Plastificados
La escena es corta. El director austriaco Werner Boote se sienta en el despacho de la entonces vicepresidenta de la Comisi¨®n Europea, Margot Wallstr?m, y le lanza un bal¨®n, un globo terr¨¢queo inflable, y le dice: "Vivimos en un planeta de pl¨¢stico". "S¨ª", responde ella al cogerlo, "est¨¢ en todas partes... conocemos el aumento de alergias, de c¨¢ncer, de problemas endocrinos... Es un hecho cient¨ªfico. Pero, ?sabe usted?, en los ¨²ltimos 10 a?os hemos podido probar la existencia de riesgo en 11 sustancias... Once. De las 100.000 que deber¨ªan ser analizadas... El sistema no funciona. Y en tanto en cuanto no tengamos informaci¨®n completa... la industria puede decir: '?Ven ustedes? No pueden probar que esto es peligroso'. Por tanto, se pueden seguir produciendo...".
"De las 100.000 sustancias que deber¨ªan ser analizadas, solo en 11 hemos podido probar la existencia de riesgo"
Se ha pasado de una producci¨®n de un mill¨®n de toneladas en los a?os sesenta a 230 millones en 2009
"Si tienes mucho bisfenol A en la sangre, dif¨ªcil que puedas procrear", advierte uno de los investigadores
Y ah¨ª queda dicho. Y grabado. En Plastic Planet, la pel¨ªcula de Boote, un pu?etazo al est¨®mago de fabricantes, pol¨ªticos y consumidores que se estren¨® en 2009 y ahora en EE UU y Francia. Impacta. Igual que el libro hom¨®nimo, un completo documento sobre el tema del periodista Gerhard Pretting con cap¨ªtulos de t¨ªtulo ilustrativo: El pl¨¢stico se instala en la casa; se entierra, se quema, amenaza el mundo animal, envenena a los hombres, la industria cambia, el material cambia, el pensamiento cambia, el hombre cambia...
Pl¨¢stico. Desde hace cien a?os mejora y aligera nuestra existencia. Sin ¨¦l nada ser¨ªa igual. Su producci¨®n define un tiempo ("el siglo sint¨¦tico", llaman al XX) y un tipo de gustos en el consumo: ha pasado del mill¨®n de toneladas en los a?os sesenta a 230 millones en 2009 (el 25% en Europa; de ellos, un 1,5% en Espa?a). "Sin darnos cuenta, lo hemos convertido en el material de los materiales", dice Boote por tel¨¦fono. Y el exceso mismo es el problema, no el pl¨¢stico en s¨ª. "Sin ¨¦l no se puede vivir; sin ¨¦l no habr¨ªamos ido a la Luna, y ?que habr¨ªa sido del sida sin jeringuillas...? No. Es el exceso y los compuestos peligrosos que se usan". Sobre todo en Asia. Una amenaza para la salud y el medio ambiente, advierten los ecologistas desde hace a?os.
Tan habitual es que ya casi ni lo vemos. Basta mirar alrededor. Est¨¢ en lo que captan nuestros ojos y en lo que no, por lo microsc¨®pico y lo camale¨®nico que puede llegar a ser. Omnipresente, sin ser ni Dios, ni aire. Hablar de pl¨¢stico es hablar de esa "amplia gama de materiales sint¨¦ticos o semisint¨¦ticos que se usan en un enorme y creciente abanico de aplicaciones: del envasado a la construcci¨®n de edificios, de veh¨ªculos a dispositivos m¨¦dicos, ropa, ordenadores...". As¨ª lo cuentan en PlasticsEuropa (www.plasticseuropa.com), voz de los fabricantes europeos (50.000 transformadores, m¨¢s de mil fabricantes de maquinaria, mill¨®n y medio de empleados).
Dicen que el t¨¦rmino viene del griego plastikos, que significa "apto para el moldeado". Maleable, permite ser moldeado, prensado o extrusionado en variedad de formas: pel¨ªculas, fibras, placas, tubos, botellas, cajas... Una suerte de man¨¢ para todo: moquetas, cortinas de ducha, gafas, m¨®viles, bolsos... Los chinos han hecho de su uso arte: consiguen introducir sus productos replicados hasta en los mercados de antig¨¹edades.
