Geometr¨ªa de un piso patera
El d¨ªa a d¨ªa de 11 senegaleses arrinconados en un apartamento de 50 metros cuadrados, o c¨®mo el paro, la pobreza y la vida sin papeles pueden asfixiar el sue?o de la inmigraci¨®n
"La geometr¨ªa solucionar¨¢ los problemas de la arquitectura". Le Corbusier (1887-1965), arquitecto franc¨¦s.
Este piso de Lavapi¨¦s tiene una superficie de unos 50 metros cuadrados, con un largo pasillo de entrada medio taponado por una fila de maletas de viaje que sirven de armario. Queda libre un corredor de 40 cent¨ªmetros. En la sala -el espacio m¨¢s grande- hay un sof¨¢ cama, una litera para dos, tres sillas y en una esquina, una columna ins¨®lita: la nevera, que no cabe en la cocina, sostiene una tele que funciona; sobre ella hay otra tele, que no funciona.
Los problemas de la arquitectura, sumados a los problemas de 11 senegaleses sin papeles ni trabajo, ni dinero, exigen esa soluci¨®n geom¨¦trica, el piso patera. Toma su nombre de las barcazas de pesca (cayucos) en las que se hacinan inmigrantes africanos irregulares para intentar llegar a las Islas Canarias o al sur de Andaluc¨ªa y quedarse en Espa?a, una v¨ªa de entrada que ha disminuido mucho en los ¨²ltimos cinco a?os. En 2006 llegaron 39.000 barcas. En 2010, 3.600 -ninguna de Senegal-.
"En el piso es dif¨ªcil aguantarse pero en el cayuco te vuelves loco"
Tocan a unos cinco metros cuadrados por habitante y no hay zonas privadas
De los 11 inquilinos, 10 no tienen papeles y tres han estado en un centro de internamiento
La antena de 18 euros y el abono a una programaci¨®n digital son sus lujos
La analog¨ªa de la patera, que ellos mismos utilizan, es limitada: "Hacemos la comparaci¨®n por la cantidad de gente que hay en el piso, pero no es nada parecido", explica un senegal¨¦s que vivi¨® en esta casa de Lavapi¨¦s. "En el piso no hay intimidad, es dif¨ªcil aguantarse entre nosotros, pero el cayuco es una sensaci¨®n que no se puede definir. Te vuelve loco".
El piso patera tiene unos cinco metros cuadrados por habitante. No hay zonas privadas. Las dos habitaciones, a las que se pasa desde la sala, son min¨²sculas y no tienen ventanas. En una hay una litera y un colch¨®n; en la otra, dos colchones. Entre ambas duermen siete personas, y otras cuatro pasan la noche en la sala. Una comparaci¨®n para valorar las condiciones de vida en esta casa: la norma que regula el castigo a los presos en Espa?a, la Ley Penitenciaria, dice que cada uno debe tener una celda para ¨¦l solo (aunque luego, por falta de espacio, no se cumpla la norma).
La cocina est¨¢ al otro lado de la sala. Es corta, estrecha y tiene un cr¨¢ter horroroso en el techo. El espacio es reducido, para un solo chef, pero tambi¨¦n funciona como pasillo para ir al ba?o -un cub¨ªculo con un lavabo, un retrete y una ducha- o acceder a un patio interior, al aire libre, en el que est¨¢ instalado el calentador del gas, rodeado de tres bombonas de butano.
Sin embargo, para los inquilinos del apartamento no es una prisi¨®n. Es un hogar. Y un refugio. De los 11 inquilinos, entre 25 y 45 a?os de edad, 10 no tienen papeles y tres han estado en el centro de internamiento de extranjeros de Aluche. No quieren dar su nombre ni que aparezcan sus caras en una fotograf¨ªa. Temen que la polic¨ªa los identifique y los detenga por no tener permiso de residencia. Se sienten "perseguidos", una apreciaci¨®n que casa con la de sindicatos policiales y ONG, que han denunciado supuestas redadas contra inmigrantes por ser sospechosos de no tener papeles, sin indicios criminales, y que no concuerda con el desmentido de oficio del Ministerio del Interior.
