Mi Twitter es tambi¨¦n de mi empresa
Las compa?¨ªas intentan controlar las opiniones de sus empleados en las redes sociales para cuidar su imagen - Los medios de comunicaci¨®n crean c¨®digos estrictos para sus periodistas
Iniciar la sesi¨®n en Twitter despu¨¦s de un encontronazo con el jefe o buscar en el muro de Facebook un desahogo tras una jornada laboral poco reconfortante pueden ser decisiones fatales. A las redes sociales las carga el diablo porque, a diferencia de otros medios, la frontera entre lo privado y lo p¨²blico est¨¢ tan desdibujada en ellas que resulta casi imposible discernir si un comentario cr¨ªtico sobre la empresa para la que trabajamos forma parte de la libertad de expresi¨®n en la esfera de la intimidad o ser considerado como un acto de indisciplina.
Un tuit ¨¢cido contra un superior u otro en el que se critique las condiciones laborales pueden suponer una sanci¨®n o el despido. La poca edad de las redes sociales impide que exista una legislaci¨®n concreta sobre la materia. As¨ª que se va acumulando una jurisprudencia fruto de sentencias aisladas, muchas de ellas contradictorias, por el uso inadecuado de estos poderosos instrumentos de comunicaci¨®n.
"Un d¨ªa aburrido en la oficina", dijo en Facebook y fue despedida
No hay normativa laboral en Espa?a que regule los mensajes 'on line'
Las empresas vigilan cada vez m¨¢s las opiniones de sus empleados en las redes sociales, que se han convertido tambi¨¦n en una plataforma de marketing para las firmas. El 94,87% de los usuarios de Twitter sigue a alguna empresa, seg¨²n un estudio de la Asociaci¨®n Espa?ola de la Econom¨ªa Digital. Y cada vez son m¨¢s las que aplican c¨®digos internos de conducta para impedir que la inspiraci¨®n literaria de sus trabajadores da?e su imagen corporativa o cree un mal clima interno.
En el caso de los medios de comunicaci¨®n, el debate se amplifica a¨²n m¨¢s puesto que la materia con la que trabajan sus empleados es la informaci¨®n y la opini¨®n. Medios tan poderosos como The Wall Street Journal, The Washington Post, BBC, Reuters o Bloomberg han redactado normas estrictas para sus periodistas. Desvelar primicias, difundir opiniones contrarias a la l¨ªnea del medio o emplear un lenguaje improcedente son algunas de sus prohibiciones. Dilucidar si forman parte del control editorial o si son una forma sibilina de censura comienza a ser materia de debate entre la profesi¨®n.
En Estados Unidos, cuna de las redes sociales m¨¢s populares, tambi¨¦n van por delante en el debate. Dawmarie Souza, una empleada de una compa?¨ªa de ambulancias de Connecticut, fue despedida el a?o pasado tras realizar en Facebook un comentario despectivo sobre su jefe (le calific¨® con el c¨®digo empleado para los pacientes psiqui¨¢tricos). La Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB, por sus siglas en ingl¨¦s), una agencia gubernamental que vigila las pr¨¢cticas laborales injustas, demand¨® a American Medical Response, la empresa en la que trabajaba Souza al entender que la pol¨ªtica que impon¨ªa a sus trabajadores de publicaci¨®n en Internet era "demasiado vaga" y "conten¨ªa disposiciones ilegales". La NLRB estim¨® que los empleados tienen tambi¨¦n en Internet el derecho a comentar "los t¨¦rminos y condiciones de su empleo con los dem¨¢s". La empresa se pleg¨® y, en febrero pasado, lleg¨® a un acuerdo dinerario con la trabajadora. El hecho de que el comentario se hiciera desde su casa y con una cuenta personal fue decisivo.
Menos suerte tuvo Kimberley Swann, una joven inglesa de 16 a?os que calific¨® en su perfil de Facebook de "d¨ªa muy aburrido" su primera jornada de trabajo en las oficinas de Ivell Marketing & Logistics. Su jefe quiso evitar que se siguiera aburriendo y la despidi¨® fulminantemente, pese a que la empleada en ning¨²n momento hab¨ªa mencionado el nombre de la empresa. En Facebook se cre¨® un grupo de apoyo a su causa.
