La pol¨ªtica paralizada por el miedo
La izquierda, en tiempos de crisis, solo sabe administrar tecnocr¨¢ticamente. Pierde, en detrimento de la derecha, la capacidad de utilizar la afectividad y la indignaci¨®n, elementos clave para movilizar al ciudadano
Existe una crisis de la indignaci¨®n? Con ocasi¨®n de la publicaci¨®n del peque?o ensayo ?Indignaos!, del antiguo miembro de la Resistencia francesa, St¨¦phane Hessel, todo un best seller en su pa¨ªs, algunos medios de comunicaci¨®n nacionales han reflexionado sobre la presunta aton¨ªa de la sociedad espa?ola. Sin embargo, al margen de la comparaci¨®n, la pregunta apunta a un problema a¨²n m¨¢s acuciante: ?ha perdido la izquierda, en detrimento de la derecha, su capacidad de movilizar la fuerza de la indignaci¨®n, ese elemento necesario del compromiso ciudadano?
A la vista de esta cuesti¨®n, ciertos acontecimientos como el resurgir de la ultraderecha en toda Europa, la movilizaci¨®n del Tea Party en Estados Unidos o las altas expectativas electorales creadas por Marine Le Pen en las ¨²ltimas elecciones cantonales francesas revelan un inquietante fen¨®meno: parece como si en momentos de crisis solo la derecha tuviera la capacidad de canalizar la afectividad pol¨ªtica, mientras que la izquierda solo supiera administrar.
Ya en Weimar la izquierda cedi¨® a la derecha el terreno de la c¨®lera popular
Las crisis terminan sirviendo para imponer a la gente privatizaciones y pol¨ªticas neoliberales
?Por qu¨¦ cada vez m¨¢s ocurren rebeliones y protestas violentas carentes de todo mensaje ideol¨®gico y basadas en un vago resentimiento? Posiblemente, porque hoy, en nuestro marco pospol¨ªtico y posideol¨®gico, la indignaci¨®n no acierta a invertir sus movimientos reflejos en un marco narrativo inteligible. Al carecer de una cartograf¨ªa cognitiva, la c¨®lera explota en un acto pol¨ªticamente sin sentido, tan ciego que atenta a veces incluso contra su propio perpetrador.
Es aqu¨ª donde, salvando ciertas distancias, resulta pertinente volver la mirada a ese singular laboratorio de crisis que fue la Rep¨²blica de Weimar. De ese escenario, en el que Hitler supo sacar ventaja buscando chivos expiatorios, actualmente el neopopulismo derechista extrae sus oportunistas lecciones. Una de ellas es no temer caer en flagrantes incoherencias con tal de jugar en todos los tableros. No en vano Jean-Marie Le Pen se defin¨ªa como un pol¨ªtico que se encontraba "socialmente a la izquierda, econ¨®micamente a la derecha y, siempre, con Francia en el centro de sus pensamientos".
En primer lugar, cabe se?alar que el problema econ¨®mico de la Rep¨²blica de Weimar se cifraba en la preponderante influencia especulativa del capital financiero sobre la esfera productiva. Cuando la burbuja de Weimar, mantenida artificialmente por Wall Street, explot¨® tras el hundimiento de la Bolsa norteamericana en 1929, los efectos no tardaron en percibirse. El recorte del gasto p¨²blico y la eliminaci¨®n de la financiaci¨®n del sistema de cobertura del desempleo, una de las conquistas de la segunda fase de la Rep¨²blica, generaron un clima de desafecci¨®n radical hacia la clase pol¨ªtica y un cinismo desilusionado sobre los que no tard¨® mucho en encender la mecha el populismo demag¨®gico.
En concreto, un debate interesante para nosotros fue el de saber qu¨¦ plan de acci¨®n pod¨ªa ofrecer la izquierda para contrarrestar el creciente malestar de las precarizadas clases medias. Aqu¨ª el peligro estribaba en recaer en una estrategia dogm¨¢tica de clase incapaz de tender puentes entre los "diferentes mundos". La buena aproximaci¨®n pasaba por dise?ar un programa no orientado a acelerar la crisis -el "cuanto peor, mejor"- ni, desde luego, a proponer soluciones de cirug¨ªa radical nacionalista.
En su ensayo Los empleados, Siegfried Kracauer mostraba as¨ª c¨®mo la proleta-rizaci¨®n de las clases medias no conduc¨ªa en ellas a ninguna conciencia cr¨ªtica sobre el mapa general, sino al movimiento nacionalsocialista. Walter Benjamin, por su parte, investigaba c¨®mo los individuos sacudidos por las conmociones sociales se ve¨ªan obligados a anestesiarse en masa bajo la est¨¦tica del espect¨¢culo o la vigorexia deportiva para mantener cierta ortopedia narcisista. Bajo el shock, las facultades sensoriales dejaban de estar en contacto con la realidad y pasaban a ser un medio de defensa. Comp¨¢rese la escenograf¨ªa del Triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstahl, donde se esconde toda vulnerabilidad, con la mirada de Chaplin al cuerpecito vapuleado en la cadena de montaje para apreciar c¨®mo esta atrofia de la experiencia conduc¨ªa a conclusiones pol¨ªticas opuestas.