Uno de los habitantes, serio, pausado, con estilo rastafari, asegura que ha pasado diez veces por el calabozo y que en 2008 estuvo 40 d¨ªas encerrado en Aluche. Durante el d¨ªa que dura el reportaje no se mueve de casa. "Para salir a la calle tengo miedo. Salgo al locutorio, o a la fruter¨ªa, y luego vuelvo", dice. Se entretiene con el ordenador, pinchando cupe d¨¦ cal¨¦ (un tipo de m¨²sica de Costa de Marfil), o recre¨¢ndose con el v¨ªdeo de un chino que se desga?ita cantando en wolof, la lengua senegalesa que hablan entre ellos, todos originarios de un pueblo llamado Kayar.
El distrito Centro es el que acumula la mayor cantidad de inmigrantes senegaleses, 911 de los 2.521 que est¨¢n empadronados en la ciudad, y Lavapi¨¦s es el barrio donde m¨¢s se concentran. El n¨²mero de pisos patera que hay en Madrid es incierto; ninguna administraci¨®n les ha prestado atenci¨®n, y quienes viven en ellos prefieren pasar desapercibidos.
Las precauciones de los habitantes del piso marcan las condiciones del reportaje: sin nombres, sin caras (a excepci¨®n de un chico que no le importaba). Se avienen a que su hogar-refugio aparezca en la prensa, como hicieron con un artista que rod¨® un documental con im¨¢genes del piso o con un fot¨®grafo que est¨¢ siguiendo su vida. Pero lo hacen con prevenci¨®n, sin ninguna esperanza de que un art¨ªculo de prensa pueda hacer algo por ellos.
En el apartamento, por lo general, solo entran y salen senegaleses (inquilinos o amigos del barrio). La puerta nunca se cierra, solo se arrima: la s¨ªntesis cultural entre la hospitalidad de un pueblo africano y el mal ag¨¹ero de una metr¨®polis contempor¨¢nea. La plaza del pueblo es la sala, un circuito cerrado en el que sucesivamente se van formando y deshaciendo grupos.
Lo ¨²nico que permanece inmutable es la televisi¨®n, sobre su pedestal frigor¨ªfico, encendida alternativamente en dos canales que captan por parab¨®lica, uno de f¨²tbol y otro de lucha senegalesa, dos deportes que enlazan con naturalidad. "?Eso es como la falta de Pepe!", exclama uno despu¨¦s de la colisi¨®n de dos africanos hormigonados -refiri¨¦ndose a la pol¨¦mica expulsi¨®n del defensa del Real Madrid en un partido contra el Barcelona-.
La antena, que compraron por 18 euros, y un abono de 50 euros mensuales a una programaci¨®n digital son los dos lujos del piso patera, que alquilan a un bangladesh¨ª por 850 euros al mes. Entre los 11, seg¨²n dicen, tienen lo justo para pagarlo a duras penas y enviarle algo a sus familias en Senegal (siete tienen mujer e hijos en su tierra).
La crisis econ¨®mica y la oferta de cine gratis en Internet ha machacado el negocio al que se dedica la mayor¨ªa, la venta callejera de pel¨ªculas pirateadas. "Hace tres a?os pod¨ªas ganar 20 euros al d¨ªa, pero ahora puedes hacer 15 en una semana", explica uno de ellos, que casi ya no frecuenta el top manta. Los trabajos sin contrato en la construcci¨®n, antiguo nicho de empleo para sin papeles, tambi¨¦n se han esfumado.
Vivir juntos les permite sobrevivir, pero tienen que vivir muy juntos para sobrevivir con tan poco. Gastan unos 100 euros a la semana en comida. La preparan por turnos, como se puede comprobar en un papel pingajoso pegado a la puerta de la cocina.
El d¨ªa del reportaje se comi¨® a las 17:45 (arroz con pollo, zanahorias, pimienta negra, chiles y repollo) y se cen¨® en torno a las once y media (cordero con patatas y guisantes). Diariamente, entre inquilinos y amigos senegaleses que pasan por all¨ª, comen o cenan unas 25 personas en el piso, seg¨²n cuentan.
Pobres, apretados en un espacio m¨ªnimo, ofuscados por la sombra de la polic¨ªa, ?por qu¨¦ seguir en Espa?a? Tienen dos opciones: volver a su pa¨ªs sin papeles, de manera que si quisiesen regresar tendr¨ªan que volverse a subir a un cayuco, o persistir; una vida humilde en Senegal, un estado pobre de 12 millones de habitantes, con una renta media anual de 1.280 euros y cerca de un 50% de la poblaci¨®n en paro, o una moneda al aire en Madrid.
