Un ataque que no es una sorpresa
?C¨®mo podr¨ªa serlo, si desde hace una d¨¦cada las fuerzas de seguridad marroqu¨ªes han detenido a bastantes centenares de individuos sospechosos de actividades terroristas y desbarataron preparativos para cometer no pocos otros atentados? Habr¨ªa que empezar recordando que el r¨¦gimen de Marruecos ha sido y es blanco declarado de Al Qaeda y de las sucesivas organizaciones norteafricanas relacionadas con dicha estructura terrorista. Primero lo fue del ya desmantelado Grupo Isl¨¢mico Combatiente Marroqu¨ª y en la actualidad de Al Qaeda en el Magreb Isl¨¢mico. Aunque en el pa¨ªs se han detectado c¨¦lulas yihadistas relativamente independientes e individuos radicalizados que se planteaban actuar por su cuenta, lo ocurrido en Yemaa el Fna sugiere que detr¨¢s hay liderazgo y estrategia. Adem¨¢s, distintos sondeos recientes han mostrado que uno de cada diez marroqu¨ªes adultos, m¨¢s de dos millones de personas, aprobar¨ªan atentados como el de Marraquech. Es decir, que los extremistas contar¨ªan con una base social minoritaria pero sustanciosa, influenciable por un salafismo yihadista que entronca con las doctrinas wahab¨ªes extendidas en el pa¨ªs desde los a?os ochenta.
El contexto de las movilizaciones de protesta social en el mundo ¨¢rabe y de las reformas apenas emprendidas en Marruecos importa para interpretar lo sucedido en Marraquech. La irrelevancia de Al Qaeda y de sus distintas entidades afines en el origen y desarrollo de todo ello plantea un desaf¨ªo a la urdimbre del terrorismo yihadista, cuyos dirigentes a buen seguro maquinan c¨®mo adquirir notoriedad en el curso de los acontecimientos. Ahora bien, la amenaza terrorista en Marruecos antecede con creces a esos hechos. Estoy convencido de que quienes idearon y planificaron el atentado de Marraquech buscaban tanto romper con la imagen que los confina en Argelia y el Sahel como contrarrestar las cr¨ªticas que reciben por matar musulmanes. Por eso en Marruecos y contra occidentales, m¨¢s vulnerables en un popular caf¨¦ que en los hoteles. Probablemente tampoco fuese ajeno a su c¨¢lculo el da?o que con un acto de terrorismo as¨ª podr¨ªan causar a la econom¨ªa marroqu¨ª, especialmente al sector tur¨ªstico, en unos momentos en que tendr¨ªa expectativas de atraer visitantes europeos renuentes a acudir a otros pa¨ªses m¨¢s afectados por las revueltas, como Egipto o T¨²nez.
En Marruecos hay un antes y un despu¨¦s de los atentados de mayo de 2003 en Casablanca. Tambi¨¦n, en cierta medida, un antes y un despu¨¦s de los de marzo de 2004 en Madrid. Desde entonces se ha mejorado el tratamiento jur¨ªdico del terrorismo, las estructuras marroqu¨ªes de seguridad interior han ido adapt¨¢ndose a los retos de ese fen¨®meno y la cooperaci¨®n bilateral con pa¨ªses norteafricanos o europeos que comparten el mismo problema es una realidad, aunque los intercambios con Argelia adolezcan de grandes deficiencias. Adem¨¢s, se han introducido controles sobre el extremismo en los lugares de culto e iniciativas de promoci¨®n social como parte de un plan que permita actuar sobre los procesos de radicalizaci¨®n observados en determinados ¨¢mbitos de la poblaci¨®n, no siempre los m¨¢s desfavorecidos. Pero es dif¨ªcil hablar de un Estado de derecho en Marruecos y los excesos que ello implica a menudo, en la lucha contra el terrorismo, resultan a medio y largo plazo contraproducentes. En cualquier caso, lo verdaderamente sorprendente es que en la ¨²ltima d¨¦cada, hasta el pasado jueves en Yemaa el Fna, solo hayan ocurrido los atentados de Casablanca en 2003 y 2007.
Fernando Reinares es investigador principal de terrorismo internacional en el Real Instituto Elcano y, actualmente, Public Policy Scholar en el Woodrow Wilson Center de Washington.
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