En Espa?a, la Generalitat de Catalu?a suspendi¨® tres meses al profesor de lat¨ªn de un instituto de El Morell (Tarragona) por comentarios insultantes o intimidatorios contra el director y otros docentes a trav¨¦s de Facebook, al tiempo que ped¨ªa a sus alumnos que se sumaran a la campa?a.
"No hay normativa que regule expresamente este tema. El conflicto de hace unos a?os sobre si las empresas pod¨ªan espiar o no los correos electr¨®nicos de sus trabajadores [el Tribunal Supremo resolvi¨® en 2007 que fisgar los emails era una invasi¨®n de la intimidad] se ha trasladado ahora a las redes sociales, aunque en este caso es m¨¢s complicado decidir entre el uso personal y el profesional. M¨¢s que un listado de normas estrictas, las empresas deben articular una serie de reglas sencillas para ayudar a sus empleados a no meter la pata", opina Jes¨²s Herranz, Gerente de Nuevas Tecnolog¨ªas de BDO Abogados.
En estos conflictos no se dirime una sanci¨®n disciplinaria m¨¢s, contenida en la normativa laboral, como las que han sufrido decenas de trabajadores por darse de baja y colgar luego imprudentemente en su Facebook fotos de noches de juerga. Aqu¨ª se trata de opiniones personales, comentarios entre compa?eros como los que se hacen en la m¨¢quina del caf¨¦ o se env¨ªan por correo electr¨®nico y por sms, pero utilizando como canal las redes sociales. Y su control queda a merced de la arbitrariedad o la casualidad de que un jefe o un compa?ero lo vea y lo difunda, puesto que la mayor¨ªa de las compa?¨ªas no cuenta con normas espec¨ªficas.
De hecho, una encuesta de la consultora Manpower Professional revela que el 75% de los empleados afirma que sus empresas no cuentan con una pol¨ªtica formal sobre el uso de las redes sociales en el trabajo. "Esto sugiere que una amplia mayor¨ªa de empresas est¨¢ adoptando la postura de 'esperar a ver qu¨¦ sucede' antes de desarrollar sus propias pol¨ªticas sobre el uso de las redes sociales", dice el estudio.
"De acuerdo con el art¨ªculo 20 del Estatuto de Trabajadores lo que haga el empleado dentro de la jornada o en representaci¨®n de la empresa entra dentro del contrato, y se le aplica la buena fe contractual, esto es, que ha de cumplir fielmente su contrato y evitar causar un da?o a la empresa con su comportamiento como da?ar su reputaci¨®n corporativa. Y aqu¨ª es donde hay que distinguir entre lo que alguien dice en una red social como ciudadano amparado por la libertad de expresi¨®n y lo que dice como representante de una empresa. Y aqu¨ª, de nuevo, y con trazo grueso, es donde toca distinguir lo que se dice en una cuenta corporativa, en la que aparece el cargo que ocupa, de lo que se dice en una personal, en la que no se incluye el cargo", dice Paloma Llaneza, abogada experta en nuevas tecnolog¨ªas.
El panorama est¨¢ cambiando. Las empresas son conscientes de que su imagen depende de la Red. Y de que para cuidarla es mucho m¨¢s importante que sus empleados se expresen apropiadamente en Facebook o Twitter a que lleven traje y corbata. Se juegan mucho en ello. Aunque solo sea porque el 83,4% de los internautas utiliza ya alguna red social (¨²ltima oleada de Ocio Networks).
Para controlar y gestionar esas herramientas sociales en beneficio de las empresas, tanto interna como externamente, ha nacido una nueva profesi¨®n, los community managers, cuya demanda se multiplic¨® por ocho en 2010, seg¨²n el informe de Infojobs, agencia de colocaci¨®n on line.
Y no solo las empresas. Tambi¨¦n los trabajadores tienen que convertirse en sus propios community managers y cuidar sus perfiles en Internet. Las redes sociales pueden servir para encontrar un empleo o como trampolines en la carrera profesional. Retuitear las ocurrencias del jefe o comentar elogiosamente las fotos de sus vacaciones en el Facebook se ha convertido en un cl¨¢sico.
