"Jos¨¦ Luis, lo de ETA es posible"
Zapatero arriesg¨® sin ¨¦xito por la paz, confiado en la oferta pol¨ªtica de Otegi a Eguiguren - En cambio, una f¨¦rrea estrategia tras la T-4 le acerca a su objetivo
Mientras Rodr¨ªguez Zapatero metabolizaba en marzo de 2004 aquella inesperada victoria que indign¨® a la derecha espa?ola, su compa?ero Jes¨²s Eguiguren, presidente de los socialistas vascos y con el paso del tiempo la bestia negra del PP, le convenci¨® de que la paz estaba m¨¢s cerca que nunca en Euskadi. "Jos¨¦ Luis, lo de ETA es posible", le vino a decir en uno de sus m¨²ltiples contactos siempre, como hasta ahora, supervisados por Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. Y es que Eguiguren jugaba con ventaja en la previsi¨®n: desde hac¨ªa cuatro a?os tomaba la temperatura de Batasuna por medio de sus frecuentes contactos con Arnaldo Otegi, portavoz de la izquierda abertzale, alrededor de una de las mesas del caser¨ªo Txillare, en la localidad guipuzcoana de Elgoibar.
Era un nuevo escenario, "m¨¢s abonado para la paz" que el ofrecido a Aznar, seg¨²n quienes participaron de su gestaci¨®n. Quiz¨¢ eso explique que cada parte implicada en el conflicto, agilizara sus posiciones. As¨ª, ETA puso el anzuelo de la baja intensidad en sus atentados con bombas sin v¨ªctimas a la sombra del mitin de Anoeta (noviembre de 2004), donde la izquierda abertzale anunci¨® su primera propuesta de paz. En justa correspondencia, Zapatero destap¨® la caja de los truenos en mayo de 2005 al irrumpir en el Congreso con su oferta de fin dialogado con ETA sin precio pol¨ªtico. "Lo hizo con coraje, con altura de miras y porque lo ve¨ªa posible", recuerdan quienes lo siguieron de cerca en La Moncloa.
En realidad, el presidente jugaba sobre seguro, porque dispon¨ªa de una informaci¨®n directa sobre el debate pol¨ªtico y militar en el entorno terrorista que, de hecho, le permiti¨® acoger sin sorpresas el alto el fuego permanente, declarado por los terroristas curiosamente en el primer aniversario de la victoria socialista. Era el punto de partida de un intrincado proceso de paz que soliviant¨® en las calles al PP y a las v¨ªctimas del terrorismo, pero que prendi¨® la ilusi¨®n en el Pa¨ªs Vasco, donde nadie se sinti¨® indiferente. A tal punto cundi¨® la esperanza que la negociaci¨®n tom¨® cuerpo entre todos los partidos, incluida Batasuna.
Zapatero, entregada su suerte a las aceleradas conversaciones de Loiola, resisti¨® sin rasgu?os pol¨ªticos el envite de la hostil oposici¨®n, fortalecido, adem¨¢s, por el reconocimiento internacional. Pero fue un espejismo. ETA, al final, no super¨® el v¨¦rtigo del acuerdo "valiente" de los negociadores, incluido Otegi, alegando que Navarra quedaba excluida. Y traslad¨® su enfado, pero Zapatero no les crey¨®. Tampoco a Eguiguren, que le advirti¨® de un final macabro. En Francia ya preve¨ªan el fatal desenlace, aunque en La Moncloa nadie se atrevi¨® a disuadir al presidente cuando en v¨ªsperas del atentado de Barajas anunci¨® que "en un a?o, Espa?a estar¨¢ mejor en cuanto al fin de ETA".
Al d¨ªa siguiente, su equivocaci¨®n produjo sonrojo. Pero bien es cierto que desde entonces todo cambi¨®. El Gobierno endureci¨® su estrategia y sus mensajeros aqu¨ª y en Ginebra, tambi¨¦n. Zapatero, siempre con Rubalcaba al lado, activ¨® la presi¨®n policial para agujerear a la organizaci¨®n terrorista, impuls¨® la Ley de Partidos con el PP para acercar a la inanici¨®n a la desnortada izquierda abertzale, cerr¨® la puerta a la negociaci¨®n pol¨ªtica y se sent¨® a esperar a que su enemigo se rindiera. De momento, Batasuna ya lo ha hecho por medio de Sortu. Y a ETA ya no hay quien le escriba.
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