Fantasmas manipuladores
Europa contin¨²a recorrida por fantasmas. El del comunismo, de f¨¦rrea salud gracias a esa China que es el banco del mundo. El de la amenaza nuclear, celebrando el 25 aniversario de Chern¨®bil con Fukushima fuera de control. Y desde ayer, el de Diana de Gales, renov¨¢ndose como icono medi¨¢tico para una nueva generaci¨®n gracias a la boda de su hijo Guillermo.
Diana naci¨® en una familia que no ha pasado hambre en los ¨²ltimos 700 a?os. Creci¨® para convertirse en la promesa de amor de una d¨¦cada, la de los ochenta, donde su matrimonio se convirti¨® en pesadilla y el sexo en peligro de contagio del sida. En el trayecto, Diana pas¨® de ser la prometida sin ropa interior delante de la jaur¨ªa de los medios de comunicaci¨®n a una lideresa de esa misma manada.
Diana estuvo presente ayer en los detalles m¨¢s inesperados
Con su muerte se dispar¨® el culto absoluto a la celebridad
En su primera aparici¨®n oficial como prometida, Diana escogi¨® un traje negro palabra de honor que, siguiendo la tradici¨®n, le jug¨® una mala pasada. Grace Kelly, en sus ¨²ltimos meses de vida terrenal, fue a socorrerla delante de los paparazis. "No te asustes, ir¨¢ a peor", le dijo. Aunque no vivir¨ªa para observarlo, Grace ten¨ªa raz¨®n. Diana descubri¨® casi desde el primer d¨ªa que la hab¨ªan escogido para garantizar mejor¨ªa y continuidad gen¨¦tica en los Windsor. Carlos amaba a Camila, pero necesitaban hijos bellos. Pese a tal maleficio, Diana de Gales fue noticia todos los d¨ªas de su vida como princesa. En cada acto compartido con su marido, era ella la que acaparaba besos, flashes, eclipsando todos los d¨ªas a Carlos. En una visita a R¨ªo de Janeiro fue su nombre el que qued¨® inmortalizado en una avenida.
Diana aprendi¨® a explotar el ba?o de popularidad hasta convertirlo en el yugo vengador. Se adiestr¨® en el control de los incontrolables medios de comunicaci¨®n. Pas¨® de ser la v¨ªctima a la gran manipuladora. Es un triunfo p¨®stumo que, tras la boda de ayer, Diana sea una nueva Rebeca, el poderoso personaje de Daphne du Maurier que desde un cuadro y el m¨¢s all¨¢ domina la vida de los que contin¨²an vivos.
Diana muri¨® perseguida por los paparazis que m¨¢s de una vez le pidieron una foto para poder enviar a sus hijos a la Universidad. Sus ¨²ltimas palabras fueron para sus hijos, y fue desgarrador observarles avanzar detr¨¢s de su f¨¦retro esos primeros d¨ªas de septiembre de 1997. Ese a?o a¨²n no se hab¨ªan desarrollado las c¨¢maras en los tel¨¦fonos m¨®viles, no exist¨ªan las redes sociales ni los comentaristas avezados de moda, mucho menos el fashionismo. Sin embargo, es gracias a Diana que todas esas tendencias forman parte de nuestro d¨ªa a d¨ªa. ?C¨®mo no recordarla consolando a Elton John en el funeral por Gianni Versace, el modista asesinado que les visti¨®? ?O en la inauguraci¨®n de una exposici¨®n, vestida con los ajustados dise?os de su etapa como Diana SuperStar?
Ayer, en la boda de su hijo, su legado era la mezcla de tradici¨®n, pompa y cultura pop. Elton John avanzando junto a su esposo, David Furnish. Los Beckham pulidos al m¨¢ximo. En muchos programas de nuestra televisi¨®n se disparaba otra vez contra la princesa de Asturias, estrenando un sombrero que parec¨ªa hacerla mayor. Sobre su marido nadie dijo nada. Igual que con Carlos y Diana, la que interesa es Letizia.
La realidad es que solo Grace Kelly y Diana de Gales consiguieron la formula para equiparar el ser princesas con ser tambi¨¦n mujeres elegantes. No es necesario en todos los casos: Isabel de Inglaterra resulta m¨¢s elegante despu¨¦s de 60 a?os de reinado que al principio.
Durante la ceremonia, Diana mantuvo su presencia en los detalles m¨¢s inesperados: en la marcha que recibi¨® a los novios, que era la misma que la despidi¨® de este mundo, o en la proximidad que explota el pr¨ªncipe Guillermo delante de sus s¨²bditos. Pero sobre todo en conseguir incorporarse, esta vez como esp¨ªritu, al frenes¨ª medi¨¢tico. Con la muerte de Diana se dispar¨® el culto absoluto a la celebridad, donde los gestos y acciones de un pu?ado de personas se comentan y retroalimentan ad infinitum. Es curioso que la boda coincida tanto con la beatificaci¨®n expr¨¦s de Juan Pablo II como con la resoluci¨®n legal contra dos cadenas de televisi¨®n por los insultos de un tertuliano que fue vocero de un gobierno conservador. Este tipo de debates, histri¨®nicos, encendidos, se aceleraron con la muerte de Diana. De hecho, un primer ministro, ausente en la boda, oblig¨® a la familia real brit¨¢nica a reaccionar un poco.
Que un pont¨ªfice pase a ser santo en tiempo r¨¦cord es desde luego producto de la presi¨®n medi¨¢tica, aunque sea religiosa. De una aceleraci¨®n que, a fin de cuentas, fue el verdadero causante de la muerte de Diana. Esa misma velocidad con la que Diana cruz¨® el l¨ªmite entre la vida y la muerte en ese populoso desierto que siempre llamamos Par¨ªs.
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