Pakist¨¢n rechaza ser un nido de terroristas
El pa¨ªs, criticado por haber dado cobijo a Bin Laden, debate sobre la necesidad de plegar el Ej¨¦rcito al poder civil para ganar credibilidad en la lucha contra Al Qaeda
Apenas superado el impacto de la operaci¨®n estadounidense que mat¨® a Osama Bin Laden el lunes pasado, las ¨¦lites de Pakist¨¢n se han enzarzado en una guerra de acusaciones. Mientras los sectores liberales piden explicaciones de sus militares y servicios secretos, los uniformados echan balones fuera y tratan de pasar la responsabilidad a un Gobierno claramente inoperante. Lo ocurrido ha sacado a la luz el principal impedimento para que este pa¨ªs deje atr¨¢s su reputaci¨®n como sede central de Al Qaeda: la tutela de los Gobiernos civiles por un Ej¨¦rcito obsesionado con India.
"Lo bueno del caso es que ha expuesto a las instituciones [responsables] de la seguridad y se ha abierto un debate en los medios sobre los militares y los servicios secretos", explica a este diario Saroop Ijaz, un abogado y analista pol¨ªtico de Lahore.
Un tercio de sus 187 millones de habitantes vive en la pobreza absoluta
El desgobierno es total y los militares se ven por encima del bien y del mal
Programas de televisi¨®n, art¨ªculos de peri¨®dico y charlas de caf¨¦ deliberan si el Ej¨¦rcito y su poderosa agencia de espionaje, el Inter Services Intelligence (ISI), sab¨ªan que el terrorista m¨¢s buscado del mundo se escond¨ªa en Abbottabad. Cualquiera que sea la respuesta, salen mal parados. En caso afirmativo, ser¨ªan c¨®mplices de haberlo ocultado. Lo contrario los convertir¨ªa en incompetentes, una posibilidad que obliga a replantearse los privilegios y el presupuesto que Pakist¨¢n ha consagrado a sus Fuerzas Armadas desde su nacimiento como pa¨ªs hace 64 a?os.
"Tal vez no parezca mucho visto desde fuera, pero en Pakist¨¢n es un paso de gigante porque el Ej¨¦rcito ha estado hasta ahora por encima de cualquier reproche", contextualiza Ijaz.
El silencio de los militares -que solo emitieron un comunicado el jueves- dice mucho de su bochorno. Pero de forma discreta ya han empezado a perge?ar una escapatoria. Seg¨²n el diario The News, varios altos mandos se reunieron el viernes con una veintena de destacados periodistas para defender su actuaci¨®n. En esa cita, los militares acusaron al Gobierno de Asif Ali Zardari de no haber discutido la lucha contra el terrorismo con el Ej¨¦rcito, "ni siquiera una vez en los ¨²ltimos tres a?os", y de ignorar a la milicia y las agencias de informaci¨®n en sus relaciones con EE UU.
La realidad cuestiona su alegaci¨®n. El veto de los militares sobre la definici¨®n y defensa del inter¨¦s nacional no es una mera especulaci¨®n period¨ªstica. En su autobiograf¨ªa, Benazir Bhutto, la asesinada dirigente pol¨ªtica y esposa de Zardari, deja claro que hay tres asuntos sobre los que ning¨²n jefe de Gobierno civil tiene autoridad alguna: Afganist¨¢n, Cachemira y las armas nucleares. Solo hay un motivo para que el Ej¨¦rcito se reserve esos dosieres: la obsesi¨®n con India, que constituye el pilar de su doctrina.
A punto de cumplirse 10 a?os desde que un presidente militar, el general Pervez Musharraf, se aline¨® con EE UU en la guerra contra el terror, Pakist¨¢n sigue neg¨¢ndose a atacar a las facciones talibanes que se refugian a su lado de la frontera por temor a un Afganist¨¢n dominado por India. Ese empe?o en distinguir entre talibanes buenos y talibanes malos (los grupos paquistan¨ªes a los que s¨ª se combate) alienta la percepci¨®n de duplicidad y eclipsa el precio que el pa¨ªs est¨¢ pagando. Al menos 30.000 paquistan¨ªes, en su mayor¨ªa civiles, han muerto en cientos de atentados y numerosas operaciones contra los extremistas desde 2001.
