Gus Van Sant se pone l¨ªrico... en vano
Se supone que toda la gente que se dedica al cine, independientemente de que su principal objetivo sea crear arte riguroso o bien llenar las salas con espect¨¢culos a la medida de un p¨²blico masivo, desean que sus criaturas se exhiban en la opulenta plataforma publicitaria y el prestigio que representa el Festival de Cannes. Este se puede permitir la elecci¨®n de los productos m¨¢s distinguidos en la cosecha anual, aunque esos criterios selectivos sean discutibles, caprichosos, estrat¨¦gicos o simplemente marcianos en algunas ocaciones. Cannes intenta combinar los descubrimientos ex¨®ticos con los valores consagrados, la vanguardia y el clasicismo. Y por supuesto ofrece invitaci¨®n permanente a autores ancestralmente mimados por esta casa, nombres que tienen garantizado el estreno de su ¨²ltima obra aunque no haya sido bendecida por el estado de gracia.
El pretencioso y vacuo director siempre dispone del amor de este festival
En sus mejores momentos, 'Restless' es cansina; en los peores, rid¨ªcula
En esta edici¨®n apabulla la cantidad de firmas ilustres (lo cual no equivale a que su cine te apasione, pero todos ellos est¨¢n en posesi¨®n de notables honores acad¨¦micos) que figuran en la Secci¨®n Oficial, carreras que Cannes ha laureado con sus premios m¨¢s trascendentes en numerosas ocasiones.
El director norteamericano Gus Van Sant siempre ha dispuesto del amor de este festival. Por ello, te sorprende que su pel¨ªcula Restless no figure en la golosa secci¨®n competitiva, la que otorga la codiciada Palma de Oro, sino que haya sido relegada a la secci¨®n Una cierta mirada, destinada como su titular indica a curiosidades con cierta personalidad, con presumible encanto. Van Sant se las ha ingeniado siempre para saber moverse simult¨¢neamente en el Hollywood m¨¢s convencional con pel¨ªculas realizadas a gusto de la gran industria y tambi¨¦n en el cine experimental, con sello de autor¨ªa, estilo identificable, vocaci¨®n hipermoderna. En su segunda y aclamada faceta a m¨ª solo ha logrado deslumbrarme en Drugstore cowboy, la mejor pel¨ªcula que he visto nunca sobre el submundo de las drogas. El resto me parece tan pretencioso como vacuo, acompa?ado de una narrativa irritantemente obsesionada por presumir de originalidad en cada plano. Pero la impostura con ¨ªnfulas intelectuales siempre goza de un distinguido y minoritario mercado.
A la media hora de Restless entiendo los motivos de que Cannes haya relegado a uno de sus ni?os terribles a una secci¨®n desfavorecida, que le estrene de tapadillo. En esta ocasi¨®n Van Sant no va de psicologismo inane y sociolog¨ªa retorcida como en las insoportables Last days (supuesta y dormitiva cr¨®nica del v¨¦rtigo suicida de Kurt Cobain) y Elephant (retrato ininteligible de la matanza que perpetran en su instituto dos adolescentes tarados), sino que intenta ponerse rom¨¢ntico describiendo el intenso amor entre una cr¨ªa con c¨¢ncer terminal y un chaval obsesionado con la muerte de sus padres que practica la necrofilia col¨¢ndose en cualquier funeral de gente desconocida y cuya soledad est¨¢ atenuada por la compa?¨ªa que le hace y los consejos que le ofrece un fantasma que se ha inventado, aviador japon¨¦s y kamikaze.
Todo obedece al desprop¨®sito en esta pel¨ªcula supuestamente l¨ªrica. Los defensores del tono vanguardista de Gus Van Sant lo tienen crudo para encontrar la profundidad y la lucidez de algo con factura cursi que en demasiados momentos parece un relamido spot publicitario. De acuerdo en que esta apasionada pareja adolescente es muy rarita, pero eso no garantiza que su problem¨¢tico amor, su ag¨®nica felicidad y su definitiva tragedia te afecten lo m¨¢s m¨ªnimo. En sus mejores momentos Restless es cansina y en los peores, exclusivamente rid¨ªcula.
No hab¨ªa visto ninguna pel¨ªcula de la directora escocesa Lynne Ramsay, pero tampoco intuyo que me haya perdido algo excepcional constatando el manierismo y la cargante voluntad art¨ªstica que caracteriza a We need to talk about Kevin (Tenemos que hablar de Kevin). El tal Kevin es una criatura profundamente cabrona desde su ni?ez que va a explotar su capacidad para sembrar el mal en la adolescencia carg¨¢ndose gratuitamente a sus compa?eros de colegio y a las personas m¨¢s cercanas.
Nos cuentan la evoluci¨®n del futuro asesino en serie desde el punto de vista de la aterrorizada madre, consciente de que ha parido a un monstruo pero embargada por el sentimiento de culpa al sentirse responsable de no haberle comprendido. El tema es fuerte pero la directora est¨¢ tan preocupada por construir im¨¢genes retorcidas y sonidos sofisticados que revelen su inmensa personalidad narrativa que se olvida de potenciar y hacer cre¨ªble el morboso argumento, prescinde de las claves en conducta tan patol¨®gica y siniestra para dedicarse a un cargante ejercicio de estilo. Tiene a su favor a esa actriz tan dotada para componer personajes ambiguos, turbios y enfermizos llamada Tilda Swinton, pero no es suficiente para que mantengas el inter¨¦s sobre el ni?ato diab¨®lico y los tormentos de su impotente madre.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.