Un cuento
El miedo a crecer avanza m¨¢s all¨¢ de los ni?os perdidos y los jardines con islas en su est¨®mago: el miedo a crecer rebusca entre tu calderilla y escoge las monedas de menor valor -las de cinco c¨¦ntimos, las de uno-, y rasca la bandita plateada bajo la que se esconde un premio, y se mancha las yemas de los dedos para descubrir qu¨¦ nos espera. Y lo que nos espera es que la recompensa anunciada -unas veces un coche, otras un viaje- siempre recae en otros: a nosotros nos tocan los descuentos, el producto de marca blanca regalado. Ese gesto alimenta nuestro miedo a crecer: escuchamos promesas durante la adolescencia, y cumplimos a?os y descubrimos las primeras canas y -a la vez- que los cuentos en cuentos se quedan.
En un sistema que empeora por la falta de dinero, la sanidad camina hacia la privatizaci¨®n
Una ha crecido escuchando que es ahora una vez que transcurre en un lugar donde los derechos fundamentales -la sanidad, la educaci¨®n- se respetan, y se cuidan, y se sit¨²an a la disposici¨®n de todos y de todas, p¨²blicos, sin preocupar si en su bolsillo guardan monedas de c¨¦ntimo o billetes imposibles; sobre todo en el primer caso. Tambi¨¦n cre¨ªa de peque?a en los pr¨ªncipes azules, en las princesas con trenzas-escalera y en los ogros buenos: as¨ª me va.
Al contrario de lo que plantea el juego, si rascamos a veces perdemos. Si nos molestamos en conocer algo m¨¢s de lo que se nos cuenta, en rascar la superficie, y leemos una de esas cadenas que recibimos por correo electr¨®nico y pinchamos en un enlace, y saltamos a otro, y continuamos enter¨¢ndonos, podemos aterrizar en la web de la Coordinadora Anti-privatizaci¨®n de la Sanidad P¨²blica de Madrid, y derrumbarnos ante el cuento de terror que nos plantean. Una historia por la que no pasean los lobos ni las brujas, o s¨ª pero sin hambre ni verrugas, inyect¨¢ndonos -ya crecidos- ese miedo de los relatos de fantasmas y casas encantadas que nos condenaban al insomnio infantil. Centr¨¦monos en la salud: en el modelo que se est¨¢ adoptando en Madrid, y que se asumir¨¢ imparable dentro de 15 d¨ªas, tras el nuevo resultado electoral.
Centr¨¦monos en una sanidad que se apellida p¨²blica en la teor¨ªa, y que en la pr¨¢ctica camina hacia la privatizaci¨®n: en un sistema que ya de por s¨ª funciona con parsimonia, que no mejora sino que empeora, porque ante la falta de dinero no opta por rebajar el presupuesto en otras ¨¢reas no tan vitales, sino que elige vender al mejor postor y reservar apenas lo justo, lo m¨ªnimo, en la m¨¢s oscura versi¨®n del marchar por la vida ligero de equipaje que el bendito Machado hubiera podido imaginar. No privatizar, que suena feo, sino respetar una parcela min¨²scula para responder que no todo es de otros cuando alguien alce la voz.
O centr¨¦monos tambi¨¦n en los hospitales de gesti¨®n semiprivada, en los que solo el personal sanitario es de todos, y que por tanto atan su funcionamiento a los caprichos de una empresa a la que nuestro bienestar importa -no sin raz¨®n- un pimiento, y que se queja de que la actividad es mayor que la especificada en los pliegos de concesi¨®n -anagn¨®risis: hablamos de hospitales, no de supermercados-, e incluso de que la Comunidad de Madrid no incluye en su listado de intervenciones quir¨²rgicas algunas que s¨ª lo son, y que por tanto -con raz¨®n- se les descuadran las cuentas. Qu¨¦ esper¨¢bamos: habla la empresa. Culpa de unos, culpa de otros, a este cuento se le complica la moraleja. ?Si te metes con los se?ores del dinero, abandonas chamuscado? ?Qu¨ªtate de unos cuantos gastos, invierte en un seguro y derechito a la cl¨ªnica privada ante el menor dolor? ?Qu¨¦ podemos exigir a quienes se encargan de algo que nuestros gestores han considerado superfluo, para nada importante, y de lo que por tanto han prescindido? ?Para qu¨¦, por qu¨¦, cotiza quien -afortunado- cotiza?
He hablado de pr¨ªncipes y princesas, de ni?os voladores, de malos de cuento. A?adan los castillos tenebrosos, los dragones, aquellos elementos que les retorc¨ªan de p¨¢nico: todos los actualiza la Coordinadora Anti-privatizaci¨®n, en su web (http://www.casmadrid.org) pintan un escenario que trasciende nuestras m¨¢s retorcidas fantas¨ªas. Est¨¢ ocurriendo en Madrid y tambi¨¦n en Andaluc¨ªa: el desprecio a lo p¨²blico arrasa las diferencias ideol¨®gicas, y confunde unas con otras. Nuestra salud vale tan poco que su cuidado se compra y se vende igual que un coche viejo: a este paso nos tocar¨¢ afrontar operaciones y tratamientos fundamentales, necesarios, pero que la sanidad no asumir¨¢ porque no les parecer¨¢ rentable. Ent¨¦rense, porque la situaci¨®n no se desliza en la campa?a, y cuando se insin¨²a, la junta electoral lo considera improcedente, y fuera, y ya. Toca rascar como en el juego, y no confiar en las reinas, porque descienden del sapo o nos envenenan la manzana.
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