En palabras del investigador past¨²n Abubakar Siddiqe, los militares paquistan¨ªes consideran a ciertos grupos militantes como "una segunda l¨ªnea de defensa contra India". Tal es el caso de los talibanes afganos, el grupo de Haqqani o Lashkar-e Taiba, una organizaci¨®n terrorista que activan cuando necesitan presionar a su vecino y rival, con el que ya han librado tres guerras desde la partici¨®n.
"No podemos seguir viviendo con una sensaci¨®n de amenaza permanente (...) necesitamos concentrar nuestras energ¨ªas en las numerosas e inmensas tareas que deben afrontarse en casa", clamaba ayer un editorial de The Express Tribune haci¨¦ndose eco de un sentir muy extendido entre la poblaci¨®n.
Y es que India es el menor de los problemas de este pa¨ªs plagado de desigualdades econ¨®micas y sociales, con niveles alarmantes de analfabetismo y un creciente avance del fanatismo religioso violento (solo este a?o dos altos funcionarios han sido asesinados por cuestionar una ley que condena con la muerte el insulto al islam). Un tercio de sus 187 millones de habitantes (que crecen al 2% anual) vive en la pobreza absoluta.
"Zardari no ha hecho nada en estos tres a?os", asegura un observador occidental al que preocupa la falta de avances sociales. "La inflaci¨®n oficial se sit¨²a en un 15%, pero a la mayor¨ªa de los paquistan¨ªes lo que les afecta no es esa media de una cesta de la compra a la que ni siquiera tienen acceso, sino los precios de productos b¨¢sicos como el pan, el t¨¦ o el az¨²car que se han duplicado", explica la fuente antes de concluir que "el ciudadano de a pie vive mucho peor que hace cuatro a?os".
Lo m¨¢s sangrante es que esa situaci¨®n se produce mientras el pa¨ªs crece a una media de un 5% anual. Pero el desgobierno es total. El 57% de la actividad econ¨®mica no paga impuestos, seg¨²n Yusuf Shirazi, el presidente y fundador del grupo de empresas Atlas. Ese factor contribuye sin duda a que el 10% m¨¢s rico de la poblaci¨®n disfrute de un 27% de la riqueza nacional, mientras el 10% m¨¢s pobre tiene que arregl¨¢rselas con un 4% del pastel.
"El ¨²ltimo paso en falso de los militares muestra que la verdadera amenaza para Pakist¨¢n no emana solo de los terroristas y de los pa¨ªses vecinos hostiles", ha escrito Aqil Shah en The Tribune. "Est¨¢ arraigada en la deformada estructura c¨ªvico-militar del Estado que siempre permite a los altos cargos evadir la responsabilidad por sus delitos".
Es esa impunidad la que ha convertido a esta Tierra de la Pureza en lo que muchos analistas ven como un peligroso c¨®ctel de radicales islamistas y armas nucleares. No hay que olvidar que, como recuerda la comentarista Miranda Husein, "todos los atentados islamistas que se han producido tras el 11-S ten¨ªan alg¨²n v¨ªnculo con Pakist¨¢n".
"Este pa¨ªs tiene en la actual crisis una oportunidad de oro para reconducir su pol¨ªtica exterior y contra el terrorismo, y convertirse en un aliado s¨®lido de verdad", se?alan por su parte fuentes diplom¨¢ticas occidentales. En esencia eso supone, que "el ISI y el Ej¨¦rcito renuncien a su doble juego, y que el Gobierno civil asuma sus responsabilidades".
Ayesha Siddiqa, la autora de Military Inc y una de las analistas de seguridad m¨¢s respetadas del pa¨ªs, discrepa. "En teor¨ªa hay una oportunidad, pero en la pr¨¢ctica no", afirma. Siddiqa duda de que el Ej¨¦rcito tenga la voluntad de hacer ese cambio cuando se considera por encima del bien y del mal.
Las canciller¨ªas europeas intentan proyectar una actitud constructiva, pero no esconden su preocupaci¨®n por c¨®mo puedan reaccionar los militares. "No cabe duda de que la operaci¨®n ha herido su orgullo. Tenemos que dejarles una salida honorable para que no se sientan acorralados", asegura un interlocutor. El mensaje subyacente es que el Ej¨¦rcito puede dar un golpe, algo que en la joven historia de Pakist¨¢n ha hecho en tres ocasiones e intentado al menos otras tantas. El temor va m¨¢s lejos: a que el golpe provenga no de la actual c¨²pula militar, sino de la generaci¨®n siguiente, la de los coroneles, que se ideologizaron en el islam pol¨ªtico durante el r¨¦gimen de Zia ul Haq.
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