Espiral Mourinho
El protagonismo del t¨¦cnico portugu¨¦s contamina la serie del cl¨¢sico, tanto para el Madrid como para el Bar?a, en v¨ªsperas de la Copa y despu¨¦s de que los azulgrana encarrilaran la Liga
Acabado el Acto I de la serie del cl¨¢sico, se dir¨ªa que el Bar?a juega con amplitud de miras, m¨¢s pendiente de su juego que del adversario, independientemente del torneo. La suya es una mirada opuesta a la del Madrid, que contempla los enfrentamientos como si fueran un pack y guardaran relaci¨®n, los cuatro dependientes de la estrategia urdida por Mourinho, definitivamente el hilo conductor de una obra que cuenta con un personaje inesperado: el tap¨®n Pepe.
As¨ª las cosas, el Madrid hace ver como que el s¨¢bado no se jugaba la Liga, sino que se preparaba para la Copa y, al tiempo, tomaba carrerilla para la Champions. Desde este punto de vista, el Madrid cree que est¨¢ m¨¢s cerca que nunca del Bar?a, ganador de los cinco partidos anteriores, de ah¨ª la celebraci¨®n del empate en el Bernab¨¦u. Pobre consuelo para un equipo que dispone seguramente de la mejor plantilla del f¨²tbol y, consecuentemente, la m¨¢s dispuesta para gobernar un torneo a largo plazo como la Liga. Ocurre que el Madrid se empeque?eci¨®, como si fuera un equipo menor, en la misma medida que se agrandaba Mourinho, m¨¢s pendiente de su curr¨ªculo que del club.
A fin de cuentas, el Bar?a no podr¨¢ igualar el r¨¦cord de seis victorias seguidas del Madrid en los cl¨¢sicos que van de 1962 a 1965 por obra y gracia de Mou. No hay figura m¨¢s contaminante que la de Mourinho. Florentino, Valdano y Casillas, los distintos estamentos del Madrid, parecen entregados a su causa, expectantes por saber si es cierto que el t¨¦cnico ha dado con la f¨®rmula para desactivar a Messi y, por extensi¨®n, el partido del s¨¢bado marcar¨¢ el punto de inflexi¨®n que acabar¨¢ con el dominio del Barcelona.
El Madrid ha perdido el miedo y ganado confianza a partir de la fiereza de Pepe, un central convertido en volante para impedir el juego de asociaci¨®n y aislar a La Pulga, lo que consigui¨® con la permisividad del ¨¢rbitro. Mourinho parece haber encontrado en la Liga un plan para la Copa. Insistir¨¢ seguramente con Pepe en la medular, mientras Sergio Ramos sustituye al sancionado Albiol como central, y es posible que d¨¦ vueltas a la posibilidad de acomodar en la alineaci¨®n a ?zil, revulsivo del equipo, una concesi¨®n que reclama la tradici¨®n del Madrid.
A Mourinho, entregado a los jugadores f¨ªsicos, le interesa demostrar que es mejor tener el bal¨®n en un c¨®rner o una falta que en la divisoria como pretende el Bar?a, obligado a dar vueltas al planteamiento de Chamart¨ªn con vistas a Mestalla. Guardiola necesita recuperar a Puyol o, en su defecto, recurrir a Mascherano como acompa?ante de Piqu¨¦ antes que retrasar a Busquets, pieza capital como volante para equilibrar el equipo y activar el juego interior. Y puede que el entrenador repare, por lo dem¨¢s, en la posibilidad de dar entrada a un medio (Afellay, Thiago, Keita) en vez de a Pedro, a¨²n falto de chispa, para dinamizar el medio campo y complicar la vida a Mourinho, imparable cuando su equipo se pone por delante en el marcador. La presi¨®n del canario, por otra parte, pierde sentido cuando el adversario no quiere la pelota. Nadie convencer¨¢, en cambio, al t¨¦cnico de que quiz¨¢ ser¨ªa mejor que jugara Vald¨¦s que Pinto, titular en la Copa. El vestuario azulgrana interpretar¨ªa el gesto como una concesi¨®n populista o un acto de prevenci¨®n ante el Madrid.
"El empate nos ir¨¢ muy bien para preparar la Copa", anuncia Guardiola, que no quiere desquiciarse con Mourinho como le pas¨® a Rijkaard en una eliminatoria con el Chelsea. Guardiola ha ganado cuantas finales ha disputado. ?nicamente no ha alcanzado dos de todas las posibles, ambas el a?o pasado: la de Copa, eliminado por el Sevilla, y la de la Champions, superado precisamente por el Inter de Mourinho, que acumula dos a?os sin perder una eliminatoria copera (14 rondas). Imposible, consecuentemente, que el Acto II no est¨¦ condicionado desde el banquillo.
Pocas veces los dos grandes del f¨²tbol espa?ol hab¨ªan estado tan entregados a sus entrenadores, algo m¨¢s normal en el Bar?a que en el Madrid, ahora en brazos del t¨¦cnico m¨¢s monopolista del mundo.
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