Ascensor a ninguna parte
En el escenario, a la izquierda, llamando poderosamente la atenci¨®n, un vistoso ascensor. Teniendo en cuenta que lo que se iba a ver era un puesta en escena moderna y de firma ilustre de Der Freisch¨¹tz (El cazador furtivo), de Carl Maria von Weber, estrenada en 1821 y cuya acci¨®n est¨¢ ambientada en Bohemia poco despu¨¦s del fin de la Guerra de los Treinta A?os (1618-1648), la presencia del ascensor en el escenario estaba totalmente justificada y lo ¨²nico que nos quedaba por saber era ad¨®nde conduc¨ªa.
Dram¨¢ticamente Der Freisch¨¹tz, con sus f¨¢usticos pactos con el diablo y sus escenas nocturnas en el bosque, encarna el primer y m¨¢s fresco e ingenuo romanticismo. Musicalmente es t¨ªtulo important¨ªsimo pues, junto con el Fidelio beethoveniano, es para la meloman¨ªa en general, no especialmente mani¨¢tica, el eslab¨®n que enlaza y salva la distancia c¨®smica, sideral, que media entre la Flauta m¨¢gica y El holand¨¦s errante, o lo que es lo mismo, entre Mozart y Wagner. Casi nada.
DER FREISCH?TZ (EL CAZADOR FURTIVO)
de Carl Maria von Weber. Christopher Ventris, tenor. Petra-Maria Schnitzer, soprano. Albert Dohmen, bajo. Of¨¨lia Sala, soprano. Matti Salminen, bajo. Producci¨®n de la Staatsoper de Hamburgo. Liceo. Barcelona, 12 de mayo.
Musicalmente el Freisch¨¹tz que ofreci¨® el Liceo estuvo bien y, en algunos momentos, superior. La larga y celebre parte coral se resolvi¨® a muy buen nivel. Albert Dohmen brill¨® en la parte de Kaspar y Of¨¨lia Sala engrandeci¨® el papel secundario de ?nnchen. Petra-Maria Schnitzer, con poca presencia vocal, estuvo correcta pero dej¨® escapar la posibilidad de adue?arse del escenario en el papel estelar de Agathe, y Christopher Ventris, que acudi¨® a la cita a ¨²ltima hora en sustituci¨®n del anunciado Peter Seiffert, de baja por enfermedad, se apa?¨® con solvencia, pero no m¨¢s, en el papel protagonista de Max. Menci¨®n aparte merecen Matti Salminen, un verdadero lujo en el c¨®modo papel del ermita?o, y Alex Brendem¨¹hl en el papel hablado de Samiel, un personaje -el ¨²nico- que, por decisi¨®n del director de escena, hablaba en catal¨¢n, circunstancia que no tendr¨ªa mayor importancia si no fuera porque Samiel encarna al diablo.
En lo referente a la producci¨®n, hay que ir por partes. Datado en Hamburgo a finales del siglo pasado, este Freisch¨¹tz ven¨ªa firmado por Peter Konwitschny, un peso pesado de la direcci¨®n esc¨¦nica oper¨ªstica, con no menos de 25 grandes producciones y diversas sonoras pol¨¦micas en el curr¨ªculo, algunas en el Liceo (el Lohengrin de los colegiales en pantalones cortos, por ejemplo). Gran director de actores, en sus escenarios todos los personajes, por secundarios que sean, saben qui¨¦nes son, a qu¨¦ juegan y qu¨¦ tienen que hacer, y lo ejecutan con gran perfecci¨®n. Con Konwitschny, por ejemplo, el coro nunca es una masa an¨®nima, un gran pasmarote est¨¢tico. El director sabe ajustar el gesto a la intenci¨®n y lo pone todo al servicio de una dramaturgia precisa.
Otro asunto, muy diferente, es hacia d¨®nde apunta esa dramaturgia. En el caso que nos ocupa, el cazador err¨® el tiro. Konwitschny amaga sus cartas hasta mediada la obra, pero finalmente no tiene m¨¢s remedio que descubrir su juego, y el juego era muy pobre, poco m¨¢s que un chiste bien contado. Que Dios y el diablo al final intercambien sus tarjetas de visita o que Max empiece inmediatamente a buscar en el coro una posible sustituta de la novia que el destino le niega es m¨¢s cuchufleta petulante de ni?o malcriado que enjundia de verdadero dramaturgo. En teatro, cuando se llama la atenci¨®n del p¨²blico con un elemento esc¨¦nico singular, en este caso el ascensor, aquel elemento ha de ser fundamental en la dramaturgia. Aqu¨ª el ascensor llamaba mucho la atenci¨®n, pero sin ¨¦l la obra habr¨ªa sido la misma. Era un ascensor que no conduc¨ªa a ninguna parte. La producci¨®n, tampoco.
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