Los claroscuros del t¨²nel
Un extra?o ostracismo rode¨® los a?os finales de Ernesto Sabato. Ese aislamiento silencioso que vivi¨® en su m¨ªtica casa de Santos Lugares, donde hoy lo velan con escasas fanfarrias oficiales y d¨¦biles efusiones literarias, ese crep¨²sculo que puede parecer un autoexilio voluntario y a la vez obligado, se debe a varias razones, algunas de ellas todav¨ªa borrosas. La Historia no ha dictado a¨²n su veredicto.
Digamos, en principio, que por lo que dicen sus amigos un lento declinar de la memoria y de la mente, producto de su larga vejez, lo fue reduciendo a los confines de esa casa. No conozco los detalles, pero puedo imaginarme a un anciano vagando por el laberinto neblinoso del ocaso.
Luego est¨¢ la literatura. Recordemos que Sabato fue elogiado por Camus, que recibi¨® el Premio Cervantes, y que en alg¨²n tiempo la cr¨ªtica especializada de los principales diarios del mundo lo equiparaban a Borges y lo exaltaban sin desmayos. Lo curioso es que ese prestigio literario se fue desgajando a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas, y que pocos escritores de primera l¨ªnea (Magris, Saramago) son capaces hoy no solo de declararse deudores de sus novelas sino de reivindicar lisa y llanamente su prosa. Sus colegas aseguran en voz baja, para ser piadosos con el venerable narrador, que los libros de Sabato no resisten una lectura actual, y que su fama fue una moda, y que fue conseguida a base de apariciones p¨²blicas y de cumplir el rol del "escritor comprometido con su tiempo".
Este ¨²ltimo aspecto fue particularmente repudiado, y no s¨®lo por quienes sostienen que un escritor debe hablar solo a trav¨¦s de su obra como un juez s¨®lo debe hablar a trav¨¦s de sus fallos y sentencias. Tambi¨¦n fue criticada de manera impl¨ªcita su participaci¨®n en la CONADEP por parte de sectores vinculados al gobierno argentino, que mand¨® escribir recientemente un nuevo pr¨®logo del Nunca m¨¢s. Sabato fue, como se sabe, una de las personas decisivas en la confecci¨®n de ese documento extraordinario donde se narran los horrores de la ¨²ltima dictadura militar, y el redactor ¨²ltimo del primer pr¨®logo, donde no s¨®lo se se?alan los cr¨ªmenes de lesa humanidad que hab¨ªan cometido los militares: tambi¨¦n se alude all¨ª a los atentados y asesinatos perversos que llevaron a cabo las organizaciones armadas de izquierda durante la democracia. Este ¨²ltimo rengl¨®n les parece ofensivo a muchos dirigentes kirchneristas puesto que esa inclusi¨®n en el Nunca m¨¢s estar¨ªa equiparando a un demonio con otro, colocando en un mismo nivel dos formas de violencia pol¨ªtica, y nada es m¨¢s grave que utilizar al Estado para hacer terrorismo. El kirchnerismo ha conseguido la ferviente adhesi¨®n de las ¨¦lites universitarias, de modo que imaginar¨¢n ustedes c¨®mo tambi¨¦n este asunto pol¨¦mico impact¨® negativamente en la figura de Sabato, quien par a ser justos jam¨¢s dijo que ERP y Montoneros eran tan culpables como los jerarcas de la dictadura.
