El peso del Padre nazi
Me masturbaba cada a?o la noche del 16 de octubre porque ese d¨ªa en 1946 ejecutaron a mi padre [Hans Frank] en los juicios de N¨²remberg. Imaginaba sus ¨²ltimas horas en la celda, la llegada de los guardas, el trayecto hacia la horca y su muerte; justo entonces alcanzaba el orgasmo", comenta Niklas Frank, de 71 a?os, hijo del gobernador nazi de Polonia responsable de la muerte de millones de personas en campos de exterminio. Y ¨²nico descendiente directo de l¨ªderes nazis -aparte del hijo del secretario de Hitler, Martin Bormann- que denunci¨® los cr¨ªmenes de su progenitor. Lo hizo a trav¨¦s de un libro que public¨® en 1987 provocando una tormenta en Alemania. No satisfecho, desde entonces recorre cada rinc¨®n dando charlas en colegios y universidades para prevenir que los j¨®venes se unan a grupos neonazis, combinando esto con su labor period¨ªstica en la revista Stern hasta jubilarse hace unos a?os.
"Me sorprende que me pregunten si el libro me ayud¨® a liberarme. Les digo: '?Os hab¨¦is libera-do vosotros del nazismo?"
"La noche anterior a una charla no duermo bien. No es f¨¢cil matar una y otra vez a tu familia"
"Somos 80 millones de alemanes: de esos, 10 millones son realmente dem¨®cratas; del resto sigo sin fiarme"
Junto a ¨¦l nos acercamos al pintoresco pueblo de Nagold, en el suroeste de Alemania, antiguo reducto nazi cerca de un campo de concentraci¨®n. Son las siete de la ma?ana y el d¨ªa es gris y g¨¦lido, con densa neblina. Solo se oyen nuestros pasos avanzando entre l¨¢pidas cubiertas de nieve. Enfrente se alza una hermosa iglesia del a?o 700, abarrotada por un centenar de adolescentes, expectantes ante la llegada del visitante.
Niklas, con barba blanca, botas de trekking y expresi¨®n amable, cuenta mientras caminamos c¨®mo, en los a?os noventa, muchos se iban horrorizados cuando empezaba las charlas con la ejecuci¨®n de su padre y ¨¦l masturb¨¢ndose ("el lenguaje que uso es muy fuerte"), pero a?ade que esto ha cambiado. "Los estudiantes ahora escuchan y solemos tener una buena discusi¨®n despu¨¦s sobre c¨®mo enfrentar los cr¨ªmenes del Tercer Reich. Siempre me sorprende, eso s¨ª, que me pregunten si el libro ha ayudado a liberarme. Yo digo: 'Por qu¨¦ yo?, ?acaso os hab¨¦is liberado vosotros del pasado nazi?'. Parece que fuera solo mi problema", r¨ªe con ganas. Mirando alrededor recuerda cuando jugaba de ni?o entre las tumbas de reyes polacos. Y c¨®mo poco despu¨¦s de la ejecuci¨®n de su padre, cuando contaba apenas siete a?os, un d¨ªa vio una foto de cuerpos apilados en un diario y la palabra "Polonia" escrita abajo. ?No era que Polonia hab¨ªa pertenecido a su familia? ?De d¨®nde salen entonces tantos cad¨¢veres? "Pregunt¨¦ a mi madre qu¨¦ hab¨ªa ocurrido, pero no me dio ninguna respuesta, este shock me ha durado hasta hoy d¨ªa".
Otros descendientes no tan directos de l¨ªderes nazis tambi¨¦n se han enfrentado a su pasado. Bettina Goering, sobrina-nieta del mariscal y mano derecha de Hitler, lleg¨® a ligarse las trompas de Falopio a los 30 para no tener descendencia. Y Katrin Himmler, sobrina-nieta de Heinrich Himmler, l¨ªder de las SS, se cas¨® con un israel¨ª hijo de supervivientes del Holocausto y escribi¨® un libro contra su familia que acaba de ser publicado en Espa?a (Los hermanos Himmler, biograf¨ªa de una familia alemana). Pero ninguno provoc¨® tanto revuelo como Niklas por la dureza de sus palabras y el odio contra su padre, atrayendo cartas de todo tipo: algunas le dicen que a quien deber¨ªan colgar es a ¨¦l.