"En Senegal, ahora, vivir¨ªamos mejor que aqu¨ª, pero sin futuro; aqu¨ª, vivimos peor, pero hay futuro... O pensamos que hay futuro", sopesa uno, sentado en el sof¨¢ cama. Y le da la risa: "Hay que seguir so?ando".
Cinco veces al d¨ªa, cada uno de los 11 senegaleses, todos musulmanes, reza mirando a La Meca en una habitaci¨®n o en la sala. Si alguien reza, baja el barullo de las discusiones, centradas fundamentalmente en dos asuntos, si es verdad que los EE UU se han cargado a Osama Bin Laden, y si los ¨¢rbitros est¨¢n confabulados para que el Barcelona le gane al Real Madrid.
F¨²tbol y religi¨®n. El opio del piso patera, donde no se fuma ni se bebe alcohol. En la sala hay un p¨®ster de Dani Alves, futbolista del Barca, y otro de un im¨¢n senegal¨¦s, Sheikh Ahmadou Bamba, muerto en 1927. "Un hombre de Dios que hac¨ªa milagros", seg¨²n los habitantes del piso. Son hombres de fe, persistentes. Son hombres sin medios para vivir dignamente y con mucho aguante. "Hay que seguir so?ando"...
LO QUE OPINAN LOS POL?TICOS
"Es una emergencia social"
EL PA?S ha pedido a los responsables de Asuntos Sociales de los tres partidos con m¨¢s ediles en el Ayuntamiento de Madrid, PP, PSM e IU, su valoraci¨®n sobre el problema del hacinamiento en pisos de inmigrantes. A 14 d¨ªas de las elecciones municipales del 22 de mayo, ofrecen su opini¨®n.
- Concepci¨®n Dancausa (PP). La actual concejal de Asuntos Sociales sostiene que los Ayuntamientos no tienen competencias para afrontar esta cuesti¨®n, ya que las normas de empadronamiento est¨¢n reguladas por el Estado (Ley de Bases del R¨¦gimen Local) y no se obliga a que haya un espacio m¨ªnimo por habitante.
Esta ley, seg¨²n el Ministerio de Pol¨ªtica Territorial y Administraciones P¨²blicas, ser¨¢ sustituida este a?o. Dancausa espera que d¨¦ poder a los Ayuntamientos para "dictar ordenanzas que permitan establecer las condiciones de habitabilidad y ocupaci¨®n". Quiere que se fije un "m¨ªnimo" de metros cuadrados por inquilino.
- Pedro Zerolo (PSM). "El hacinaminento es una emergencia social", dice el responsable de Servicios Sociales de la candidatura de Jaime Lissavetzky. Incide en que el problema de los pisos patera exige "un enfoque integral", de pol¨ªtica social, "para evitar situaciones de marginaci¨®n", y de vivienda, "garantizando el acceso a una vivienda digna a precios asequibles".
Tambi¨¦n defiende que las normas de empadronamiento tienen que ser m¨¢s precisas: "El padr¨®n debe ser una herramienta que indique cu¨¢nta gente vive, d¨®nde y c¨®mo lo hace".
Zerolo apunta otro aspecto del asunto, la posible responsabilidad legal de los propietarios de pisos saturados de inquilinos: "Soy partidario de denunciar aquellas situaciones fraudulentas de las que se lucren los titulares de las viviendas".
- Milagros Hern¨¢ndez (IU). La n¨²mero dos en las listas del partido avanza que la pr¨®xima norma estatal, en desarrollo, establecer¨¢ una proporci¨®n m¨ªnima de espacio por persona. "Se est¨¢ hablando de 10 metros cuadrados por habitante", dice.
Es partidaria de que el problema de los pisos patera se incluya en un plan integral de inclusi¨®n social. Hern¨¢ndez asegura que la ¨²nica medida al respecto del Gobierno de Gallard¨®n es que las oficinas de empadronamiento soliciten una inspecci¨®n policial cuando una vivienda llega a 15 habitantes. "Si hay denuncias de vecinos, se paralizan nuevos empadronamientos; si no, no se act¨²a". Dancausa no respondi¨® a la pregunta de EL PA?S sobre este supuesto.
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