Hip¨¦rboles y papanatismo
"El mayor papa de todos los tiempos". "Irrepetible". "Un Atlas solitario sosteniendo a la Iglesia y el mundo". Las hip¨¦rboles no tienen medida para encumbrar a Wojtyla. Pese a todo, no han dejado de o¨ªrse voces discrepantes. Redes cristianas y muchos te¨®logos han calificado de "monstruoso" ese encumbramiento. Enfrente, se alza la asombrosa proclamaci¨®n del representante del Gobierno en la ceremonia, el ministro J¨¢uregui. Juan Pablo II "es el gran papa del siglo XX", ha dicho.
La bondad de los papas es opinable, pero son muy discutibles sus virtudes de pobreza y humildad desde que acceden al cargo, uno de los que exhiben m¨¢s parafernalia. Juan Pablo II no fue una excepci¨®n. Se comport¨® m¨¢s como el emperador Constantino que como el humilde pescador Pedro. Entre los prodigios se se?ala su influencia ante los poderosos de la Tierra. La imagen dando la comuni¨®n al criminal Pinochet habr¨ªa hecho perder la fe al mism¨ªsimo Jesucristo. Tampoco es manca la presencia en el Vaticano, como invitado, del presidente de Zimbabue, Mugabe. El dictador tiene prohibida la entrada en la UE.
La imagen dando la comuni¨®n a Pinochet habr¨ªa hecho perder la fe al mism¨ªsimo Jesucristo
Se ha dicho que Wojtyla llenaba estadios. Tambi¨¦n vaci¨® iglesias. Sobre la crisis del catolicismo durante su mandato, se alza el testimonio de quien ahora lo beatifica. Benedicto XVI lo dijo nada m¨¢s sucederle, cuando se quej¨® de que la Iglesia que recib¨ªa era "una vi?a devastada por jabal¨ªes". "?Cu¨¢nta suciedad! Ha sido como el cr¨¢ter de un volc¨¢n, del que de pronto sali¨® un mundo de inmundicia", clam¨®.
Parecer¨ªa, por tanto, que se est¨¢ beatificando un fracaso. Otro dato: en el llamado siglo de las mujeres, el Vaticano dio con Juan Pablo II la espalda a las mujeres cuando sentenci¨® en carta apost¨®lica: "La Iglesia no tiene ninguna facultad de conferir a las mujeres la ordenaci¨®n sacerdotal. Esta decisi¨®n debe ser respetada de manera definitiva". Ratzinger ha remachado la doctrina "para siempre y por doquier". Argumentan que Jes¨²s no tuvo mujeres entre sus ap¨®stoles, pero el fundador cristiano tampoco tuvo —ni quiso— poderes y prebendas, y ah¨ª est¨¢n los pont¨ªfices como emperadores en palacio.
Tambi¨¦n beatifica Benedicto XVI una manera de ser papa. Wojtyla fue un pont¨ªfice pol¨ªtico, que se entrometi¨® incluso en los planes hidrol¨®gicos del Gobierno espa?ol. Expresi¨®n pol¨ªtica fue su decisi¨®n de impulsar la canonizaci¨®n de los "m¨¢rtires de la fe", en referencia a las v¨ªctimas de la violencia desatada tras el golpe del 1936, que la jerarqu¨ªa apoy¨® como "cruzada". P¨ªo XII, Juan XXIII y Pablo VI se hab¨ªan opuesto.
Sus hagi¨®grafos llaman a Juan Pablo II "el Magno". El calificativo no es inocente. Antes ha habido dos papas magnos, Le¨®n I y Gregorio el Grande. El primero, entre 440 y 461, atrajo prestigio al obispo de Roma porque convenci¨® al rey de los hunos, Atila, para que retirara el cerco a la ciudad y retrocediese al norte del Danubio. Gregorio Magno, que rein¨® entre 590 y 604, fue quien culmin¨® la posici¨®n del papado como poder separado del Imperio. Hab¨ªa sido prefecto de Roma y, ya papa, consolid¨® la doctrina que tanto aman los pont¨ªfices desde entonces: la de las dos espadas. Se resume en esta frase: "Existen dos fuerzas que gobiernan el mundo: la sagrada autoridad pontificia y el poder mon¨¢rquico, de las cuales la m¨¢s importante es la de los obispos, ya que tambi¨¦n deben rendir cuentas de los reyes ante el tribunal divino".
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