El rumor de los estudiantes crece a medida que nos acercamos a la iglesia. Dentro, la nave del templo est¨¢ a rebosar y algunos profesores se acercan a saludar mientras los ni?os observan curiosos. "Estoy nervioso, la noche antes de una charla no duermo bien. No es f¨¢cil matar una y otra vez a tu familia", dice Niklas en voz baja mientras se dirige hacia una mesa dispuesta junto al p¨²lpito, donde se instalar¨¢. Los ni?os hablan animadamente y r¨ªen entre ellos, pero callan en cuanto Niklas empieza a relatar la ejecuci¨®n de su padre, un abogado exitoso quien, traumatizado por la humillaci¨®n de Alemania en la Primera Guerra Mundial, fue pionero en unirse al partido nazi al poco de terminar la contienda. Se convirti¨® en asesor jur¨ªdico personal de Hitler y escal¨® puestos hasta ser nombrado ministro de Justicia de Bavaria tras la subida de los nazis al poder y de ah¨ª a gobernador de la Polonia ocupada.
Niklas rememora su infancia. El d¨ªa en que visit¨® un campo de trabajo esclavo cerca de Auschwitz acompa?ado de su ni?era y los guardas nazis obligaron a internos jud¨ªos escu¨¢lidos a subirse a un burro que brincaba al ser atizado, provocando su ca¨ªda. Los presos deb¨ªan subirse de nuevo, entre las carcajadas del ni?o. Pero ellos no re¨ªan. Y cuando acompa?¨® a su madre al gueto de Cracovia en un Mercedes para comprar pieles a sastres jud¨ªos por el precio que ella quisiera, y sac¨® la lengua a un ni?o jud¨ªo de su edad que pasaba por all¨ª entre polic¨ªas con l¨¢tigos y c¨®mo este se alej¨® en silencio ("me sent¨ªa victorioso, me regodeaba en mi victoria"). Sin olvidar que le encantaba lanzarse contra la gente montado en un cochecito de juguete y nadie pod¨ªa decirle nada porque era hijo del rey nazi de Polonia.
Niklas termina relatando los ¨²ltimos d¨ªas de su padre antes de ser capturado por los americanos, escondido en un palacio en Silesia junto a sus secuaces, reordenando cuadros de Rembrandt y Leonardo da Vinci y bebiendo champ¨¢n hasta emborracharse. Y c¨®mo despu¨¦s huy¨® a una casa en Bavaria acompa?ado de su amante, donde se pasaba horas observando una pistola dorada que ten¨ªa sobre la mesa.
"Siento tanto placer que podr¨ªa masturbarme", comenta Niklas, "solo con imagin¨¢rmelo sentado con la pistola esperando la llegada de los americanos y su mente dando saltos pregunt¨¢ndose: '?hay alguna salida?, ?deber¨ªa apretar el gatillo? Pero fui rey de Polonia; no lo hagas, Hans, seguro que te perdonar¨¢n'. Qu¨¦ error tan maravilloso que cometi¨®". A?os despu¨¦s, Niklas pregunt¨® a la mujer si su padre hab¨ªa considerado en serio suicidarse y ella respondi¨® que para eso era demasiado cobarde.