En plena crisis, Benjamin utiliz¨® la expresi¨®n "melancol¨ªa de izquierda" para definir esta situaci¨®n de par¨¢lisis. Si en esta situaci¨®n de desmoronamiento de valores, la c¨®lera experimentada tras el "enga?o" pol¨ªtico se canaliz¨® mejor por la demagogia derechista fue, entre otras razones, por la ineptitud de una izquierda que, aferrada a planteamientos economicistas, entreg¨® al enemigo la pedagog¨ªa sobre el campo expresivo. Absteni¨¦ndose de luchar en el terreno en el que a¨²n se pod¨ªa urbanizar pol¨ªticamente la c¨®lera y evitar su explosi¨®n en resentimiento, esta dejaci¨®n nos ilustra para comprender lo que ocurre hoy cuando una racionalidad tecnocr¨¢tica limitada a lo administrativo cede el espacio de lo pol¨ªtico y la indignaci¨®n a los sectores reaccionarios.
All¨ª donde Benjamin y Kracauer, golpeados por el shock de Weimar y sus consecuencias regresivas y anest¨¦sicas, cartografiaron el alcance psicosocial de esta p¨¦rdida de experiencia, Naomi Klein ha tratado en los ¨²ltimos a?os de investigar la relaci¨®n entre el capitalismo neoliberal y los desastres naturales o pol¨ªticos. No debe subestimarse esta comparaci¨®n entre ¨¦pocas: la privaci¨®n sensorial e hist¨®rica de nuestra experiencia del mundo desemboca no pocas veces en un estado de desorientaci¨®n en el que el individuo se siente tentado de buscar un amo al que pueda ceder voluntariamente su libertad.
En este sentido, Klein ha puesto de manifiesto c¨®mo la nueva l¨®gica del mercado dise?ada por los Chicago boys se adapta como un guante al shock. En este tel¨®n de fondo privilegiado, las crisis sirven para imponer a las sociedades a¨²n sumidas en un estado de conmoci¨®n nuevas privatizaciones y pol¨ªticas de corte neoliberal. La imposici¨®n de esta din¨¢mica, al¨¦rgica al intervencionismo estatal keynesiano, es facilitada cuando lo que allana el camino a la misma es alg¨²n tipo de cataclismo. Asimismo, la "intoxicaci¨®n" del entorno de solidaridad, puesto bajo sospecha con la crisis, y la creaci¨®n artificial de una atm¨®sfera de miedo obligan a la poblaci¨®n a hacer t¨¢bula rasa y blindarse frente al contexto social.
"A lo ¨²nico que debemos temer es al miedo mismo". Tras la crisis de 1929, en su discurso de toma de posesi¨®n de 1933, el presidente de EE UU F. D. Roosevelt pronunci¨® estas famosas palabras. Hoy, no puede dejar de resonar su mensaje en un momento en el que la izquierda parece paralizada por el miedo, incluso por su miedo al miedo de la gente. La amarga lecci¨®n de la Rep¨²blica de Weimar para la tradici¨®n social de izquierdas fue comprobar que nada pod¨ªa obtener del "cuanto peor, mejor". Tambi¨¦n los disc¨ªpulos de Milton Friedman est¨¢n de acuerdo. Como dijo el maestro: "Solo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Creo que esa ha de ser nuestra funci¨®n b¨¢sica: desarrollar alternativas a las pol¨ªticas existentes para mantenerlas vivas y activas hasta que lo pol¨ªticamente imposible se vuelve pol¨ªticamente inevitable".
Sirvi¨¦ndose del famoso cuento de Edgar Allan Poe, Un descenso al Maelstr?m, el soci¨®logo Norbert Elias describe el tsunami provocado por los momentos cr¨ªticos como un singular c¨ªrculo vicioso. Este "doble v¨ªnculo" se desarrolla entre un peligro extremo y una intensa carga emocional susceptible de oscurecer un conocimiento cartogr¨¢fico del acontecimiento. Esta oscilaci¨®n entre el p¨¢nico y la anulaci¨®n de la voluntad de saber es la que impide reaccionar de manera adecuada a la desorientaci¨®n. Seg¨²n la narraci¨®n, de los tres hermanos que se encuentran en el centro del Maelstr?m, solo el m¨¢s peque?o es capaz de sobreponerse al shock que le atenaza y hacerse un mapa general del movimiento s¨ªsmico. Solo ¨¦l es capaz de sobreponerse al compromiso precipitado por la cat¨¢strofe.
Solo quien tiene la habilidad de no dejarse llevar puede idear estrategias para salir del marasmo. En este sentido, habr¨ªa que matizar el recurrente mantra de que la derecha espa?ola actual no tiene programa; es que no necesita mapas: solo conf¨ªa en el shock.
Germ¨¢n Cano es fil¨®sofo y traductor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.