El azote de los gobiernos
Ni Facebook ni Wikileaks. Las redes sociales y la exhibici¨®n p¨²blica de asuntos que a los Gobiernos no les gusta airear son pr¨¢cticas de Amnist¨ªa Internacional (AI) desde su nacimiento. Y justo ahora cumple medio siglo. Dado el aniversario, pongamos cara a aquellos que est¨¢n detr¨¢s de sus acciones. Esa era la idea para este reportaje. Dicho y hecho. Y al extender ahora nuestro mapa de ruta resulta que no cabe aqu¨ª lo mucho que esta organizaci¨®n representa en la democratizaci¨®n del mundo. A d¨ªa de hoy, que Amnist¨ªa se fije en uno no es cuesti¨®n banal. Y m¨¢s sabiendo lo que ahora sabemos: "Un investigador de AI nunca abandona un caso hasta que no est¨¢ resuelto". Y debe ser: miren, si no, sus casos de presos, casi 50.000, la mayor¨ªa cerrados; sus informes, 17.093. Completos, insistentes, en bucle, como esas concertinas (alambradas) que se colocan en las prisiones para acotar... Azote de Gobiernos, dicen unos. Mosca cojonera, otros. Por ello, esta ONG independiente (no solicita ni admite financiaci¨®n de Gobiernos o partidos; ingres¨® 202 millones de euros en 2009; en Espa?a, en 2010, siete, el 96% de cuotas y donaciones; el resto, ventas) recibi¨® en 1977 el Premio Nobel de la Paz: por preparar el terreno para la libertad, para la justicia y la paz en el mundo".
"Un investigador de AI nunca abandona un caso sin estar resuelto"
"?Cu¨¢l es su mayor frustraci¨®n? Estados Unidos, siempre; es como un muro"
"Las cartas de AI apoyan no solo a uno sino a muchos a su alrededor"
"Dejamos de ser una ONG solo de presos para serlo de derechos humanos"
"Para m¨ª, recibir postales era abrir una ventana a un mundo colorista"
La paz. Pens¨¢bamos en ella justo (ya que los investigadores de AI andan por Libia) cuando salt¨® la noticia: la Corte Suprema de EE UU rechaza la apelaci¨®n de Troy Davis, de 42 a?os, condenado a muerte desde hace dos d¨¦cadas. ?l es uno de los casos emblema de AI, parte de una de sus batallas: la que libra contra la pena capital. Y el desaliento se extiende cual tsunami en este d¨ªa de marzo por la sede del Secretariado Internacional en Londres. "?Qu¨¦ es lo primero que har¨¢s al salir?", le hab¨ªamos preguntado por tel¨¦fono a Troy en diciembre en una visita a su casa familiar en Savannah (Georgia): "Lo pasar¨¦ con los m¨ªos... sentado en un ba?o caliente". "?Qu¨¦ es lo primero que har¨¢ cuando Troy salga?", le preguntamos a su madre Victoria Davis. "Irme para siempre de este Estado malvado". Entonces a¨²n hab¨ªa esperanza. Su fuerza y la de su hija mayor, Martina Correia, que ha hecho de la lucha por su hermano (condenado sin m¨®vil ni arma, con la mayor¨ªa de los testigos retractados) su raz¨®n de ser, parec¨ªa inundar Londres entero mientras los de AI le¨ªan el comunicado decepcionado de la directora de la campa?a por la abolici¨®n en EE UU: "Da la impresi¨®n de que al sistema de justicia no le incomoda que una persona sea ejecutada aunque no se hayan despejado todas las dudas sobre su culpabilidad en el caso...". "Rezo por que se ordene mi inmediata liberaci¨®n. Y si no, que se me garantice un nuevo juicio. Quiero salir como hombre libre este 2011.Y despu¨¦s de recuperar mi vida seguir¨¦ luchando por la abolici¨®n de la pena de muerte", dec¨ªa Troy.
Pero no. Y Troy est¨¢ a punto de doblar en esta carrera de encierros injustos al espa?ol Marcos Ana, el hombre que m¨¢s tiempo pas¨® en una c¨¢rcel franquista, 23 a?os, quien, dice, se salv¨® con la literatura como Troy, dice, se salva ahora con la fe en Dios y en los suyos. Mi vida / os la puedo contar en dos palabras: / Un patio / y un trocito de cielo donde a veces pasan / una nube perdida y alg¨²n p¨¢jaro / huyendo de sus alas. As¨ª dec¨ªa Mi coraz¨®n es patio, el poema que hizo famoso a Marcos Ana, que ¨¦l nos mostrar¨¢ luego en su casa madrile?a.