Al final, los aplausos retumban en la iglesia, los estudiantes visiblemente contentos de haber venido e impactados por lo escuchado. Niklas est¨¢ exhausto aunque aliviado. De all¨ª vamos a dos colegios m¨¢s junto a Gabriel St?ngle, un profesor de historia de 39 a?os quien organiz¨® la visita, donde el recibimiento y la reacci¨®n de los estudiantes es similar. En el coche, Niklas habla sobre la verg¨¹enza que siente, ya que tras la guerra en Alemania nadie quer¨ªa hablar sobre el Holocausto, algo que solo empez¨® a cambiar gracias a la generaci¨®n del 68, cuando los j¨®venes empezaron a preguntar a sus padres y abuelos qu¨¦ hab¨ªa ocurrido en realidad. "Somos 80 millones de alemanes: de esos, unos 10 millones hoy d¨ªa son realmente dem¨®cratas, del resto sigo sin fiarme en absoluto", nos comenta. En eso St?ngle, nuestro gu¨ªa, interrumpe y se?ala que en este hermoso pueblo y antiguo reducto nazi las heridas del pasado a¨²n no se han cerrado. Los jud¨ªos del lugar, la mayor¨ªa ganaderos, fueron deportados a Letonia en 1941 y la mayor¨ªa muri¨® nada m¨¢s llegar, mientras que los alemanes, sus antiguos vecinos, se dedicaron a ocupar sus casas, robar sus pertenencias y guardaron silencio. Un silencio -a?ade- que solo empez¨® a quebrarse en junio pasado, cuando, tras una fuerte pol¨¦mica, se inaugur¨® un memorial en un campo de concentraci¨®n a pocos kil¨®metros. Cientos de jud¨ªos de Auschwitz murieron all¨¢ trabajando como esclavos en la construcci¨®n de una pista de aterrizaje para cazas nazis que intentaban evitar los bombardeos aliados de Stuttgart.
"Hay campos similares dispersos por todo el pa¨ªs", afirm¨®. "En los a?os noventa y 2000 comenzaron a construirse memoriales en ellos, nosotros llegamos tarde comparado con el resto. Al principio, la gente se preguntaba para qu¨¦ remover el pasado, los soldados franceses que ocuparon la zona forzaron a los habitantes a ver con sus propios ojos los cad¨¢veres amontonados y la gente qued¨® traumatizada". "Pero poco a poco la actitud est¨¢ cambiando. Cuatro supervivientes del campo vinieron hace meses con sus familias y el encuentro fue muy emotivo, la gente apoya cada vez m¨¢s el proyecto, aunque a¨²n falta mucho por hacer. Por eso es tan importante traer a gente como Niklas", sentencia St?ngle mientras el citado asiente.
Hab¨ªa sido un d¨ªa largo. De vuelta en Nagold, entre mujeres con bolsas que sal¨ªan de las tiendas de ropa en la elegante calle peatonal reci¨¦n remodelada que atraviesa el pueblo y grupos de j¨®venes riendo, pregunto a Niklas qu¨¦ ha sido de sus hermanos. Su hermana Kitty -responde- se suicid¨® al cumplir los 46 porque prometi¨® no superar la edad en que muri¨® su padre, y su otra hermana emigr¨® a Sud¨¢frica, ya que all¨ª, al menos, exist¨ªa el apartheid.
La ¨²ltima vez que habl¨® con ella fue hace casi 20 a?os, poco antes de que falleciera, cuando la llam¨® y ella le dijo que en ese momento estaban calculando con unos amigos cu¨¢nto tiempo lleva quemar un cuerpo y que, seg¨²n sus datos, era imposible que seis millones de jud¨ªos murieran en el Holocausto. Niklas colg¨® el tel¨¦fono y nunca m¨¢s telefone¨® de vuelta.
Mientras, su hermano mayor, Norman, el ¨²nico que le apoy¨® tras editar el libro sobre su padre, se fue a vivir a Argentina tras la guerra y fue recibido como h¨¦roe por la comunidad nazi all¨ª emigrada. El hijo del "carnicero de Polonia", injustamente ejecutado en N¨²remberg, est¨¢ aqu¨ª, el mismo que se sent¨® en las rodillas de Hitler, sol¨ªan decir. Fue tal la adoraci¨®n que despert¨®, que no pudo m¨¢s y se fue de Buenos Aires para vivir en la jungla y luego a los Andes hasta que su madre le rog¨® que volviera a casa.
Ya es tarde y comienza a nevar de nuevo. Antes de despedirme pregunto a Niklas si tras estos a?os sigue odiando a su padre. "Ya no, m¨¢s bien lo desprecio. Me doler¨¢ el resto de mi vida lo que hizo, sobre todo ahora que tengo tres nietos maravillosos de tres, cinco y siete a?os, y pienso c¨®mo no les importaban nada los ni?os, los asesinaron, fue terrible, siempre que lo pienso me enfurezco con mi padre".
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