"Las empresas tambi¨¦n acuden a la red a buscar informaci¨®n sobre los posibles candidatos: el curr¨ªculum es la fuente principal pero no la ¨²nica. Debemos tener muy presente qu¨¦ dice la Red sobre nosotros: gestionar nuestra reputaci¨®n on line. Es importante estar en estas redes, pero siempre cuidando la informaci¨®n que ofrecemos sobre nosotros", dice Marcela Gonz¨¢lez, de Infojob.
La colusi¨®n entre empresa y empleados puede ser inevitable. "Est¨¢n en juego dos tipos de derechos, los de expresi¨®n y de privacidad del trabajador, y el derecho patrimonial de la empresa a no sufrir da?os inmateriales como puede ser la reputaci¨®n mercantil o la imagen ante los consumidores. No hay una legislaci¨®n sobre uso laboral de nuevas tecnolog¨ªas ni sobre perjuicios que pueda sufrir la empresa por opiniones de trabajadores ni en medios tradicionales ni electr¨®nicos. S¨ª hay una extensa doctrina judicial por transgredir la obligaci¨®n legal de buena fe y a ella se han acogido a veces los empresarios para justificar despidos por da?os. Los convenios colectivos que regulan el uso de nuevas tecnolog¨ªas son una v¨ªa adecuada para buscar una confluencia de intereses", indica Pepe Callejas, del Gabinete T¨¦cnico Confederal de UGT.
En el caso de los medios de comunicaci¨®n, esta colusi¨®n de derechos se agudiza. Twitter y Facebook se han convertido en unas herramientas de difusi¨®n de noticias y opiniones, un canal instant¨¢neo mucho m¨¢s ¨¢gil y universal que los propios medios. Pero tambi¨¦n mucho m¨¢s libre. Y eso incomoda a los medios.
Despu¨¦s de 20 a?os en CNN, la periodista experta en Oriente Medio fue despedida tras escribir en Twitter un comentario elogioso sobre un cl¨¦rigo chiita. "Es triste conocer la muerte de Sayyed Hussein Fadlallah uno de los gigantes de Hezbol¨¢, al que respeto mucho". Pese a que se disculp¨®, la cadena estadounidense mantuvo la sanci¨®n porque entend¨ªa que hab¨ªa comprometido su "credibilidad" y la del medio.
Para evitar estos incidentes, algunos medios han creado c¨®digos f¨¦rreos. "Todos los periodistas de The Washington Post deben renunciar a algunos de sus privilegios como ciudadanos particulares y asumir que sus mensajes en cualquier red social es, a efectos pr¨¢cticos, el equivalente de lo que aparece debajo de su firma en el peri¨®dico o en nuestra web", comienza el manual. El prestigioso diario no solo proh¨ªbe a sus reporteros "escribir o publicar cualquier cosa que pueda reflejar una parcialidad o favoritismo pol¨ªtico, racial, religioso o sexual", sino que les veda hacerse seguidores o unirse a grupos en esas redes que sean susceptibles de manchar la credibilidad del medio.
La agencia Reuters se lo deja a¨²n m¨¢s claro a sus periodistas: "La distinci¨®n entre lo privado y lo profesional casi no existe y usted debe asumir que lo personal y lo profesional en las redes sociales es una sola actividad, no importa cu¨¢nto se esfuerce por mantenerlos separados". La agencia financiera Bloomberg gu¨ªa a sus periodistas por una advertencia: "Primero pregunta; luego tuitea". Casi todos estos medios proh¨ªben expresamente difundir primicias, comentar la elaboraci¨®n de las noticias o mantener un debate con los lectores o con medios rivales.
Algunos periodistas han entendido que con estas normas es preferible renunciar a tener un perfil en la red social. As¨ª le ocurri¨® al jefe de edici¨®n del Post Raju Narisetti que se borr¨® de Twitter tras ser amonestado por un comentario cr¨ªtico con la escasez de recursos para la sanidad. Otros medios como The New York Times aplican una autorregulaci¨®n, dejando manos libres a sus profesionales.
"Respecto a los periodistas, cuando no est¨¢n escribiendo en un medio, represent¨¢ndolo o actuando como independientes, no est¨¢n cubiertos por el derecho a la informaci¨®n sino por el general de la libertad de expresi¨®n", dice Llaneza.
Ser popular y ocurrente en Twitter o en Facebook es importante. Pero antes de escribir recuerde que su seguidor y su amigo m¨¢s vigilante es su jefe.
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