Termopl¨¢sticos y pl¨¢sticos termoestables (as¨ª se dividen, unos pueden refundirse y otros no), en sus variadas formas, conforman nuestra vida... Y han cambiado la de este hombre, Werner Boote, que no solo naci¨® en un mundo sustentado econ¨®micamente por su manufactura, sino que lleva una d¨¦cada haciendo penitencia por su culpa. Tal cual. Veamos. El abuelo de Boote fue parte de la industria. Alto cargo de la firma austriaca Interplastik, contribuy¨® a expandir el producto por Alemania y el mundo. "Pl¨¢stico era palabra m¨¢gica en mi familia", dice. Y su nieto (¨¦l, que se dedicaba antes a grabar v¨ªdeos de Andrea Bocelli, afirma), acostumbrado a la monada de juguetes que tra¨ªa el abuelo Schuster, se compr¨® un d¨ªa, ya adulto, ese globo inflable citado. Nostalgia de la infancia. Y en sus viajes encontr¨® otro aqu¨ª y all¨¢... Iguales. Producidos en la misma empresa. Qu¨¦ gran trabajo el del abuelo, tan ligero, bonito y usado, con tanta historia...
Un material creado primero de nitrato de celulosa por John Wesley Hyatt en 1869 en EE UU, y luego, en 1907, por el belga Leo Baekeland. Baquelita, el primer sint¨¦tico, gran invento: hizo posible la electrificaci¨®n del mundo (aislante eficaz), la proliferaci¨®n de tel¨¦fonos, radios, c¨¢maras... Fabricado con derivados del petr¨®leo desde los treinta, con ¨¦l se fue edificando un mundo nuevo, moderno, el American way of life: las primeras vajillas de cocina; las medias de nailon (de las que solo en Alemania se vendieron 30 millones en 1951); los tupperware, esa revoluci¨®n publicitaria casera; la vivienda de PVC...
El pl¨¢stico era pop. Se dej¨® querer por fil¨®sofos (como Roland Barthes), arquitectos (como Charles y Ray Eames), por el cine: "El pl¨¢stico es el futuro", dec¨ªa Mr. McGuire en El graduado. As¨ª hasta convertirse en el material m¨¢s usado del mundo a mitad de los setenta y en la tercera industria en EE UU (www.plasticsindustry.org) hoy. Y sin dejar de crecer, ha tenido vaivenes en su reputaci¨®n. "Tras la guerra, y quiz¨¢ entre otros con la implicaci¨®n de la industria qu¨ªmica alemana con el nazismo y la tendencia a lo natural del movimiento hippy, su imagen vir¨® hasta convertirse en sin¨®nimo de barato, desechable, poco importante...". Imagen que tiene mucho que ver con su derroche hoy. Pero con el gusto ¨²ltimo por el revival, el ne¨®n, el l¨¢tex, el bolso de pvc de marca, se ha recuperado. El vintage sint¨¦tico unido al high tech se ha hecho cool... ?Y ahora? "La mayor¨ªa de consumidores se ha habituado al envase usual, ligero y barato, se conforma si acaso con el sello verde y no indaga demasiado. Se consume con gusto todo y se ignoran los ingredientes. El marketing ha hecho que la frontera entre artificial y natural se difumine", dice Pretting. Sea como sea, los nombres de los pl¨¢sticos son parte de la vida cotidiana: resinas de epoxi o poli¨¦ster, poliuretano (PU), polietileno (PE), polipropileno (PP), policarbonatos, PET (polietileno tereftalato), PVC (policloruro de vinilo), las nuevas poliamidas (de tercera generaci¨®n), los polietilenos m¨¢s resistentes actuales... Y tambi¨¦n algunos de sus aditivos: antioxidantes, antimicrobianos, estabilizantes, lubricantes, retardantes de llama, plastificantes... Los vemos en las etiquetas (si es que se ven). Y ya.
En 1999, la infancia juguetera feliz de Boote se empez¨® a desmoronar. Supo por un peri¨®dico de una especie de peces en peligro de extinci¨®n por esterilidad a los que se hab¨ªa descubierto en sangre una sustancia usada en la fabricaci¨®n de pl¨¢sticos. La duda se le hizo carne. La obra del abuelo era grande... pero tanta y con tanta qu¨ªmica, quiz¨¢ no tan ideal. Y empez¨® a indagar, a leer, a preguntar a cient¨ªficos, a escribir cartas a los productores... Una noticia aqu¨ª sobre pl¨¢sticos que afectan a osos polares en Groenlandia, otra all¨¢ de c¨®mo las bolsas de pl¨¢stico son un gran problema de salud en ?frica (campan a sus anchas, y los animales, sustento de las familias, los engullen y mueren), otra sobre el efecto de las botellas (PET) en el fondo del oc¨¦ano o las monta?as de desechos en basureros donde viven poblaciones enteras (como en Calcuta, en las im¨¢genes).
