Propaganda, mentiras, miedo
El fascismo y el comunismo atrajeron a intelectuales y fueron viveros de j¨®venes l¨ªderes que, arrancando de la nada, rompieron con el pasado y atizaron la cultura del enfrentamiento entre las dos guerras mundiales. Anticipamos el nuevo libro del historiador Juli¨¢n Casanova
El comunismo y el fascismo se convirtieron primero en alternativas y despu¨¦s en polos de atracci¨®n para intelectuales, veh¨ªculos para la pol¨ªtica de masas, viveros de nuevos l¨ªderes que, subiendo de la nada, arrancando desde fuera del establishment y del viejo orden mon¨¢rquico e imperial, propusieron rupturas radicales con el pasado. La mayor¨ªa de los dirigentes responsables de los grandes poderes en el estallido de la Primera Guerra Mundial pertenec¨ªan a ese mundo exclusivo y elitista, estrechamente vinculado a la cultura aristocr¨¢tica del Antiguo R¨¦gimen, con escasos conocimientos sobre la sociedad industrial y los cambios sociales que estaba provocando.
La Primera Guerra Mundial, que decidi¨® el destino de Europa por la fuerza, tras muchos a?os, d¨¦cadas en realidad, de primac¨ªa de la pol¨ªtica y de la diplomacia, ha sido considerada por muchos historiadores como la aut¨¦ntica l¨ªnea divisoria de la historia europea del siglo xx, la ruptura traum¨¢tica con las pol¨ªticas entonces dominantes, algo que puede aplicarse perfectamente a la historia de los movimientos sociales y sus dirigentes.
Europa contra Europa. 1914-1945
Europa contra Europa. 1914-1945, de Juli¨¢n Casanova. Editorial Cr¨ªtica. Se publica el 7 de abril. Precio: 19,90 euros.
Juventud y virilidad iban unidas. El h¨¦roe, el soldado, era var¨®n, y la mujer quedaba relegada al mundo procreador
Mussolini ten¨ªa 39 a?os cuando lleg¨® a jefe de Gobierno. Hitler bordeaba los 44. Lenin alcanz¨® el poder con 47
La gente de entonces pens¨®, tal y como ha puesto de manifiesto Richard Vinen, que esa guerra hab¨ªa inaugurado tambi¨¦n "nuevos cortes generacionales". El corte se debi¨®, seg¨²n el escritor George Orwell -nacido como Eric Arthur Blair en 1903 en la India brit¨¢nica- "directamente a la propia guerra, e indirectamente a la Revoluci¨®n Rusa". Otro escritor brit¨¢nico, Evelyn Waugh, nacido en el mismo a?o que Orwell, escribi¨® en su art¨ªculo La guerra y la generaci¨®n m¨¢s joven, publicado unos meses antes del crash de 1929 en la revista conservadora Spectator, que "el desmoronamiento social que sigui¨® a la guerra" dividi¨® a Europa en tres clases "entre las que no podr¨ªa existir nunca simpat¨ªa alguna ...: a) la generaci¨®n melanc¨®lica que creci¨® y se form¨® antes de la guerra y que era demasiado vieja para hacer el servicio militar; b) la generaci¨®n a la que se le impidi¨® crecer, mutilada, que combati¨®; y c) la generaci¨®n m¨¢s joven".
(...) "Las luces se est¨¢n apagando en Europa", declar¨® Sir Edward Grey, ministro de Asuntos Exteriores de Gran Breta?a, cuando la guerra estaba a punto de estallar. Grey representaba como nadie a ese mundo que se desvanec¨ªa. Descendiente de una notable familia de pol¨ªticos y arist¨®cratas, estuvo al frente de la pol¨ªtica exterior brit¨¢nica desde 1905 hasta 1916, una longevidad gubernamental muy dif¨ªcil de mantener tras la guerra en las democracias, hasta que llegaron las dictaduras.
Juventud, generaci¨®n de la guerra y masculinidad fueron elementos importantes de la mitolog¨ªa del fascismo, un movimiento nuevo que lanzaba su rebeld¨ªa frente a esa generaci¨®n caduca, conservadora, socialista o liberal, que hab¨ªa perdido contacto con la realidad, incapaz de reconocer los m¨¦ritos de todos esos millones de soldados y de excombatientes, mutilados muchos de ellos, que ven¨ªan del frente de guerra. Benito Mussolini ten¨ªa 39 a?os cuando la Marcha sobre Roma le llev¨® a presidir en octubre de 1922 el primer gobierno con fascistas de la historia. Unos pocos m¨¢s, a punto de cumplir 44, ten¨ªa Adolf Hitler cuando lleg¨® al poder en 1933, pero otros dirigentes fascistas como el brit¨¢nico Oswald Mosley (nacido en 1896), el belga L¨¦on Degrelle (1906) o el espa?ol Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera (1903) eran m¨¢s j¨®venes. A comienzos de la dictadura de Mussolini, casi una cuarta parte de los diputados fascistas ten¨ªa menos de 30 a?os.
