"No pienso en el lector al escribir"
Una entrevista con Juan Gelman pierde mucho en un peri¨®dico. Quedan sobre el papel las palabras del poeta, nacido en Buenos Aires en 1930, pero en la transcripci¨®n se van desperdiciando su voz curtida por el tabaco, su acento argentino defendido frente a 1.000 exilios y una sonrisa socarrona y hospitalaria. Por si fuera poco, a uno siempre le pareci¨® un contrasentido que un poeta -y en este caso no un poeta cualquiera- publique un libro con 140 poemas forjados a martillo y cincel y enseguida llegue un periodista y le pida que explique con urgencia qu¨¦ ha querido contar. El premio Cervantes sonr¨ªe, enciende un primer pitillo en su departamento de la ciudad de M¨¦xico, y se dispone a hablar de El emperrado coraz¨®n amora (Tusquets), un libro que llega cuatro a?os despu¨¦s de Mundar (Visor) y que termin¨® de escribir en noviembre pasado.
"Admiro a T. S. Eliot y a Octavio Paz por su capacidad cr¨ªtica; yo me abstengo"
"Lo que me sali¨® intenta evitar toda narraci¨®n, excepto la de las palabras"
"Al releer mis poemas me parecen de otros y me lleno de insatisfacci¨®n"
Pregunta. ?Se puede explicar un libro de poemas?
Respuesta. Mire, pasan varias cosas, la primera es que uno no escribe lo que quiere sino lo que puede. La segunda es que cada lector reescribe el libro. Y la tercera es que me resulta muy dif¨ªcil hablar de lo que hago. Yo admiro a gente como T. S. Eliot, o incluso Octavio Paz, que han tenido mucha capacidad cr¨ªtica. Yo me abstengo. Tal vez para conservar una virginidad que ya no tengo. Siempre me acuerdo de una an¨¦cdota que me cont¨® mi madre, que era ucrania. La de la ara?ita que en un bosque espera a que llegue el ciempi¨¦s. Y, cuando llega, le pregunta c¨®mo hace para caminar, si primero 50 y luego otros 50, si 20 y 20... Y el ciempi¨¦s se detuvo a pensar y no camin¨® nunca m¨¢s. Sin embargo, creo que visto a meses ya de haberlo terminado, me parece que lo que me sali¨® fue algo que intenta evitar toda narraci¨®n, excepto la de las palabras y la m¨²sica. Es lo m¨¢s aproximado que puedo decir sobre el libro.
P. Y tal vez que no son poemas f¨¢ciles...
R. S¨ª, yo creo que no son f¨¢ciles. Pero voy a confesarle algo: yo no pienso en el lector cuando escribo. Yo creo que es el mejor modo de respetarlo. Hay que dar lo mejor de s¨ª, o lo que uno cree que es lo mejor de s¨ª. De modo que ah¨ª est¨¢....
P. Empecemos entonces por el t¨ªtulo: El emperrado coraz¨®n amora.
R. Pertenece a un libro que escrib¨ª en los a?os sesenta y que se llama C¨®lera Buey. El t¨ªtulo pertenece a uno de los poemas de ese libro. El libro anterior tambi¨¦n lleva un t¨ªtulo de uno de aquellos versos. Yo creo que resume o sintetiza lo que ocurre cuando a los 80 a?os y despu¨¦s de varias vidas y otras cuestiones, desilusiones, esperanzas, resulta que uno sigue en la brecha...
P. Por una decisi¨®n de seguir...
R. Bueno, lo decide este [toc¨¢ndose el coraz¨®n y sonriendo], yo no tengo nada que ver.
P. Entonces, primero puso el t¨ªtulo y despu¨¦s...
R. No, no... Eso ser¨ªa premeditaci¨®n y alevos¨ªa. En poes¨ªa eso no ocurre. Voy escribiendo porque no puedo evitarlo. Y llega un momento en que me parece que se apag¨® la llama o est¨¢ por apagarse y ah¨ª es cuando hay que parar.
P. A la hora de ponerse a escribir, qu¨¦ diferencia hay entre el poeta que quer¨ªa ser, darse a conocer, abrirse camino, y el que ya es, el que ha sido reconocido con los galardones m¨¢ximos, con la seguridad en s¨ª mismo...
R. Mire, ojal¨¢ tuviera seguridad en m¨ª mismo. Porque cuando se vuelve una obsesi¨®n, que creo que es lo que produce la necesidad de escribir, a lo ¨²nico a lo que uno se puede agarrar es a lo que se escribi¨® ya, pero eso no sirve. Un poeta no vive para escribir, escribe para vivir. Por tanto, no hay seguridad, es la misma inseguridad de siempre.
P. ?Relee sus poemas?
R. No. Solo cuando tengo que hacer una lectura por ah¨ª, los elijo. Pero evito cuidadosamente releerlos.
P. ?Por qu¨¦?
R. Mire, en primer lugar porque me parecen de otros. Y en segundo lugar porque encuentro insatisfacciones permanentes. Tal vez por eso el motorcito sigue encendido. Para ver si alguna vez uno puede acostarse con la se?ora [con la poes¨ªa, con la inspiraci¨®n], pero... mientras tanto...
P. O sea, que el combustible tambi¨¦n es de alguna manera la insatisfacci¨®n...
R. S¨ª, s¨ª, tambi¨¦n. No es el origen, pero...
P. ?Cu¨¢l es el origen?
R. C¨®mo le digo, para m¨ª es la obsesi¨®n. Yo entiendo que la cosa va a venir porque tengo una especie de ruidito ac¨¢, me pongo de mal humor y aguanto todo lo que puedo para que no sea una falsa alarma, hasta que ya no puedo m¨¢s y escribo.
P. Y ha investigado, por as¨ª decirlo, en el origen de esa obsesi¨®n...
R. Este... Mire..., quiero ser un ciempi¨¦s que camina.
'Vinos'
El vino malo recuerda a la lengua
la rigurosidad de la locura,
o pensar en el cisne
salvado del diluvio, la pasi¨®n
por las distancias entre
la hora y su hora, palomares
donde aterrizan vientos, vidas,
el horno donde se
queman preguntas.
?Ad¨®nde fuiste, pie descalzo?
En los nervios del cosmos asoman
lunas secretas de Tenochtil¨¢n.
?Qui¨¦n lo olvida, qui¨¦n olvida sus
espejos simples de la tierra?
La memoria tiene dos ojos, uno
perdido en copias de la sangre, otro abierto
a calles que el abajo les tiembla.
La sombra del pasado se ata
al pasado que no sucedi¨®.
Poema incluido en el libro El emperrado coraz¨®n amora (Tusquets).
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