La pasi¨®n de uno de nosotros
El enorme rostro proyectado de Cristo Salvator Mundi, del pintor renacentista Antonello da Messina, domina con su mirada perdida un lujoso loft blanco. En el sof¨¢ de dise?o, un anciano mira la tele mientras su elegante hijo se prepara para salir: "?Qu¨¦ est¨¢s viendo?" -Los animales-, balbucea, antes de quejarse de un dolor agudo en el vientre. El chico se acerca a ¨¦l para levantarle: cuando lo consigue, vemos que su albornoz est¨¢ manchado por detr¨¢s. Mientras va a por guantes y palangana, su padre se hace aguas mayores piernas abajo.
De vuelta, el joven limpia con papel de cocina el suelo y la mancha marr¨®n del n¨ªveo sof¨¢, le quita camisola y pa?al a su progenitor y los retira con aprensi¨®n mientras al p¨²blico le llega un olor dudoso. Porque se arrodilla para preparar otro pa?al, no ve que pap¨¢, desconsolado por su incontinencia, se ha llevado una mano pringada a la cabeza y se est¨¢ poniendo perdido: es ¨¦ste el ¨²nico respiro c¨®mico de una acci¨®n cruda sin tregua, milimetrada como esas piezas cortas de Beckett que son todo acotaci¨®n. Pero Castellucci no hace de la palabra salmodia ni de las acciones recurrentes estribillo: su trabajo se mira en escorzo en aquel naturalismo radical que hace un siglo subi¨® a los escenarios lo que nadie quer¨ªa ver en parte alguna: la enfermedad, el declive y la muerte.
SUL CONCETTO DI VOLTO NEL FIGLIO DI DIO
Idea y direcci¨®n: Romeo Castellucci. Int¨¦rpretes: Gianni Plazzi y Sergio Scarlatella. Matadero Madrid. Del 12 al 14 de mayo.
Sul concetto di volto nel figlio di Dio (Sobre el concepto de rostro en el hijo de Dios) es una pasi¨®n profana magn¨¦tica: el hijo limpia la cabeza del padre, lo consuela ("Ves como no ha pasado nada") y friega el suelo con dos cubos. Cuando todo est¨¢ inmaculado se escucha un bramido intestinal, el joven hace un gesto de desesperaci¨®n profundo, consigue sobreponerse ("Pap¨¢, ?qu¨¦ has comido?", inquiere compungido), pone al anciano en pie y comienza a lavarlo de nuevo cual S¨ªsifo. Arrodillado tras ¨¦l mientras le pasa un pa?o albo por la espalda, queda inm¨®vil durante nueve segundos eternos: parece una Dolorosa secando el sudor al Nazareno.
Castellucci imprime un giro metateatral fascinante cuando el viejo coge un bid¨®n de pl¨¢stico y sigue manchando como por juego, con el truco a la vista. La imagen posterior del hijo con ambos brazos abiertos, mirando implorante al Cristo, tiene la fuerza de una Piedad, y la salida del padre con el bid¨®n es una despedida y cierre a lo ?ltima cinta de Krapp, o a lo Minetti bajo la nieve con la corona de Lear. El espect¨¢culo bien pudiera acabar ah¨ª, sin esa performance final donde tras la pintura de Messina aparece la frase de doble filo: "You are (not) my shepherd", que parece hacerse eco de las palabras m¨¢s humanas de Cristo: "Dios m¨ªo, ?por qu¨¦ me has abandonado?" Entre los espectadores, hubo quienes quedamos magnetizados, quien sali¨® conmovido y quien esperaba otra cosa.
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