"Quien est¨¢ en una librer¨ªa est¨¢ en el centro del mundo"
Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948) dice que gracias a las librer¨ªas y a los traductores "somos m¨¢s modernos"; hemos transitado por los libros buscando respuestas, y ahora esas respuestas producen la gratitud que ¨¦l expresa, "a los libreros y a los traductores".
Es consciente el autor de Juegos de la edad tard¨ªa, la novela que lo consagr¨® como uno de los grandes narradores contempor¨¢neos, que ahora mismo es una edad tard¨ªa, o complicada, para la librer¨ªa existente cuando ¨¦l, un hombre de 1948, se hizo lector. Esa librer¨ªa ha pervivido, "era y es el centro del mundo". Ahora los desaf¨ªos "son poderos¨ªsimos" y aquella librer¨ªa podr¨ªa estar en trance de claudicar y de no ser reemplazada.
Esas librer¨ªas, "las peque?as y las medianas", dice Landero, "podr¨ªan desaparecer, y quedar¨ªan las megalibrer¨ªas". ?l no sabe "ni en qu¨¦ ritmo ni en qu¨¦ plazo" se producir¨¢n esos naufragios de las librer¨ªas tradicionales: "Algunas resistir¨¢n, como El ?lamo, pero probablemente para bien". Vendr¨¢n, ya est¨¢n aqu¨ª, "los libros electr¨®nicos; y vendr¨¢n", dice Landero, "las ediciones personalizadas o instant¨¢neas; por tres o cuatro euros podr¨¢s tener ediciones buenas, baratas y bonitas".
Quiz¨¢ no lo veamos "ni t¨² ni yo", dice el escritor, "pero las librer¨ªas y los libros de papel ser¨¢n una gran reserva de art¨ªculos de lujo...". Con las nuevas tecnolog¨ªas, explica, "el libro se abarata much¨ªsimo; puedes comprar por cuatro euros un libro que ahora valdr¨ªa 18".
Internet producir¨¢ estas nostalgias, cuenta Landero, "pero no ser¨¢ un drama, para nada"; lo que resulta imprescindible "es que se ponga orden en Internet, un orden tanto t¨¦cnico como jur¨ªdico" de modo que se evite la pirater¨ªa. De resto, el cambio est¨¢ ah¨ª, y ser¨¢ para bien, "pues los libros pasar¨¢n a costar como la leche o como la cerveza, que ahora se compran a precios muy asequibles en los ultramarinos".
Ahora ¨¦l va menos a las librer¨ªas, "porque ya tengo en casa muchos libros y", dice parafraseando a Paul Verlaine, "todos los libros est¨¢n le¨ªdos y la carne est¨¢ triste". ?Todos los libros est¨¢n le¨ªdos?, le pregunto. "Bueno, hay libros que no he le¨ªdo pero que he rele¨ªdo... Por ejemplo, no he le¨ªdo La divina comedia, pero la he rele¨ªdo tanto. Y claro que voy a librer¨ªas, pero antes iba tant¨ªsimo, iba a ver c¨®mo compraban otros. Ahora s¨¦ qu¨¦ hay que comprar por lo que me dicen los peri¨®dicos, por lo que me avisan los amigos, por tantos conductos".
Algo tiene claro Landero, "el centro del mundo est¨¢ en una librer¨ªa". En el pasado, explica, "los libros ten¨ªan para m¨ª, y para todos, algo de sagrado, y las librer¨ªas tambi¨¦n lo ten¨ªan; eran momentos en que uno confund¨ªa los libros con la religi¨®n. No ten¨ªa dinero, as¨ª que iba a las librer¨ªas a tocarlos, a robar frases, a mirar las solapas, a vislumbrar aventuras maravillosas. Y luego me iba de vac¨ªo. Entonces y siempre he pensado que quien est¨¢ en una librer¨ªa est¨¢ en realidad en el centro del mundo. Porque el centro del mundo est¨¢ en una librer¨ªa".
Ahora, dice Landero, "el centro del mundo est¨¢ tambi¨¦n en una biblioteca y en un ordenador. Ese es hoy el puro centro del mundo".
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