Pop levantino y comercio exterior
El chaval sueco quiere la camiseta de Polock. De verdad. Pero no est¨¢ muy seguro de que sea su talla. Arturo, teclista de la banda, se la acerca al pecho y comprueba los hombros. Ambos sacuden la cabeza. El sueco est¨¢ a punto de darse por vencido cuando Arturo le ofrece el camerino para que se la pruebe. Esta atenci¨®n al cliente no la reciben ni las hijas de petroleros rusos en las tiendas Chanel. El escandinavo, desarmado, saca el dinero del bolsillo y compra inmediatamente la prenda.
Polock es un combo que empez¨® a forjarse cierto nombre el pasado a?o, cuando actuaron en el MTV Winter en su Valencia natal, abriendo para Mando Diao y Franz Ferdinand ante 40.000 vecinos. Hoy, su disco Getting down from the trees va camino de convertirse, con permiso de El Guincho, en ese ¨¦xito global que el indie espa?ol lleva a?os buscando. Han agotado entradas en Los ?ngeles y Washington, Billboard escogi¨® sus shows en el South By Southwest 200 entre los cuatro que nadie deber¨ªa perderse... En pocos d¨ªas se embarcan en una extensa gira brit¨¢nica que no es una de esas bacanales para expatriados en que se han convertido las visitas de bandas indies espa?olas a Londres. Cuando la Embajada en Estocolmo y el Instituto Cervantes buscaban grupos que actuaran en su jornada de promoci¨®n del indie patrio, uno de ellos deb¨ªa ser este quinteto levantino de pop elaborad¨ªsimo y sonido pr¨ªstino a lo Phoenix. "?La idea siempre ha sido tratar de llegar al mayor n¨²mero de gente posible!", grita Arturo, mientras Tri¨¢ngulo de Amor Bizarro, esos enormes Sonic Youth del percebe, dejan sordos a varios centenares de suecos en la sala de al lado. "Este grupo se ha formado con la ambici¨®n de llegar lejos. Pasamos dos meses en Berl¨ªn currando 14 horas diarias en el disco. Si por nosotros fuera, jam¨¢s estar¨ªa ning¨²n tema terminado. Somos muy obsesivos con todo. Desde la imagen hasta las letras... Todo debe cuidarse al mil¨ªmetro".
"El grupo se form¨® con la ambici¨®n de llegar lejos. Somos obsesivos con todo"
Mientras otras bandas se esfuerzan en hacer creer que todo es espont¨¢neo, Polock se enorgullecen del trabajo. Mientras unos se sientan a ver qu¨¦ sucede, otros se levantan y tratan de hacer que las cosas pasen. Y si hay que convertir el camerino en probador, se hace.
"He dado vueltas por mil bandas. Pero cuando escuch¨¦ los temas de Papu, le dije: '?T¨² eres consciente de lo que tienes?'. Por fin estoy en el grupo que he esperado toda mi vida", dec¨ªa la noche anterior al concierto Sebas, el bajista argentino de la banda. "Ten¨ªa bastantes canciones y poco a poco reclut¨¦ gente. A algunos ya los conoc¨ªa de otras bandas, otros eran amigos de amigos... Siempre pens¨¦ en este proyecto como internacional. Por eso me tomo las letras muy en serio", recuerda Papu, voz y guitarra, minutos antes de subir al escenario. "Yo empec¨¦ con el piano", interviene Pablo, guitarrista. "Lo que pasa es que cuando vi el grupo, me dije: 'T¨², all¨¢ adelante', y me pas¨¦ a la guitarra".
Hace media hora que termin¨® el concierto y Papu fuma en la puerta de la sala tan tranquilo como siempre. Eso s¨ª, cada vez que alguien se acerca para felicitarle se le ilumina la cara. Cada ¨¦xito se vive como el primero. Con esta f¨®rmula, uno jam¨¢s se convierte en un imb¨¦cil. Se le acercan dos espa?oles cincuentones que llevan 20 a?os viviendo en Suecia y, por la manera en que hablan, casi los mismos trajinando gin-tonics. Le empiezan a contar que se van a Alicante de vacaciones y quieren que su estancia coincida con un concierto de la banda. Papu, estoico, sonr¨ªe. Los espa?oles hablan del fr¨ªo, claro, un tema en constante evoluci¨®n, y que hasta en Suecia act¨²a de rompehielo. El term¨®metro marca dos grados. El vocalista saca su iPhone y muestra una foto de una playa. Silencio. Fin de la conversaci¨®n.
Polock act¨²a hoy en Madrid (Sala Sol).
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