Sin techo y bajo la alfombra
Gallard¨®n no quiere vagabundos en las calles. En realidad, ning¨²n alcalde los quiere y, por ser honestos, a la inmensa mayor¨ªa de los ciudadanos les produce rechazo la imagen de pobreza y degradaci¨®n que transmiten o, lo que es peor, de desconfianza e inseguridad. El alcalde de Madrid tiene raz¨®n cuando se?ala los perjuicios que producen en sectores para nosotros tan esenciales como el turismo. Todos hemos visitado ciudades por ah¨ª fuera y, conscientes o no, en nuestra valoraci¨®n siempre pesa el que hayamos visto m¨¢s o menos gente tirada por las calles.
La miseria es un problema dif¨ªcil de atajar incluso en tiempos de bonanza y su visualizaci¨®n constituye todo un cl¨¢sico entre los quebraderos de cabeza de los mun¨ªcipes. A pesar de ello, son pocos los ediles que se han atrevido a hincarle el diente a un asunto delicado de abordar sin poner en riesgo los derechos y libertades ciudadanas. Lo que el alcalde Gallard¨®n pretende es que en las pr¨®ximas elecciones generales su partido incorpore una propuesta de ley para que los polic¨ªas municipales puedan retirar de la v¨ªa p¨²blica a los sin techo aunque estos se opongan.
En principio, los planes de Gallard¨®n no parecen diferir mucho de los de Giuliani en Nueva York
La iniciativa recuerda a aquella acci¨®n emprendida por el alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani en la ¨²ltima d¨¦cada de los noventa: Giuliani aplic¨® la llamada "teor¨ªa de las ventanas rotas" fundamentada en el contagio de las conductas inmorales o inc¨ªvicas y tuvo su origen en un curioso experimento realizado por un psic¨®logo de la Universidad de Stanford. Una prueba nada sofisticada que consisti¨® en abandonar dos veh¨ªculos con las puertas abiertas, uno en el Bronx y otro en un barrio elegante de California. Al del Bronx pronto le robaron sus componentes y en pocos d¨ªas fue destrozado mientras que el del barrio pijo permanec¨ªa intacto. Todo cambi¨® sin embargo cuando a?adieron al ensayo la rotura de una ventana de este ¨²ltimo veh¨ªculo. La gente fina de California entendi¨® que se hab¨ªa abierto la veda y en dos d¨ªas desguazaron el coche como hab¨ªa ocurrido en el Bronx. As¨ª llegaron a la conclusi¨®n de que el peque?o delito, adem¨¢s de contagioso, constituye una invitaci¨®n a otros de mayor envergadura.
El metro de Nueva York fue el primero en probar esa teor¨ªa y despu¨¦s Giuliani extendi¨® su plan de "tolerancia cero" a toda la metr¨®poli. El hueso del plan fue precisamente la presi¨®n policial que ejerci¨® sobre los mendigos, vagabundos y alcoh¨®licos que campaban por la ciudad. La cruzada de Giuliani supuso no pocos excesos por parte de sus polic¨ªas, que se vieron con las manos libres para sacar de las calles a todo aquel que no tuviera donde caerse muerto o al menos que por su aspecto as¨ª lo pareciera. Su acci¨®n pronto encontr¨® el rechazo de las organizaciones de derechos humanos cuyas protestas fueron igualmente reprimidas de forma expeditiva.
A cambio, las cifras de criminalidad experimentaron ca¨ªdas espectaculares y el aspecto de la ciudad mejor¨® notablemente, lo que mantuvo con los ojos y o¨ªdos deliberadamente cerrados a buena parte de la ciudadan¨ªa. Al final hubo que poner freno al sistema por la carencia de recursos p¨²blicos para atender a los sin techo. Limpiaban las calles de vagabundos, pero no siempre sab¨ªan qu¨¦ hacer con ellos. En principio, los planes de Gallard¨®n no parecen diferir mucho de los de Giuliani aunque ¨¦l asegura que los servicios sociales de Madrid s¨ª disponen de medios suficientes. Algo m¨¢s que discutible, y no solo porque sea dudoso que haya cama y comida para todos, sino porque el tratamiento de la marginalidad extrema exige otras medidas de atenci¨®n m¨¢s sofisticadas y acciones integradoras que ahora pr¨¢cticamente ni existen. Baste decir que casi la mitad de los sin techo sufre trastornos psiqui¨¢tricos o padece alguna adicci¨®n y no tiene acceso alguno al sistema p¨²blico de salud. Para atajar la exclusi¨®n social se necesita algo m¨¢s que polic¨ªas. A nadie le gusta ver miseria por las calles, pero si queremos hacer algo digno de una ciudad como Madrid no podemos limitarnos a esconderla bajo la alfombra.
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