El triunfo del morbo y la confusi¨®n
Qu¨¦ tiempos tan enojosos para los periodistas. Acostumbrados a contar las noticias buscando respuesta a cinco interrogantes -los cl¨¢sicos qu¨¦, qui¨¦n, c¨®mo, cu¨¢ndo y d¨®nde-, se ven en el lance de narrar su propia crisis sabiendo que los gur¨²s de la prensa han reducido todas las preguntas a una: ?gratis o de pago? Discuten sobre la rentabilidad de los nuevos soportes y buscan con denuedo el mapa del tesoro en esos medios de autocomunicaci¨®n de masas que son Facebook y Twitter. Entretanto se les desmandan los provocadores que ellos mismos han encumbrado.
La coincidencia en el tiempo de tres esc¨¢ndalos relativos al comportamiento period¨ªstico nos habla de la urgencia de debatir sobre los escr¨²pulos. Porque si a partir de ahora las exclusivas se van a conseguir acosando a discapacitados mentales y la opini¨®n p¨²blica se va a formar en debates de rabaneras o con los escritos de gente que sufre evidentes taras morales, convendr¨ªa al menos que el periodismo nos informara de su nueva naturaleza y su disposici¨®n a servirse de cualquier medio para ara?ar una d¨¦cima de audiencia.
El periodismo se deteriora de la mano de gestores que creen que es un negocio como la venta de tornillos
En momentos de grandes cambios, no hay decisiones f¨¢ciles. Los gestores se enfrentan a los problemas del d¨ªa a d¨ªa mientras organizan el futuro. Como dec¨ªa Su¨¢rez en la Transici¨®n: "Tengo que cambiar las ca?er¨ªas sin dejar de dar agua". El mandato de adaptarse a las nuevas tecnolog¨ªas y a la inmediatez de la red obedece a la intuici¨®n de que en alguno de sus rincones se hallar¨¢n pepitas de oro. No est¨¢ claro que las nuevas tuber¨ªas vayan a ser de 24 quilates, aunque es posible que para entonces ya no den agua potable, sino un brebaje reciclado apenas apto para regar los parques.
Est¨¢ fuera de duda que los medios han de ser rentables, pues esa es la garant¨ªa de su independencia. Pero siempre se hab¨ªa entendido que el dinero era eso que llegaba a los despachos mientras los periodistas hac¨ªan su trabajo.
De la mano de gestores convencidos de que el negocio period¨ªstico no difiere mucho de la venta de tornillos, el beneficio ha ido ascendiendo en la escala de prioridades hasta acomodarse en el coraz¨®n de las redacciones. Cuando el dinero ocupa la imaginaci¨®n period¨ªstica, se recurre a atajos seguros: el en¨¦simo v¨ªdeo de una inundaci¨®n en Sichuan; las posibles pr¨¢cticas zo¨®filas de la Junta Militar birmana o el estrangulamiento de una mujer por un hombre normal. Nada de esto tiene que ver con nuevas tecnolog¨ªas, sino con viejas pulsiones del ser humano, aquellas que con tanto ¨¦xito satisfac¨ªa la revista Pronto en su secci¨®n de "Mundo ins¨®lito".
La confusi¨®n empez¨® cuando los gestores de prensa decidieron llamar "producto" a sus publicaciones. Un peri¨®dico no es un producto, es un servicio. Y no un servicio cualquiera, sino el que se presta a los ciudadanos para contribuir a su informaci¨®n y su criterio en cuestiones de inter¨¦s para la sociedad. Si Joseph Pulitzer reconoc¨ªa en el buen periodismo la "vocaci¨®n por lo correcto", es evidente que en los estrambotes y el morbo late una infatigable vocaci¨®n por el error.
Sin una conciencia clara de la responsabilidad social de la prensa, sin otro objetivo que el af¨¢n comercial, no solo la profesi¨®n pierde su sentido, sino que puede arrastrar con ella a un pa¨ªs entero. En palabras de Pulitzer: "Una prensa capaz, desinteresada y solidaria, intelectualmente entrenada para conocer lo que es correcto y con el valor para perseguirlo, conservar¨¢ esa virtud p¨²blica sin la cual el gobierno popular es una farsa y una burla. Una prensa mercenaria, demag¨®gica y corrupta, con el tiempo producir¨¢ un pueblo tan vil como ella".
El riesgo de envilecimiento aumenta de forma peligrosa al no ser la crisis del periodismo muy distinta de la general. Regidos por una mentalidad empresarial cuyo ¨²nico criterio es el beneficio a corto plazo, se hace periodismo basura como se han hecho hipotecas basura. Olvidados de las consecuencias sociales de sus actos, los bancos fabrican desahucios y los medios crean debates de mala calidad, que contribuyen a destruir la noci¨®n misma de debate, la idea de que la discusi¨®n racional es el ¨²nico modo de resolver las discrepancias y alcanzar acuerdos. Si los impagos bancarios llevan a la econom¨ªa a la quiebra, el periodismo insolvente hace entrar a la democracia en bancarrota.
Tal vez la forma de evitarlo pase por contestar a las cinco preguntas de siempre: qu¨¦ funci¨®n tiene el periodismo; qui¨¦n se beneficia de ¨¦l, adem¨¢s de los accionistas; c¨®mo puede engrandecer un pa¨ªs; cu¨¢ndo deja de ser ¨²til; ad¨®nde quiere ir. Se trata de cuestiones que la tecnolog¨ªa no va a resolver, puesto que las herramientas carecen de voluntad, y somos las personas quienes decidimos c¨®mo emplearlas. Si todas las energ¨ªas de los medios se concentran en perseguir hasta el ¨²ltimo euro refulgente, poca fuerza les quedar¨¢ para preocuparse de los escr¨²pulos. Vigilemos, no obstante, sus consignas, porque los due?os del lenguaje siempre han honrado el bien mientras practicaban el mal, como nos advirti¨® Julien Benda. A¨²n hemos de ver c¨®mo invocan la libertad de informaci¨®n y de expresi¨®n quienes solo aspiran a blindar su ilimitada libertad de hacer dinero.
Irene Lozano es periodista y escritora.
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