Esa "generaci¨®n del frente", j¨®venes radicales que hab¨ªan luchado en la guerra y se adhirieron a los fascismos para regenerar la pol¨ªtica y la patria, gente como Roberto Farinacci (1892), Dino Grandi (1895) o Giuseppe Bottai (1895), dirigi¨® la Italia fascista hasta el final, y aunque envejecieron y burocratizaron el r¨¦gimen, intentaron siempre, en palabras de Enzo Traverso, "fomentar el mito de la juventud gracias a una vasta red de organizaciones deportivas y estudiantiles tendentes a dar a sus miembros la ilusi¨®n de constituir su fuerza dirigente". "La guerra fue nuestra pubertad", escribi¨® en su diario Giuseppe Bottai, parlamentario desde 1921, participante en la Marcha sobre Roma y que como ministro de Educaci¨®n Nacional, desde 1936 hasta 1943, tuvo un papel destacado en la legislaci¨®n antisemita de 1938.
El car¨¢cter generacional ha sido tambi¨¦n subrayado para el nazismo, una "dictadura de la juventud", como la denomina el historiador G?tz Aly, uno de los mejores conocedores de la "guerra racial" y del exterminio de los jud¨ªos. Tambi¨¦n hubo all¨ª una "generaci¨®n del frente", desde Hitler hasta Joseph Paul Goebbels (1897), y sobre todos ellos Hermann G?ring (1893), un reputado piloto de combate; y una m¨¢s joven, la "generaci¨®n perdida", bien representada por Reinhard Heydrich (1904), Albert Speer (1905) o Adolf Eichmann (1906).
En el caso de estos ¨²ltimos, no se trataba de veteranos de guerra, sino de sus "reto?os adolescentes", como les llama Richard Vinen, "v¨ªctimas de graves trastornos y traumas" como consecuencia de ella. La mayor¨ªa de los cuadros y activistas nazis pertenec¨ªa a la generaci¨®n que hab¨ªa crecido despu¨¦s de la guerra.
Juventud y masculinidad iban unidas en aquel momento. El h¨¦roe, el soldado, el que hab¨ªa servido en las trincheras, el militante fascista, era var¨®n, y la mujer permanec¨ªa relegada al mundo maternal y procreador. Francia perdi¨® en la guerra uno de cada diez de sus varones activos y prohibi¨® en 1920 la publicidad y venta de anticonceptivos, a la vez que ilegalizaba el aborto. Ese empe?o natalista, que se plasm¨® en la mayor¨ªa de los pa¨ªses que hab¨ªan sufrido cuantiosas p¨¦rdidas humanas en la guerra, sirvi¨® en el caso del fascismo italiano para ensalzar la familia tradicional. "La maternidad constituye el patriotismo de las mujeres", se le¨ªa en la propaganda. El de los hombres ya se sab¨ªa d¨®nde estaba: en la fuerza, en la virilidad, en la guerra. El 61% de las Schutzstaffel (SS), la organizaci¨®n militar de los nazis, estaban solteros en 1939.
En la guerra se forjaron tambi¨¦n los bolcheviques, que compart¨ªan muchos rasgos con esa "generaci¨®n del frente", la de 1914, que estudi¨® hace tiempo Robert Wohl. Y aunque Vladimir Ilich Lenin (1870) ten¨ªa 47 a?os cuando lleg¨® a presidir el gobierno de los s¨®viets en octubre de 1917, otros dirigentes revolucionarios, como Lev Borisovich K¨¢menev (1883) o Grigori Zin¨®viev (1883), y sobre todo Nikol¨¢i Bujarin (1888), eran bastante m¨¢s j¨®venes. Tampoco I¨®sif Stalin o Le¨®n Trotski, que hab¨ªan nacido en 1879, llegaban a los 40 a?os en el momento de la conquista revolucionaria del poder. En 1919, cuando la guerra civil que sigui¨® a la revoluci¨®n hab¨ªa reclutado a decenas de miles de activistas para incorporarse al Ej¨¦rcito Rojo, el 50% de los militantes bolcheviques ten¨ªa menos de 30 a?os. Mija¨ªl Tujachevski, uno de los m¨¢ximos comandantes de ese ej¨¦rcito, ten¨ªa 21 a?os, mientras que el general Anton Denikin (1872), uno de los principales l¨ªderes del movimiento contrarrevolucionario Blanco, estaba a punto de cumplir 50 cuando acab¨® la guerra civil. A la misma generaci¨®n pertenec¨ªa Lavr Kornilov (1870), otro general de largo recorrido en el ej¨¦rcito del zar Nicol¨¢s II, protagonista de una conspiraci¨®n para derrocar al Gobierno provisional de Alexander Kerenski en agosto de 1917, y que muri¨® en abril de 1918 combatiendo a los rojos.