Pl¨¢stico por la ma?ana, tarde y noche fue su vida. Pl¨¢stico en el sue?o y en la vigilia. Y as¨ª naci¨® Plastik Planet (primero en alem¨¢n), la cr¨®nica de una investigaci¨®n paso a paso casi en formato televisivo, en la que el protagonista es el mismo realizador, una suerte de Michael Moore a la austriaca (comparaci¨®n que ¨¦l agradece,pero rechaza: "Yo no tengo tesis, me dejo llevar por la pel¨ªcula"). Boote agarra su globo terr¨¢queo y se va por 15 pa¨ªses tras su origen, su f¨®rmula, la manera de reciclarlo, su impacto en el medio.
Lo primero que hizo fue analizar la pelota en cuesti¨®n. ?Y qu¨¦ encontr¨®? Muchas sustancias qu¨ªmicas. Y una prohibida en la UE en 2004 en productos infantiles: ftalatos, plastificantes usados como disolventes y para fabricaci¨®n de pl¨¢sticos m¨¢s flexibles y resistentes como el PVC. Se encuentra en juguetes, envases de alimentos, suelos de vinilo, detergentes, esmaltes de u?as y hasta en las videoconsolas (ver Greenpeace y Eroski Consumer), y son "probada causa de des¨®rdenes reproductivos y, seg¨²n se sospecha, tambi¨¦n de c¨¢ncer". Est¨¢n en el polvo, la leche materna, la sangre... Los respiramos. Se huelen: ese olor caracter¨ªstico en los comercios con mucho art¨ªculo de pl¨¢stico o en los coches nuevos... "Prohibir los ftalatos en juguetes y art¨ªculos de puericultura es un gran paso adelante en la protecci¨®n de los ni?os", informaba la CE. "No podr¨¢n comercializarse juguetes y art¨ªculos de puericultura que contengan concentraciones superiores al 0,1% de ftalatos... clasificados como t¨®xicos para la reproducci¨®n". ?C¨®mo pod¨ªa ser que su bal¨®n infantil contuviera un qu¨ªmico peligroso? Obsesionado, el austriaco analiz¨® chupetes, biberones..."All¨ª estaban siempre; escandaloso".
Boote busc¨® hasta en su interior. Se hizo analizar la sangre (y la de todo su equipo, 40 personas) para descubrir en ella otra sustancia pol¨¦mica, el bisfenol A, junto a restos de todo tipo de sustancias t¨®xicas con las que tenemos contacto. "La carga corporal", lo llaman. "Mucho bisfenol A, problemas de fertilidad", le suelta un investigador. "Est¨¢ dentro de nosotros", dice. "Est¨¢ en la comida". Las respectivas agencias nacionales de seguridad alimentaria, ojo avizor, incluyen apartados relacionados con "pl¨¢sticos en contacto con alimentos". El tema no es banal. La regulaci¨®n europea se mueve con nuevas investigaciones. Lo ¨²ltimo: adi¨®s a los biberones que contienen bisfenol A ante el peligro de que, al calentarse, pase a la leche y afecte al sistema nervioso, entre otros. El pasado marzo se ha prohibido su fabricaci¨®n; desde el 1 de junio, su venta. Si antes eran aceptables y ahora no, ?c¨®mo estar seguros de que lo que usamos ahora lo es? Gran pregunta. Ante "la preocupaci¨®n y el alto ¨ªndice de riesgo de cara al consumidor, al trabajador y al medio ambiente", entr¨® en vigor en 2007 la directiva REACH sobre sustancias qu¨ªmicas, un avance en el necesario registro, evaluaci¨®n, valoraci¨®n, admisi¨®n y restricci¨®n de esas 100.000 citadas al inicio.
