El ciudadano Mas y la agitaci¨®n pol¨ªtica
Uno de los deberes de un jefe de Gobierno es respetar los procedimientos de la democracia, ejercer como gu¨ªa seguro en todo lo que a ellos se refiera y evitar lo que pueda confundir a la ciudadan¨ªa. Lamentablemente, esta no ha sido la pauta seguida por el presidente Artur Mas en relaci¨®n con la campa?a independentista mal llamada "consulta popular". Para justificar en el Parlament su intervenci¨®n en ella, no se le ocurri¨® otra cosa que apelar a su "derecho al voto" como ciudadano particular. ?C¨®mo puede incurrir en semejante confusi¨®n conceptual un dem¨®crata que ocupa cargos de m¨¢xima responsabilidad institucional? Es algo ins¨®lito.
Desde el primer momento los promotores de esa campa?a siguieron la t¨¢ctica de utilizar la terminolog¨ªa propia de un referendo legal: censo, votos, electores, urnas, colegio electoral, etc¨¦tera. El universo medi¨¢tico nacionalista les sigui¨® la corriente, en una indisimulada contribuci¨®n a la campa?a. Pero una cosa es la opci¨®n de los medios y otra muy distinta que el presidente del Gobierno catal¨¢n se prestara a confundir la movilizaci¨®n propagand¨ªstica con una consulta legal. Y que luego apelara al derecho al voto para justificar su participaci¨®n en ella. No hab¨ªa una verdadera convocatoria electoral, luego no pod¨ªa haber derecho a voto. O¨ªr en el Parlament tal confusi¨®n en boca del presidente produce, una vez superado el pasmo, verg¨¹enza ajena. Porque supone una deslealtad institucional y una utilizaci¨®n tendenciosa del cargo. Hacer propaganda pol¨ªtica tambi¨¦n es un derecho. Pero es otra cosa.
El presidente de la Generalitat confunde en el Parlament el derecho al voto con el derecho a la propaganda
Mas defendi¨® en el Parlament, adem¨¢s, la insostenible teor¨ªa de que su actividad como presidente de la Generalitat es distinta de su actividad pol¨ªtica como ciudadano particular. Este argumento apenas disimula, sin embargo, su car¨¢cter de mera excusa. Cierto es que la intervenci¨®n de Mas en la campa?a se hizo sin fot¨®grafos ni c¨¢maras de televisi¨®n, pero el hecho fue r¨¢pidamente dado a conocer a la prensa y logr¨®, claro est¨¢, una amplia difusi¨®n en los medios de comunicaci¨®n. Por si quedaban dudas de que este era uno de los objetivos perseguidos, el secretario general de CDC, Oriol Pujol, se jact¨® p¨²blicamente el pasado d¨ªa 15 en la sede de los organizadores de la campa?a de que la publicitada participaci¨®n de Mas y de Jordi Pujol hab¨ªan sido una "ayuda" a su ¨¦xito.
No queda ah¨ª la cosa. El l¨ªder de Uni¨®, Josep Antoni Duran Lleida, desat¨® una airada pol¨¦mica entre nacionalistas a prop¨®sito de la participaci¨®n de la vicepresidenta del Gobierno, Joana Ortega, en la susodicha campa?a. Explic¨® que la n¨²mero dos del Gobierno, que lo es tambi¨¦n de Uni¨®, hab¨ªa votado no en ella. Los partidarios de la independencia en la coalici¨®n de CiU le afearon inmediatamente que hubiera roto una de las condiciones esenciales de toda elecci¨®n democr¨¢tica, el secreto del voto. Entonces sucedi¨® lo m¨¢s surrealista y al mismo tiempo lo m¨¢s significativo de todo este episodio. Por incre¨ªble que parezca, tanto los protagonistas como muchos de los comentaristas que participaron en la controversia ?polemizaban como si, efectivamente, se tratara de votos de verdad! ?Discut¨ªan como si la participaci¨®n en el simulacro fuera lo mismo que el ejercicio del voto en unas elecciones! Duran incluso acab¨® admitiendo que hab¨ªa cometido un error al dar a conocer el sentido del voto de Ortega.
Este lance tiene la virtud de mostrar la dualidad en que vive el nacionalismo catal¨¢n. Protagonista principal¨ªsimo del desarrollo de la autonom¨ªa de Catalu?a, el partido de Artur Mas se siente cada vez menos implicado en su defensa y desarrollo y tiende a considerarlo como un mero instrumento para promover la independencia. Ni que decir tiene que se trata de una posici¨®n leg¨ªtima, pero implica un notable grado de insinceridad en la actuaci¨®n pol¨ªtica. Viene a dar la raz¨®n a quienes, m¨¢s all¨¢ del Ebro, no se f¨ªan de ¨¦l. Como si, 30 a?os despu¨¦s, el Rey Juan Carlos hubiera acertado al excluir a Converg¨¨ncia de la cita con los partidos tras el golpe de Estado de 1981, aquella exclusi¨®n de la que todav¨ªa se quejaba hace un mes Pujol en la conferencia en la que el viejo autonomista explic¨® su conversi¨®n al independentismo. ?Causa o efecto?
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