Amenazantes para el viejo orden eran tambi¨¦n los partidos comunistas que se crearon por toda Europa al calor de la revoluci¨®n bolchevique, dominados por j¨®venes que se rebelaron no solo frente a liberales y conservadores burgueses, sino tambi¨¦n contra la socialdemocracia envejecida, seg¨²n ellos, e incapaz de hacer la revoluci¨®n en Occidente. El principal dirigente del Partido Comunista Alem¨¢n (KPD) cuando Hitler subi¨® al poder, Ernst Th?lmann, hab¨ªa nacido en 1896, y en Italia, Amadeo Bordiorga, primer secretario del Partido Comunista (PCI), ten¨ªa 32 a?os cuando abander¨® la escisi¨®n del socialismo en 1921. Los partidos comunistas de Francia y Alemania, los dos m¨¢s importantes de Europa occidental en los a?os veinte, eran movimientos de j¨®venes obreros, mano de obra poco cualificada, que engrosaron las filas del paro a partir de la crisis de 1929.
El 80% de los afiliados al KPD estaban en el paro en 1932, en el momento en que la depresi¨®n econ¨®mica sacudi¨® con m¨¢s fuerza a Alemania.
La destrucci¨®n y los millones de muertos que la Primera Guerra Mundial provoc¨®, los cambios de fronteras, el impacto de la revoluci¨®n rusa, y los problemas de adaptaci¨®n de millones de excombatientes, sobre todo en los pa¨ªses vencedores, est¨¢n en el origen de la violencia y de la cultura del enfrentamiento que se instalaron en muchas de las sociedades de aquel convulso periodo. Se le llama periodo de "entreguerras", pero entre 1919 y 1939 hubo varias guerras entre Estados europeos y varias guerras civiles. Los Balcanes llevaban una d¨¦cada de guerras cuando en 1923 Grecia y Turqu¨ªa acordaron un intercambio obligatorio de poblaci¨®n, que marc¨® el definitivo final del viejo mundo otomano: m¨¢s de un mill¨®n de ortodoxos griegos, exciudadanos otomanos, fueron trasladados a Grecia desde Asia Menor, mientras que 380.000 musulmanes abandonaron Grecia en direcci¨®n a Turqu¨ªa. El principio de nacionalidad y las nuevas formas de tratar a las minor¨ªas, importantes frentes abiertos con el final de la guerra, no llevaron la paz a esos territorios, en los que la violencia, pese a los t¨®picos, no fue mayor que en otros lugares de Europa, donde la construcci¨®n de los Estados nacionales hab¨ªa ocurrido siglos o d¨¦cadas antes.
Para brit¨¢nicos y franceses, la guerra termin¨® en 1918, pero mientras que Gran Breta?a vivi¨® en ese periodo una relativa estabilidad, aunque con la guerra civil irlandesa como tel¨®n de fondo entre 1922 y 1923, en Francia la crisis econ¨®mica y los conflictos sociales de los a?os treinta estimularon movimientos extremistas y odios que aparecieron con toda su crudeza tras la invasi¨®n del ej¨¦rcito nazi en junio de 1940. Tampoco la gesti¨®n que Gran Breta?a y Francia hicieron de la paz de Versalles mejor¨® las cosas en otros pa¨ªses. Las reparaciones y la cl¨¢usula sobre la "responsabilidad de la guerra" exacerbaron el nacionalismo y el resentimiento en Alemania, que sufri¨® en los a?os inmediatamente posteriores a la guerra insurrecciones y conflictos violentos de todas clases.
(...) De propaganda, miedo y mentiras se inund¨® Europa en aquellos a?os. Resulta dif¨ªcil y tranquilizador atribuir las mentiras y la propaganda a los pol¨ªticos, especialmente a los dictadores, a Joseph Goebbels y sus manipulaciones, ministro de Propaganda, con may¨²scula, del Tercer Reich. Pero la fotograf¨ªa completa dice m¨¢s cosas. Dice que muchos intelectuales que se movilizaron para defender a la democracia, al fascismo o al comunismo contribuyeron con su voz y con su pluma a que esas mentiras se las creyera todav¨ªa m¨¢s gente, a que los dogmas llegaran mejor y a que la violencia y el terror de otros fueran siempre m¨¢s grandes. La fascinaci¨®n que provoc¨® entre muchos de ellos el comunismo y sus milagros econ¨®micos, en tiempos de crisis de la democracia, les llev¨® a pasar por alto los campos de concentraci¨®n y los cr¨ªmenes estalinistas.
(...) La cr¨ªtica a los parlamentos y a la democracia, por otro lado, gan¨® terreno tras los desastres de la guerra y el miedo a la revoluci¨®n y al comunismo que llegaban desde Rusia y transmit¨ªan sus exiliados m¨¢s notables entre las clases acomodadas de las ciudades europeas. Algunos de los que se convirtieron en pol¨ªticos destacados de la extrema derecha y del fascismo hab¨ªan pasado por las trincheras, como el h¨²ngaro Ferenc Sz¨¢lasi, fundador del movimiento de la Cruz Flechada, y vieron en la democracia la representaci¨®n de la Europa burguesa y decadente, que abr¨ªa las puertas al socialismo, al voto de las mujeres y al reconocimiento de las minor¨ªas nacionales. La cultura del enfrentamiento se abr¨ªa paso en medio de una falta de apoyo popular a la democracia. Los extremos dominaban al centro y la violencia a la raz¨®n.
Europa contra Europa. 1914-1945, de Juli¨¢n Casanova. Editorial Cr¨ªtica. Se publica el 7 de abril. Precio: 19,90 euros.
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