Rep¨²blica
Existen reservas naturales a las que no se puede acceder sin un permiso especial y gracias a la protecci¨®n de las leyes algunas islas, ciertos parajes, se mantienen todav¨ªa incontaminados. Esos espacios preservados sirven entre otras cosas para purificar tambi¨¦n nuestra mente por el solo hecho de viajar a ellos con el pensamiento. Aunque sea imposible llegar al coraz¨®n virgen de la naturaleza, para sentirse igualmente limpio basta con imaginar que en alg¨²n lugar del planeta a¨²n quedan r¨ªos azules, valles intactos no especulados y montes donde subsisten las mismas plantas aut¨®ctonas desde el cuaternario. En cierto sentido la Segunda Rep¨²blica es tambi¨¦n una reserva pol¨ªtica que habita en la mente de muchos espa?oles sin la necesidad de volver a ella sino con la imaginaci¨®n, como un ejercicio regenerador y did¨¢ctico. La Rep¨²blica supuso en la historia de Espa?a una corriente de aire puro de renovaci¨®n basada en la inteligencia, en la libertad, en la cultura y en la justicia social, que termin¨® en un ba?o de sangre. Aunque para algunos ciudadanos la Constituci¨®n de 1931 fuera un hecho nefasto, la causa de toda desdicha, aquella aspiraci¨®n de modernidad frustrada por la violencia fraticida supone para otros espa?oles un hito nost¨¢lgico, como un amor perdido de juventud. Pero por fortuna el recuerdo de la Segunda Rep¨²blica estar¨¢ siempre asociado a las flores de acacia de mitad de abril, a la Ni?a Bonita del azar, a una primavera inevitable, que se renueva cada a?o como un lugar inici¨¢tico adonde uno debe volver para regenerarse pol¨ªticamente. Sin duda el recuerdo de aquel tiempo est¨¢ dorado por el polvo amarillo. Puede que aquellos pr¨®ceres republicanos que ven¨ªan del regeneracionismo con el empe?o de una Espa?a europe¨ªsta, laica, racional y progresista fueran unos ingenuos cuyo sue?o se vio devorado por las fuerzas ancestrales de la Espa?a negra, pero su estela qued¨® en suspensi¨®n en la atm¨®sfera y cada abril se posa en el inconsciente colectivo. Si la Rep¨²blica es hoy una meta inalcanzable, no por eso deja de ser una reserva espiritual, un paradigma pol¨ªtico de la memoria, lo mismo que ese territorio imaginario donde se extienden litorales todav¨ªa v¨ªrgenes y discurren r¨ªos azules en cuyas aguas es obligado volver siempre a ba?arse.
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