 50 a?os con aquel "nunca m¨¢s" antifascista; toda objeci¨®n acad¨¦mica a la manera de esos fil¨®sofos que esperan con impaciencia encontrar en el levantamiento popular de Bengasi los axiomas y los c¨¢nones de una "hip¨®tesis comunista", en suma, todos esos peque?os c¨¢lculos, ser¨ªan sin¨®nimo de indiferencia, de cinismo y, nos guste o no, de complicidad con el crimen.
Dejar a Gadafi las manos libres era como decirle a los Asad y a los Saleh que pod¨ªan dormir tranquilos
El Consejo inyectar¨¢ un poco m¨¢s de democracia en un pa¨ªs arruinado por la corrupci¨®n y el gansterismo de Estado
?Por qu¨¦ Libia? ?Por qu¨¦ no Bahr¨¦in, Siria, Arabia Saudita o Yemen? Evitemos las respuestas contingentes, aun si estas contienen una parte de verdad. Evit¨¦mosle al lector respuestas del estilo: "Porque est¨¢bamos all¨ª y no en otra parte". No vamos a insistir en lo absurdo, en lo carrolliano de la objeci¨®n: "Como no podemos estar en todas partes, mejor no estar en ninguna" (exacta contrapartida del no menos absurdo teorema de los neopacifistas, que se niegan a salvar a los civiles excus¨¢ndose en los da?os colaterales que ello implicar¨ªa: "Por miedo a las represalias, mejor aceptar las masacres" o "debemos dejarlos morir, porque no queremos cad¨¢veres sobre nuestra conciencia..."). En cambio, invoquemos la cadena positiva seg¨²n la cual, de una conducta recta, es decir, dictada por una m¨¢xima que se basa, a su vez, en un principio universal, se desprender¨¢n forzosamente (al menos en el pensamiento) otras conductas de la misma naturaleza. A lo que responderemos, entonces, que si una intervenci¨®n es justa, si parte m¨¢s de una obligaci¨®n moral que del inter¨¦s particular de sus agentes, producir¨¢ por s¨ª sola, por puro efecto de disuasi¨®n, una cascada de consecuencias que servir¨¢ de amenaza a otros tiranos. En otras palabras, dejar a Gadafi las manos libres era como decirle a los Asad y a los Saleh que pod¨ªan dormir tranquilos porque el receso democr¨¢tico hab¨ªa terminado. Detenerlo era enviar la se?al contraria y hacerles saber a estos individuos que ha llegado la hora de moderarse, de transigir o incluso de ceder, so pena de correr la misma suerte. Jurisprudencia Gadafi. Disuasi¨®n a trav¨¦s de Gadafi. El nombre de Gadafi -o, al rev¨¦s, el de Bengasi- utilizado como advertencia por una coalici¨®n de Estados occidentales, ¨¢rabes y africanos sin precedentes. Actuar en Libia significaba, significa, intervenir en Bahr¨¦in, en Yemen, en Riad.
Tercera pregunta. ?Qu¨¦ pasar¨¢ despu¨¦s? ?Qu¨¦ sabe usted de los insurgentes? ?Y qu¨¦ le hace pensar que esta agrupaci¨®n heter¨®clita de enemigos hist¨®ricos y de antiguos servidores del r¨¦gimen ayudar¨¢ a sentar las bases de una nueva Libia? Mi respuesta es simple. Y, por cierto, no soy ning¨²n ingenuo. En lo que respecta a Bengasi, como a muchas otras cosas, ya dej¨¦ atr¨¢s la edad del idealismo y del angelismo. Y, de aqu¨ª a la victoria, no veo a Mustaf¨¢ Abdel Jalil, antiguo ministro y hoy jefe del Consejo Nacional de Transici¨®n, empap¨¢ndose de las obras completas de Tocqueville. ?Pero los hechos est¨¢n ah¨ª! No podemos negarlos. Sabemos, por ejemplo, que entre los 11 miembros del Consejo, cuyos nombres se hicieron p¨²blicos, no hay ning¨²n islamista. Sabemos que, entre los otros 20 hasta ahora secretos por motivos de seguridad, figuran representantes de todas las regiones del pa¨ªs y que el riesgo de un conflicto tribal fue -?intencionalmente?- subestimado. Y pienso que, aunque el Consejo no instaure un parlamentarismo churchilliano de un d¨ªa para otro, inyectar¨¢ un poco m¨¢s de democracia en un pa¨ªs quebrado, arrasado por la dictadura, arruinado por la corrupci¨®n y el gansterismo de Estado, y que ese "poco m¨¢s" ser¨¢, en cualquier caso, una bendici¨®n. ?Deber¨ªa agregar que cualquier cosa ser¨¢ mejor que ayudar al hombre que aseguraba, por todos los medios posibles, haber "renunciado al terrorismo", pero cuyo primer reflejo, la v¨ªspera de la intervenci¨®n, fue advertir que: "Por cada avi¨®n militar que vosotros me destruy¨¢is, yo derribar¨¦ uno de vuestros aviones civiles"? En Libia, las alternativas son claras. O la demencia terrorista, o la humilde, paciente, dif¨ªcil e interminable invenci¨®n de la democracia. As¨ª es.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva

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