Un simulacro de corrida
Despu¨¦s de una tarde de fr¨ªo y toros por los suelos, muchos aprovecharon para salir de la plaza antes de que saliese el sexto. Ten¨ªan motivos m¨¢s que suficientes para desertar. Sin embargo, se perdieron lo ¨²nico salvable de la tarde.
Pepe Moral, que se doctoraba en tauromaquia, no quiso irse de vac¨ªo en una tarde cuyo resultado, quiera o no, ir¨¢ siempre escrito en todos los programas de mano cada vez que se anuncie en una plaza. Por eso dio lo mejor de s¨ª mismo y se volc¨® de las dos maneras en que un torero puede hacerlo. Mientras el toro se dej¨®, busc¨® el lucimiento art¨ªstico. Esto fue ef¨ªmero. Solo cuatro ver¨®nicas y una media sacando el toro a los medios antes de que llegase el picador. Despu¨¦s, porfiando con un toro parado, de encornadura playera, con una faena de muleta que mezcl¨® valor y temeridad a partes iguales, cruz¨¢ndose al pit¨®n contrario y esquivando la cornada en varias ocasiones.
ENCABO, DE JULIA, MORAL
Cuatro toros de Mar¨ªa Olea y dos del Conde de la Corte, desiguales de presentaci¨®n, flojos y faltos de codicia.
Plaza de toros de Las Ventas. Menos de la mitad del aforo cubierto.
Fue lo ¨²nico destacado en una tarde de tristeza, no solo por ver la escasez de casta y fuerza de un hierro que fue se?ero, sino porque esta divisa lleva demasiado tiempo as¨ª. Los toros del Conde de la Corte han sido madre, tronco gen¨¦tico de ganader¨ªas de primera l¨ªnea. Se podr¨ªa perdonar la ausencia de fuerzas. O lo contrario, mal comportamiento, pero con una dosis de movilidad y pujanza. No hubo ni una cosa ni otra. Tampoco un m¨ªnimo de sensibilidad en el palco para devolver al menos dos toros incapaces de soportar la lidia que manda el reglamento y que tanta falta hace para el futuro de este espect¨¢culo.
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