Sin sentido
Hace nada estaba yo dudando entre dos camisas en una de esas falsas tiendas de moda que abundan en el puerto de Ibiza (la ropa devuelta de toda Europa se vende all¨ª como si fuera de la pr¨®xima temporada) cuando el mundo se dio, otra vez, la vuelta. Ni que decir tiene que a mi absurda obsesi¨®n por encontrar las siete diferencias entre dos camisas aparentemente id¨¦nticas nadie en ese instante le dio importancia, ni siquiera yo. Cosa de la que ahora me arrepiento.
Hay una tendencia equivocada que nos impulsa a separar la historia del detalle, pero, como bien sabe el primer pollo muerto bajo el peso de un fornido paracaidista de la RAF llovido del cielo 26 horas antes del desembarco de Normand¨ªa, esta l¨ªnea historiogr¨¢fica ha demostrado m¨¢s de una vez su ineficacia. Por cierto que el paracaidista que mat¨® al pollo se llamaba William Hosbit, pero debido a este extra?o accidente pas¨® a figurar en los m¨¢rgenes de la historia con el nombre de Bill Chicken Hosbit (este dato, por supuesto, se puede comprobar.)
"Cuando una bota enemiga aplasta por sorpresa a un pollo, algo est¨¢ pasando"
En fin, como dijo Walter Bazauck, jefe de radiotelegrafistas de la l¨ªnea de defensa alemana en los territorios ocupados, "cuando una bota enemiga ca¨ªda del cielo aplasta por sorpresa a un pollo, es que algo est¨¢ pasando". Nadie le hizo caso, y as¨ª es como se unen siempre (y tarde) el detalle, la sorpresa y la historia.
El caso es que el otro d¨ªa estaba dudando entre dos camisas muy similares en el puerto de Ibiza y mientras comprobaba la costura alrededor de los botones (puede que los ni?os chinos ya no sepan coser o puede ser que se hayan cansado), el mundo hab¨ªa cambiado tanto que no supe qu¨¦ pensar. El puerto era el mismo, pero abierto a un mar diferente; yates similares, pero viajeros extra?os. Otra ¨¦poca. Supongo que tan poco duradera como las que la precedieron.
Hace una d¨¦cada, sin ir m¨¢s lejos, el barril de petr¨®leo costaba menos que ahora y, sin embargo, la coca¨ªna era ligeramente m¨¢s cara, y por aquel entonces -que es a todas luces un entonces ya muy lejano- los cocineros solo eran famosos en Francia (es de suponer que a falta de otros famosos). En ese mundo distinto que es el pasado reciente sorprende ahora recordar que Everything but the Girl ten¨ªa un precioso disco en el mercado, Like the deserts miss the rain, que parec¨ªa el principio de algo, pero que sin duda era el final.
A menudo los icebergs flotan invertidos. Hay un entusiasmo muy peculiar que solo acompa?a al final de todas las cosas, como esos amigos ¨ªntimos que se abrazan solo en los funerales.
El brillo negro del combustible sobre el agua del muelle es el mismo bajo cada embarcaci¨®n, pero su valor es otro. Las cenizas de la matanza (las torres, los trenes, los mercados) y el rumor de la matanza posterior (los desiertos, los terremotos, los mercados) vuelan todav¨ªa entremezclados. Huele a un humo muy lejano.
Cada tirano y cada santo (y cada amante) improvisan un calendario. El a?o cero, el d¨ªa uno. Ayer de pronto est¨¢ muy lejos. Muy lejos queda Manhattan, muy lejos Kabul y m¨¢s lejos a¨²n las mujeres muertas de Ciudad Ju¨¢rez.
?A qui¨¦n exactamente se le ocurri¨® esta est¨²pida idea de compartir las desgracias? A la CNN seguramente, y cabe pensar que pagar¨¢n por ello lo que cobraron antes, si no lo han pagado ya, en forma de multimillonarios contratos de publicidad que ahora disfruta la Fox y el resto de la prensa honestamente sensacionalista (esta misma, sin ir m¨¢s lejos).
Mientras tanto, la raz¨®n por la que existe el resto del mundo (ese mundo tercero) permanece inalterada. Ning¨²n campo se puede permitir el lujo de no ser sembrado de opio, o de planta de coca, o de gasoductos, oleoductos, vertederos at¨®micos, molinetes... o de muertos. Ning¨²n ni?o descalzo crece con la idea de no salir al comercio de lo real en el mundo real. Y sobre todo sin la idea de estar por fin calzado.
La raz¨®n que ha sujetado el mundo (cualquiera de los tres mundos), y su historia, nunca ha variado, y radica precisamente en la expansi¨®n del expolio, no de la pena.
Como dec¨ªa el magn¨ªfico escritor turin¨¦s Guido Ceronetti:
"El porvenir es una v¨ªbora".
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