Marraquech teme que la primavera reformista acabe
Vecinos y comerciantes tratan de recuperar la calma tras el atentado
Un par de serpientes adormiladas sobre alfombrillas sucias era todo lo que quedaba a media ma?ana de ayer del habitual y fabuloso bullicio de la plaza Yemaa el Fna de Marraquech. No hab¨ªa clientes para despertarlas con m¨²sica. Solo un triste tr¨¢nsito de lugare?os bajo una fina llovizna. En el resto de la ciudad, la vida, inexorable, hab¨ªa ya retomado su pulso tranquilo de d¨ªa de rezo. Poco a poco lo har¨ªa tambi¨¦n en la plaza golpeada por el terror. Pero muchos habitantes de Marraquech se inquietaban ayer sobre todo por otro latido, m¨¢s subterr¨¢neo y trascendental, cuyas pulsaciones se hab¨ªan disparado: el de la incipiente primavera reformista marroqu¨ª. En la plaza, unos 300 j¨®venes recitaban anoche vers¨ªculos del Cor¨¢n para recordar a las v¨ªctimas.
"La preocupaci¨®n es que se hunda el turismo", advierte un empresario
Mahi Binebine, pintor y escritor de 52 a?os, resum¨ªa bien una preocupaci¨®n recurrente. "En la explosi¨®n han fallecido muchos extranjeros, pero este es un golpe contra el pueblo marroqu¨ª", argumenta, con tono apasionado. "Es una tragedia para aquellos marroqu¨ªes que se han movilizado para recuperar su pa¨ªs, que quieren un cambio a trav¨¦s de un proceso tranquilo, que estaban hartos de la corrupci¨®n. Este golpe causar¨¢ un frenazo, justo en un momento de transici¨®n, en un momento en el que parec¨ªa haber una disponibilidad a la apertura", dice.
La inquietud de Binebine es frecuente entre activistas pol¨ªticos y en general entre las personas m¨¢s cultivadas, pero parece aflorar tambi¨¦n entre la clase media. En una herborister¨ªa de la kasba, un dependiente, Jalid, encuentra el coraje de afirmar: "Esto tiene pinta de ser un intento de hacer descarrilar el proceso". No es poca cosa, vista la extraordinaria reticencia de la gente de la calle a hablar del tema. De hecho, su compa?ero Said no tarda m¨¢s de un par de segundos en precisar que ¨¦l no piensa lo mismo: "El Estado no tardar¨¢ en agarrar a los responsables".
En un delicad¨ªsimo momento de transici¨®n pol¨ªtica como el que vive Marruecos, las calles de Marraquech parecen delatar una cierta fractura social. La procesi¨®n constante de centenares de curiosos chavales de clase baja ante los restos del golpeado restaurante Argana as¨ª lo muestra. No se detecta al intentar charlar con ellos ning¨²n atisbo de impulso de querer participar en el movimiento reformista.
A espaldas del Argana, en el zoco, los comerciantes reh¨²yen a su vez sistem¨¢ticamente hablar de cuestiones pol¨ªticas. Incluso en tiempos diferentes y esperanzadores, la vieja norma de evitar ciertos temas debe de ser considerada todav¨ªa la m¨¢s sabia.
Al saltar alguna pregunta sensible en la conversaci¨®n, sus rostros se apagan, y su prodigiosa capacidad pol¨ªglota se atranca repentinamente. Los controles policiales eran ayer escasos -o al menos poco visibles- en las calles de Marraquech. Pero, probablemente, la m¨ªtica secreta marroqu¨ª tuvo que estar recorriendo a tope los meandros de la ciudad. Sea como fuere, mejor ser prudentes.
Kamal Laftimi, empresario de la plaza de las Especias, activo en varios negocios pese a su juventud, resume en todo caso la comprensible inquietud prioritaria de los comerciantes. "Que se hunda el turismo", principal fuente de ingresos de la ciudad, dice, antes de sorbetear un caf¨¦ en su terraza. Llenar la nevera es tarea m¨¢s urgente que materializar un sue?o pol¨ªtico. Por suerte para Kamal, los turistas ayer no parec¨ªan demasiado amedrentados. Por la tarde ya volv¨ªan a atestarse en algunas terrazas -entre ellas la de Kamal- sin dar la sensaci¨®n de sentirse potencial objetivo de terroristas. ?De cu¨¢les, en todo caso?
La pregunta, naturalmente, rebotaba en todas la teter¨ªas de la ciudad y, probablemente, del pa¨ªs. La incertidumbre era suma. Salafistas, Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico, maniobras argelinas o turbias operaciones de servicios internos eran las opciones preferidas en la quiniela colectiva.
"Ayer tuve mucho miedo a que el proceso se paralizara, pero hoy la actitud del Rey me ha tranquilizado", dice Christine Serfati, activista en defensa de los derechos humanos. Pero la inquietud de Serfati y del pintor Binebine no era tampoco un¨¢nime. "S¨ª, por supuesto hay mucha especulaci¨®n sobre si esa era la intenci¨®n del ataque, pero yo francamente no lo creo. El proceso de reforma est¨¢ controlado, no hay tampoco gran necesidad de obstaculizarlo", observa, con cierto sarcasmo, la historiadora Zakia Daoud.
Aunque no fuese esa la intenci¨®n, el problema es si ser¨¢ esa la consecuencia. Adem¨¢s de los enemigos visibles -dictadores, aut¨®cratas, reg¨ªmenes infames- los aspirantes a la democracia deben prepararse para enfrentarse a enemigos m¨¢s sutiles. La lecci¨®n de Marraquech ser¨¢ observada en muchos lugares.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.