Verg¨¹enza
El cordial encuentro, en Roma, del marido de Carla Bruni con el duce pos-Viagra, produce una irremediable sensaci¨®n de desconsuelo. No me cabe duda de que Europa puede caer a¨²n m¨¢s bajo, y de que el vertiginoso descenso a que su inoperancia, como ente com¨²n, nos arrastra tiene por delante una brillante trayectoria de largo desaliento. Oportunidades de perpetrar vulgares atropellos no faltar¨¢n. Ahora bien, desde el punto de vista de la ¨¦tica y de la est¨¦tica -de por s¨ª tan vapuleadas por ambos estadistas en el reciente pasado-, la reuni¨®n de Nicolas Sarkozy y Silvio Berlusconi constituye un hito digno de figurar en los anales de la producci¨®n euroanal m¨¢s pestilente de los ¨²ltimos tiempos. Vergogna.
Ah¨ª est¨¢n, defendiendo codo a codo, con palabras in¨²tiles, una de las pocas cosas decentes que a¨²n nos quedaban en el viejo continente: la libre circulaci¨®n de personas. Acarician el bajo vientre de sus m¨¢s retr¨®grados votantes y aliados y lo hacen, con orgulloso desparpajo, en nombre de Europa. Nunca el idioma franc¨¦s son¨® m¨¢s hueco, rococ¨® y putrefacto que en labios de Sarkozy. Y nunca la bella lengua italiana result¨® m¨¢s profanada que en esta nueva regurgitaci¨®n a cargo del b¨®tox de Berlusconi. Vergogna.
No es una bufonada m¨¢s de dos impresentables de la pol¨ªtica europea -claramente sobrada de incompetentes, ya sea naci¨®n por naci¨®n, o de eso con sede en Bruselas-, sino de un claro intento de establecer las bases para que el nacionalismo m¨¢s reaccionario y el ensimismamiento de cada pa¨ªs en las pelusas de su ombligo produzcan r¨¦ditos electorales. Ver¨¢n qu¨¦ poco tarda en un¨ªrseles el Partido Popular, en la estela de su consentida Juanita de Arco S¨¢nchez Camacho. Vergogna.
Ya ven ad¨®nde hemos llegado, por ahora. Un perseguidor de gitanos y un corruptor de jovencitas dici¨¦ndonos lo que tenemos que hacer. Vergogna.
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