La esquina del dolor
Los boxeadores mexicanos, que son los m¨¢s peleones entre los boxeadores peleones de este mundo, suelen llamar al lugar del cuadril¨¢tero donde uno nunca descansa, donde se pega y se encaja de veras, la esquina del dolor. En ese sagrado lugar decidi¨® poner siempre el gran Sidney Lumet no solo su c¨¢mara sino tambi¨¦n, y adem¨¢s, sus ideas.
Ni que decir tiene que esa esquina no asegura la victoria, si acaso, o tal vez con mucha suerte, la dignidad de la pelea.
El rostro de Al Pacino en Tarde de perros nos dice que el intento era insensato pero que las causas eran nobles, y as¨ª, con esa llama en el alma, se puede tratar de encender el fuego de vivir. A partir de ahora y sin Sidney Lumet ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil tratar de calentarse las manos.
Muerto Lumet muertos todos, cabr¨ªa decir para quienes hemos aprendido a ser lo poco que somos en los m¨¢rgenes de su inmenso talento y lo que es aun m¨¢s importante, en los m¨¢rgenes de su tremenda compasi¨®n. No hay otra palabra, como bien sab¨ªa Lumet, que nos acompa?e tan dulcemente mientras tratamos de decir lo mucho de bueno que se puede contar todav¨ªa de los muertos sin suerte.
Lumet lo hizo todo y todo bien, aventur¨® el futuro en Network y comprendi¨® el pasado, su corrupci¨®n y la corrupci¨®n de todas nuestras culturas, y viaj¨® con elegancia en todos los trenes vigilados, o no, y por si nos faltase algo nos regal¨® la ¨²ltima y m¨¢s noble derrota y victoria de un Paul Newman que ya no era el juguete de su industria, sino un hombre, como cualquiera, y por lo tanto, mucho m¨¢s importante. Por si eso fuera poco escribi¨® el libro que considero m¨¢s sensato para qui¨¦nes pretendan ser alguna vez directores de cine, Making Movies, y casi se excus¨® por ello. Porque como todo en Lumet, no hab¨ªa ni un s¨ªntoma de arrogancia en su enorme clarividencia.
Su obra, su vida, el recuerdo de quienes tienen la suerte de recordarlo, elevan a Lumet a una condici¨®n que supera con creces la condici¨®n del artista, sin abandonarla.
Lumet era algo que otros no podremos ser nunca, un gran director de cine, y otra cosa aun m¨¢s lejana e imposible, un buen hombre.
Y lo hizo todo enredado en una exquisita elegancia y sin dejar nunca de pelear en la esquina del dolor.
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