Tras el rastro del patriarcado
Un congreso desmonta las deducciones de los historiadores en torno a las mujeres
Ginecocracia. As¨ª defini¨®, escandalizado, la forma de vida en los castros gallegos prerrom¨¢nicos el historiador griego Estrab¨®n. La idea de que el noroeste peninsular fue un matriarcado en alg¨²n tiempo se mantuvo a lo largo de los a?os, incluso Emilia Pardo Baz¨¢n escribi¨®: "No desmiente la mujer gallega las tradiciones de aquellas ¨¦pocas en que estando dedicados los varones de la tribu a los riesgos de la guerra o a las fatigas de la caza, reca¨ªa sobre las mujeres el peso total, no solo de las faenas dom¨¦sticas sino de la labor y cultivo del campo".
Pero seg¨²n explic¨® Mar Llineras en el I Encontro Interdisciplinar de Historia do X¨¦nero, que se celebra estos d¨ªas en la Facultade de Filosof¨ªa de la Universidade de Santiago de Compostela, no existe ninguna prueba que lo pueda demostrar. De hecho, existi¨® una corriente de autores que consideraron que hubo un tiempo en el que la mujer, en concreto la fecundidad, fue adorada como diosa madre universal, algo que seg¨²n la historiadora es insostenible. A¨²n as¨ª, la del matriarcado gallego es una teor¨ªa cre¨ªble y l¨®gica. Los indicios no se quedan en las cr¨®nicas de los autores cl¨¢sicos. Tambi¨¦n en los monumentos funerarios queda patente que la mujer estaba, por lo menos, m¨¢s presente que en otras comunidades. Hay un n¨²mero importante de inscripciones dedicadas a mujeres. Adem¨¢s, se encontraron l¨¢pidas en las que solo se nombra a la madre del fallecido, sin hacer referencia al padre. Todo ello apunta a una direcci¨®n, pero es imposible saberlo a ciencia cierta. "Probablemente habr¨ªa una divisi¨®n de tareas: la mujer trabajaba la tierra mientras el hombre realizaba expediciones para la caza", explica Llinares, "para alguien de la Grecia del siglo I, donde las mujeres estaban totalmente sometidas, esto ya era una raz¨®n para escandalizarse".
Los investigadores reconstruyeron la prehistoria sobre estereotipos actuales
El griego Estrab¨®n defini¨® la sociedad castrexa como una ginecocracia
Los investigadores de per¨ªodos anteriores, como la prehistoria, tampoco han sabido ser independientes de los estereotipos de sus tiempos, y constantemente se ha venido mezclando naturaleza y biolog¨ªa con roles sexuales adquiridos con el tiempo. El mejor ejemplo son las representaciones de hom¨ªnidos, donde las hembras siempre aparecen en actitud pasiva mientras el macho est¨¢ cazando o afilando lanzas, siempre haciendo algo productivo para proteger y alimentar a hembras y cr¨ªas. "Hay im¨¢genes en las que solo les falta el bolso y los pendientes", bromea Llinares. Se da por sentado que las hembras permanec¨ªan la mayor parte del tiempo con sus cr¨ªas en el regazo, amamant¨¢ndolas, sentadas y siempre en la cueva. "Los textos en los que se hacen reconstrucciones del pasado est¨¢n llenos de supuestos en relaci¨®n a los roles de macho y hembra sin que existan pruebas para intuir que el papel de la hembra en la evoluci¨®n fuese nulo", cuenta la historiadora.
Fue en los a?os setenta cuando las arque¨®logas empezaron a cambiar la situaci¨®n. Primero denunci¨¢ndola y luego elaborando estudios de g¨¦nero que abarcaban todos los ¨¢mbitos de la prehistoria. En las conocidas ilustraciones que representan la evoluci¨®n de la humanidad, del mono al astronauta, solo aparece representado un sexo. El protagonismo en la evoluci¨®n lo hab¨ªa acaparado el var¨®n a trav¨¦s del modelo de hombre cazador. Esta afirmaci¨®n implica que el var¨®n fue el motor de la transformaci¨®n y la mujer desempe?¨® un papel secundario vinculado a la reproducci¨®n. Incluso hubo quien insinu¨® que las mujeres perdieron el celo para ser sexualmente receptivas siempre y ofrecer sexo al var¨®n a cambio de alimento. De este modo, se asegura que, como el macho era quien sal¨ªa de la cueva, fue el primero en caminar erguido. El bipedismo llegar¨ªa m¨¢s tarde a la mujer por cuestiones gen¨¦ticas: el padre transmit¨ªa esta caracter¨ªstica, pero no la madre. "Esto lo defendi¨® gente muy respetada en el mundo de la antropolog¨ªa, y nadie indic¨® que existiesen argumentos ideol¨®gicos", explica Llinares.
Por el contrario, cuando se pusieron en marcha las teor¨ªas feministas, fueron ignoradas por "usar argumentos pol¨ªticos". Lo que propon¨ªan se conoce como el modelo de la mujer recolectora, opuesto al del hombre cazador. Esta teor¨ªa daba m¨¢s importancia a la dieta vegetal, que en un principio constituir¨ªa el sustento de los hom¨ªnidos. Se supone que la caza fue m¨¢s tard¨ªa y que las mujeres se ocupaban de la recogida de vegetales. Incluso se cree que estas primeras agricultoras inventaron algunas herramientas.
"Ser¨ªa muy dif¨ªcil confirmar cualquiera de las hip¨®tesis", cuenta Llinares, esc¨¦ptica. Lo que est¨¢ claro es que ning¨²n estereotipo actual puede aplicarse al estudio de la prehistoria. Peor es utilizar la prehistoria que se supone o se intuye para justificar las desigualdades del presente entre hombres y mujeres como algo natural.
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