M¨¢s de lo mismo en los cansinos piratas caribe?os
Guardo agradecida y feliz memoria de las pel¨ªculas de piratas que hicieron m¨¢s aventurera y plena mi ni?ez. Las asocio con un color determinado, un estado de ¨¢nimo lleno de asombro, una imaginer¨ªa de personajes en la que ten¨ªas muy claro la identidad de los buenos y de los malos aunque todos practicaran el mismo y arriesgado oficio. Y por supuesto, un deseo imperioso de que al hacerte mayor te admitieran en la cofrad¨ªa, en posesi¨®n de un sable y un arcabuz asaltando barcos y escalando fortalezas. Al crecer descubres que no existe nada noble ni generoso en la profesi¨®n del pirateo, que en la vida real estos no combaten con espadas sino que firman documentos en bancos, empresas y corporaciones para exprimirle hasta la ¨²ltima gota de sangre al indefenso pr¨®jimo.
El tono es id¨¦ntico al de las anteriores, y la historia m¨¢s caprichosa
La israel¨ª 'Hearat Shulayim' es un tedioso ejercicio psicol¨®gico
La sensaci¨®n de haber gozado tanto con ese g¨¦nero me aconseja no volverlo a revisar, por si acaso se derrumba el mito amado. Sin embargo, es algo que no me ocurre con la mejor literatura de piratas. Puedo releer cada varios a?os La isla del tesoro con la seguridad de que era, es y ser¨¢ una novela maravillosa.
El cine nunca ha descuidado a lo largo de su historia el g¨¦nero de barcos y abordajes, la fascinaci¨®n por los proscritos. Incluso se ha ocupado de ellos alg¨²n autor tan incontestable como Roman Polanski. El resultado fue la tan infame Piratas, un experimento carente de la m¨ªnima gracia. En los ¨²ltimos a?os, el productor Jerry Bruckheimer ha renovado el fil¨®n de oro con la saga de Piratas del Caribe y la respuesta del p¨²blico en una ¨¦poca de terror progresivo para las desiertas salas ha sido espectacular. Parece ser que no solo los ni?os sino tambi¨¦n los adultos disfrutan enormemente con las aventuras y desventuras del ex¨®tico y sofisticado pirata Jack Sparrow. Al principio yo me asom¨¦ a esta saga con ilusi¨®n, con la esperanza de que al menos iba a encontrar un entretenimiento de primera clase. Aunque conociera la marca de f¨¢brica del productor para construir circos tan ruidosos como huecos, y que estos estuvieran dirigidos por el temible Gore Bercinsky, autor de The mexican, una de las idioteces m¨¢s insuperables que he visto nunca en la pantalla. Pero poco a poco me sent¨ª como un n¨¢ufrago en medio del entusiasmo colectivo hacia estos piratas de dise?o, tan calculados. No captaba su irresistible humor, los guiones me parec¨ªan fabricados por una computadora, reconoc¨ªa el virtuosismo de sus efectos especiales pero terminaba aburri¨¦ndome hasta el infinito con lo que se supone que representa la apoteosis del cine de acci¨®n. Aunque le echara buena voluntad y algunos cr¨ªos adorables me describieran su pasi¨®n hacia esos personajes y los peligros a los que se enfrentan.
Veo la cuarta entrega de Piratas del Caribe, titulada En mareas misteriosas, en la proyecci¨®n y el sonido suntuosos que caracterizan a la sala Lumi¨¨re del Festival de Cannes. Enmascarado con las gafas negras que permiten disfrutar del 3D, con la esperanza de que el nuevo director Rob Marshall, c¨¦lebre por su sentido de la coreograf¨ªa en Chicago y Nine, emplee una narrativa seductora para retratar las haza?as de Sparrow. El atractivo visual se mantiene, pero el tono es id¨¦ntico al de las anteriores y la historia m¨¢s caprichosa que imaginativa. Intento meterme dentro de la trama, que el siniestro pirata Barbanegra, su bella y desafiante hija Ang¨¦lica, el astuto capit¨¢n Barbosa, las sirenas que pueden llorar por amor, los zombis que ejercen de matones y el saltar¨ªn y numerero Sparrow despierten mi inter¨¦s ante las m¨²ltiples y peligrosas cosas que le suceden, pero todo es en vano. A la hora de proyecci¨®n ya he consultado un par de veces el reloj, cuando han pasado dos horas me siento literalmente agotado, tengo la impresi¨®n de que no se va a acabar nunca. O sea, las sensaciones que jam¨¢s te puede transmitir algo que se propone divertirte. Y por supuesto que los paisajes son grandiosos, que percibes el exhaustivo trabajo t¨¦cnico que hay en ella, que la m¨²sica de Hanz Zimmer no para ni un segundo de atronarte, que Pen¨¦lope Cruz sale muy guapa, que Jhonny Depp es tan buen actor que no permite que te desentiendas de su persona aunque solo haga y diga chorradas. Sospecho que si no es debido a la estricta obligaci¨®n, no volver¨¦ a perder el tiempo con una saga que puede perpetuarse mientras que el gran negocio funcione.
Si la representante suprema del cine comercial no me otorga ning¨²n placer, las dos trascendentes pel¨ªculas de la Secci¨®n Oficial tampoco. Y juro que lo ¨²nico que busco siempre al sentarme en la butaca son emociones, que no disfruto con el masoquismo. La israel¨ª Hearat Shulayim es un tedioso ejercicio psicol¨®gico que muestra la dolorosa rivalidad profesional entre un padre y un hijo que son maestros del Talmud, la catarsis que se produce entre ellos cuando debido a un malentendido conceden el Premio Israel al mis¨¢ntropo padre en vez de al hijo triunfador. La austriaca Michael est¨¢ realizada imitando el estilo de Michael Haneke por su habitual ayudante de direcci¨®n Markus Schleinzer. El tema, c¨®mo no, es s¨®rdido. Describe la vida cotidiana de un pederasta que ha secuestrado y violado en su casa a un ni?o de 10 a?os. Lo que puede resultar genuino y estremecedor en el maestro, solo queda como una fr¨ªa e irritante copia en manos del disc¨ªpulo.
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