En el transcurso de su vida-pel¨ªcula, Boote reuni¨® 700 informes cient¨ªficos con evidencia de efectos adversos de algunos pl¨¢sticos, los meti¨® en su maleta y se fue a entregarlos en mano al presidente de la industria europea en una acci¨®n muy cinematogr¨¢fica. Como lo fue coger un meg¨¢fono e interpelar a los clientes de un gran supermercado. Ni uno ni otros se inmutaron. "Es un lobby muy poderoso. Y solo se les puede quitar la palabra con el conocimiento de lo que pasa, mostr¨¢ndolo... y es entonces tambi¨¦n cuando pueden y deben actuar los pol¨ªticos, como ha pasado con el bisfenol A y pasar¨¢ con los ftalatos y con tantos otros". Si tuvo ¨¦xito o no en su objetivo, hay que verlo en el filme. "Pero yo parezco ya m¨¢s un pol¨ªtico que un director de cine", dice, por la cantidad de conferencias a las que ha sido invitado en universidades, escuelas, en Bruselas, en la ¨²ltima Cumbre del Clima de Canc¨²n. "Algo ha cambiado, porque hasta la industria que nos rechazaba al principio, ahora se acerca...", asegura.
En los contenidos de sus webs (la europea, la americana, la de los industriales espa?oles) se aprecia preocupaci¨®n: hay informaci¨®n sobre directivas y prohibiciones de la UE y otras sobre b¨²squeda de materiales y productos con menos impacto, m¨¢s biodegradables, fabricados con biocombustibles (como ya ensayan dos grandes marcas de refrescos), una apuesta por el reciclado y por aligerar los envases para reducir el gasto energ¨¦tico... "Este es un problema de todos. Hay medidas urgentes que tomar", sigue Boote. Y da ejemplos: en una ciudad austriaca se proyect¨® el filme. La alcaldesa y su hijo fueron a verla. "Al salir, el ni?o le dijo: 'Mam¨¢, t¨² eres pol¨ªtica, haz algo'. Ella prohibi¨® el uso de bolsas de pl¨¢stico al poco. Otro: los Emiratos ?rabes. "Tras la rueda de prensa vino a verme el ministro de Medio Ambiente a preguntarme: '?Por d¨®nde empezamos?'. Dios, no soy experto. Pero lo mejor es lo b¨¢sico: 'Bolsas de pl¨¢stico', le dije, sin creer demasiado en que lo har¨ªa. A la semana las prohibieron". Y la CE en Europa est¨¢ en ello ante su consumo disparado: 800.000 toneladas al a?o. "Las tendencias en la industria de embalaje de pl¨¢stico no son sostenibles".
?Alternativas? ?Vuelta al cepillo con cerdas naturales? Lo planteaba el New York Times en el art¨ªculo Plastic: too good to throw away [pl¨¢stico, demasiado valioso para tirarlo], que es el eslogan de una campa?a reciente del gremio para sensibilizar sobre su uso y tratar de recuperar el valor perdido. Quiz¨¢ no. La cuesti¨®n de consumo general deber¨ªa ser no solo el est¨¢ hecho de qu¨¦ sino el est¨¢ hecho para qu¨¦. "El consumo monumental de productos de un solo uso solo tiene sentido si son jeringuillas o botellas de agua en caso de urgencia como ahora en Jap¨®n".
Pero ?qu¨¦ hay de las botellas de pl¨¢stico y los envases que van a dar a la mar, las bolsas, los platos, cucharas y vasos de los cumplea?os felices...? O como expone Pretting: "Un envase de yogur que alarga la vida de su contenido varias semanas necesita 500 a?os para degradarse. Y una bolsa de pl¨¢stico que quiz¨¢ solo se va a usar media hora ensuciar¨¢ el medio ambiente durante un par de cientos de a?os". Absurdo. ?Vivir entonces sin pl¨¢stico como ha intentado la familia Krautwaschl en Austria? "Paso a paso, fuimos primero renunciando a envases, luego a juguetes, a lo electr¨®nico, uf... ?Lo m¨¢s duro? No encontrar patatas fritas que no estuvieran en pl¨¢stico...", se re¨ªan en una entrevista (ver su diario en www.keinheimfuerplastik.com).
"En un mundo de 7.000 millones de almas, no se trata de alimentarnos, vestirnos y vivir de la madera y la piedra, necesitamos el pl¨¢stico porque requiere menos energ¨ªa que otros en fabricaci¨®n y transporte. Quiz¨¢ sea el material del siglo XXI, pero repensando su fabricaci¨®n excesiva y eliminando los h¨¢bitos de derroche". Y entonces Boote podr¨¢ descansar, dejar atr¨¢s a su abuelo y dedicarse a ese otro tema secreto que tiene en mente ya.
'Plastic Planet', de estreno en Francia; tambi¨¦n en DVD. 'Plastic Planet, el lado oscuro del pl¨¢stico', libro de Gerhard Pretting y Werner Boote. Editorial Orange Press.
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