Creo que nada tuvo mayor influencia en el descr¨¦dito literario de Sabato que los jocosos y despectivos comentarios que le prodigaron Borges y Bioy Casares a lo largo de toda su vida. El monumental Borges de Bioy, donde se reproducen los crueles y deliciosos diarios ¨ªntimos del autor de La invenci¨®n de Morel, hizo p¨²blico lo privado y all¨ª quedaron por escrito muchas diatribas contra Sabato. Abundan en ¨¦se y en otros libros de entrevistas y miscel¨¢neas decenas de an¨¦cdotas lapidarias sobre don Ernesto, que aparece en muchas ocasiones ridiculizado por su literatura y por su vanidad. Borges ha sido un enemigo ¨ªntimo y soterrado de Sabato, a pesar de que juntos dialogaron en un libro excelso que merecer¨ªa una atenta relectura. Pero la pr¨¦dica ir¨®nica de Borges percuti¨® gravemente la estatura del autor de Uno y el universo. La opini¨®n borgiana qued¨® as¨ª de alguna manera constituida como la versi¨®n oficial sobre la obra de Sabato.
?Qui¨¦n soy yo entonces para refutar a Borges? Nadie. La verdad es que no he abierto un libro de Sabato en 30 a?os. Recuerdo hoy, sin embargo, vivamente c¨®mo me com¨ªa las u?as leyendo El t¨²nel, sintiendo en mi adolescencia aquellos mismos celos enfermizos de su protagonista. Y luego un verano bochornoso en el que sent¨ªa fr¨ªo al bajar con Fernando Vidal Olmos a las catacumbas de la ciudad para desentra?ar la conspiraci¨®n de los ciegos, en Sobre h¨¦roes y tumbas. Incluso recuerdo momentos felices en ese libro enorme e inclasificable que fue Abaddon el exterminador.
No s¨¦ cu¨¢l ser¨¢ el veredicto final de la Historia. S¨®lo s¨¦ que ese peque?o gran hombre que acaba de morir es parte de la patria de quienes so?amos aquel sue?o.
Jorge Fern¨¢ndez D¨ªaz es periodista y escritor argentino. Autor de Mam¨¢ y La logia de C¨¢diz.
- "Me acabo de levantar, pronto ser¨¢n las cinco de la madrugada; trato de no hacer ruido...". Antes del fin
"Escribir me produc¨ªa dolores de est¨®mago"
-Usted ha dicho (...) que escribir le resulta una condena. ?Qu¨¦ siente al comenzar una novela?
-Que mi proyecto est¨¢ condenado al fracaso, de que mi tentativa es ilusoria y demencial.
-Para algunos escritores es un juego divertido.
-No para m¨ª. Me ha resultado terriblemente dif¨ªcil terminar mis obras, un sufrimiento casi continuo, no solo en el sentido espiritual sino f¨ªsico. Adem¨¢s de la inseguridad, el desaliento, la irritaci¨®n por los pobres resultados que van saliendo, la indecisi¨®n, el convencimiento de que no es lo que uno quer¨ªa, etc¨¦tera. Escribir me produc¨ªa dolores de est¨®mago y digestiones muy malas; se me helaban los pies y las manos; sufr¨ªa de insomnio y estaba mal del h¨ªgado.
-Pese al sufrimiento que le depara, ?d¨®nde est¨¢ la ra¨ªz de ese impulso que lo lleva a escribir?
-Quiz¨¢s una de las ra¨ªces metaf¨ªsicas del arte sea esa necesidad que tiene el hombre de rescatar un amor, una ni?ez, una ilusi¨®n del inexorable transcurso. Proust intenta en toda su obra eternizar el pasado, convirti¨¦ndolo en presente definitivo; el melanc¨®lico pasado que alguna vez fue futuro, es decir, ilusi¨®n.
-Escribir, ?no ser¨ªa siempre la reafirmaci¨®n de una esperanza? Si no, ?para qu¨¦ hacerlo?
-Creo que ya le cit¨¦ a Nietzsche: un pesimista es un idealista resentido. Si modificamos levemente el aforismo, diciendo que es un idealista desilusionado, de ah¨ª podr¨ªamos pasar a sostener que es un hombre que no termina nunca de desilusionarse. [...]
Extracto de Ernesto Sabato. Entre la letra y la sangre. Conversaciones con Carlos Catania. Seix Barral, 1989.
Babelia
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