Vida de Pablo
El levanta la vista del libro para mirarla, y ve tantas cosas a la vez que no comprende su propia mirada. Hasta ese momento, nunca se ha parado a pensar que lleva ya muchos a?os viviendo con esa mujer. Le parec¨ªan varios, algunos, bastantes. No demasiados, pero no muchos. Hasta ese momento, tampoco ha sentido la necesidad de comparar a la mujer de la que se enamor¨® hace una d¨¦cada con la que duerme a su lado todas las noches. Era ella, simplemente, y es as¨ª, siempre igual a s¨ª misma. La historia que est¨¢ leyendo le ha devuelto a otra, que fue ella y ya no lo es, aunque lo siga siendo. Dicho as¨ª, parece un acertijo para metaf¨ªsicos tontorrones, piensa a continuaci¨®n, pero solo es amor.
"Se sorprende mir¨¢ndola como si no creyera su propia historia, el tiempo que ha pasado"
Algunos libros aciertan a llamar a los lectores de t¨², y consiguen convencerles de que est¨¢n leyendo una ficci¨®n basada en su propia vida. Eso es lo que siente en estos momentos. Porque ¨¦l, desde luego, no conoce de nada al autor de esta novela. No es madrile?o, no es poeta, no posee una vasta, abrumadora erudici¨®n, no ha vivido en C¨®rdoba, nunca ha llevado gafas de culo de vaso ni ha salido de una depresi¨®n con diez kilos de m¨¢s, y no ha trabajado de pinchadiscos. Su mujer tampoco se parece a la mujer real, inventada, o, seguramente, real e inventada a partes iguales, cuya presencia recorre la novela de punta a punta en los amorosos y atormentados a veces, otras euf¨®ricos, brazos del narrador. La chica a la que est¨¢ mirando para recibir a cambio una mirada perpleja ante su insistencia no es andaluza, no es menuda, no es pintora, no lleva flequillo, no es mayor que ¨¦l y, al menos que ¨¦l sepa, tampoco acarreaba una considerable experiencia amorosa antes de conocerle. Sin embargo, esta novela le est¨¢ contando su propia historia. No sabe muy bien por qu¨¦, pero sabe que, si lo supiera, el fen¨®meno perder¨ªa la gracia.
-?Por qu¨¦ me miras as¨ª?
Cuando se conocieron, ella tambi¨¦n era delgada y misteriosa, una chica de humor indescifrable, capaz de sonre¨ªr, de re¨ªrse incluso a carcajadas, un instante antes de sucumbir a repentinos, herm¨¦ticos accesos de melancol¨ªa.
-?C¨®mo?
En aquella ¨¦poca, ¨¦l lamentaba que le faltara una br¨²jula para hacer frente a su mapa, y algo m¨¢s, un astrolabio para navegar sobre la tempestad de sus cambios de ¨¢nimo. Nunca sab¨ªa cu¨¢ndo estaba de m¨¢s, ni cu¨¢ndo le echaba ella de menos. Pero, eso lo recuerda bien gracias al libro que est¨¢ leyendo, tambi¨¦n sent¨ªa que el sexo hac¨ªa explotar las fr¨¢giles mol¨¦culas de aire que separaban sus cuerpos desnudos como si todo, ellos y el aire, fueran los tres ¨²nicos habitantes de un universo encerrado dentro de un microondas, en un envase de palomitas.
-As¨ª...
Blop, blop, blop, y la realidad cambiaba de forma, crec¨ªa, se esponjaba, se volv¨ªa blanca, tibia, y ¨¦l se daba cuenta de que esa realidad sonrosada con aroma a mantequilla era real, y era importante. Despu¨¦s, ella no le llamaba, no le cog¨ªa el tel¨¦fono, apenas le saludaba con un gesto cuando se tropezaban por los bares, y ¨¦l beb¨ªa mucho m¨¢s de lo que le conven¨ªa, se emborrachaba, y la maldec¨ªa, se desesperaba, y la maldec¨ªa, y era tan fr¨¢gil, tan hermosa, tan irresistible cuando quer¨ªa, cuando le quer¨ªa, que no sab¨ªa qu¨¦ hacer, ad¨®nde huir, c¨®mo protegerse de aquel enigma curvo y afilado que le her¨ªa y le curaba al mismo tiempo. Entonces, verla bailar sola o re¨ªr con otros se convert¨ªa en un suplicio cuya crueldad nunca antes habr¨ªa sido capaz de calcular.
-No lo s¨¦.
Pero s¨ª lo sabe. La est¨¢ mirando con los ojos de otro, un hombre que nunca ha sido, pero que miraba exactamente igual a una mujer que tampoco fue nunca ella. Es extra?a la literatura, piensa, extra?a solo a veces, extra?os algunos libros de los que brotan manos fant¨¢sticas, dedos ficticios y, sin embargo, capaces de coger al lector de las solapas, de engullirlo entre sus letras y trag¨¢rselo en sus espacios en blanco con m¨¢s fuerza de la que sus manos de carne y hueso necesitan para sostenerlo.
-?C¨®mo no vas a saberlo?
?l se enamor¨® una vez, perdidamente, de una chica graciosa, fr¨¢gil y esquiva. Ella al principio no le quer¨ªa, despu¨¦s no sab¨ªa si le quer¨ªa, m¨¢s tarde estaba casi segura de que le quer¨ªa, pero necesitaba estar segura por completo, y ¨¦l sufr¨ªa, y esperaba, y sufr¨ªa, y esperaba, hasta que por fin se cas¨® con ella.
-De verdad que no lo s¨¦.
Claro que lo sabe. Ahora que acaba de darse cuenta de que lleva muchos a?os, no varios, no algunos, no bastantes, no demasiados, sino muchos a?os casado con ella, se sorprende mir¨¢ndola como si no se creyera su propia historia, el tiempo que ha pasado, el ritmo que se ha ralentizado, el hombre y la mujer en los que se han convertido.
El libro que est¨¢ leyendo es una novela de Editorial Perif¨¦rica titulada Vida de Pablo. Su autor se llama Carlos Pardo. Hace unos d¨ªas, su mujer sali¨® a dar una vuelta y volvi¨® con ella. La he visto en un escaparate, le dijo, y me ha parecido que te iba a gustar.
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