La sede de AI, dos edificios de ladrillo unidos por un corredor, en Easton Street, es un r¨ªo caudaloso de informaci¨®n p¨²blica sobre derechos humanos. Todo fluye. Vas de un piso a otro dividido por colores, y pisas secciones (cuentas, prensa...) y continentes: ac¨¢, Am¨¦rica; all¨ª, Asia... Pa¨ªses, ciudades, pueblos, v¨ªctimas, ampliados con una suerte de microscopio made in AI, de enfoque lento, pero seguro, que permite ver bien el virus causante del da?o. As¨ª son los informes de AI: cocidos a fuego lento. Precisos. "No podemos permitirnos errores". Te tropiezas por estos pasillos con alguno del centenar de investigadores que se encargan de Estados concretos y puedes demorarte un d¨ªa entero hablando. Y hasta con alguno de los s¨¦niors de AI (son cinco): Javier Z¨²?iga (especialista en Am¨¦rica Latina, enciclop¨¦dico, la memoria de los abusos del continente, ni un a?o bastar¨ªa con ¨¦l: "Ay, Brasil", dice, "nuestra China en Am¨¦rica Latina"), Claudio Cordone (especialista en el Medio Oriente), Whitney Brown (experta en asuntos legales), Donatella Rovera (una m¨¢quina de alta cilindrada que se encuentra en el norte de ?frica deshilando el hilo de esa rueca y mandando informes sobre represi¨®n y da?os) y Anne Fitzgerald, que destap¨® los vuelos secretos de la CIA; uno de los grandes ¨¦xitos de AI (ver informes EE UU/Yemen, Reclusi¨®n secreta en los 'lugares negros' de la CIA, 2005; Below ther radar. Secret flights to torture and 'disappearance', 2006, y Open secret, sobre la complicidad europea en estos hechos, 2010, adem¨¢s de otros sobre los a¨²n 39 desaparecidos).
Fitzgerald no puede disimular su amargura con lo de Troy. "?Cu¨¢l es su mayor ¨¦xito en AI?", le preguntamos en el comedor de su casa british, con jard¨ªn y perro y cocina de madera, llena de cat¨¢logos para comprar flores, libros y recuerdos. "Yemen", responder¨¢ (los desaparecidos yemen¨ªes de 2003, v¨ªctimas de la red estadounidense de detenciones ilegales). "?Y su frustraci¨®n?" "Estados Unidos, siempre". Un muro, dice, contra el que darse cabezazos (como demuestran una vez m¨¢s los Wikileaks sobre Guant¨¢namo y otras cosas de actualidad). La mayor democracia y el mayor obst¨¢culo. "Se desvelan abusos, pero nunca se responsabilizan". Y no solo eso. En derechos sucede como en el clima o las armas... Si un pa¨ªs poderoso no firma un protocolo, otros se excusan. Una espina, pues. En Savannah, Martina Correia no cesa, contesta al rev¨¦s sufrido: "No abandonaremos nuestra causa bajo ning¨²n concepto". Puro esp¨ªritu AI.
Medio millar de personas (2.000 en todo el mundo) trabajan en el cuartel general de AI; de 66 pa¨ªses distintos. Gente com¨²n, 40 a?os de media, la gran mayor¨ªa mujeres. ?M¨¦todo de trabajo de la ONG? Recabar informaci¨®n a diario a trav¨¦s de denuncias, de medios, de redes, de visitas, de colaboraci¨®n con ONG locales, de contacto constante con el lugar y sus gentes, de hacer lobby con otras... N¨²mero de informes de investigaci¨®n que AI ha editado desde 1961: 17.093, producto de 3.341 visitas; numero de acciones urgentes desde 1985: 20.544 (aunque este m¨¦todo de movilizaci¨®n r¨¢pida, si se determina que una persona corre peligro o se est¨¢ produciendo una crisis, se empez¨® a usar en 1973). Este a?o han emitido 267.
Multiplicando aqu¨ª y all¨¢: ?un mill¨®n de horas anuales han calculado que invierte este equipo en salvaguardar los derechos humanos del planeta!, dicen sonriendo hoy a duras penas. Gente de gran entereza. Porque aqu¨ª las malas noticias abundan como se ve, aunque hay tambi¨¦n secci¨®n para las buenas (muy activa, en realidad). Hoy mismo anuncian: "El activista indio de derechos humanos Binayak Sen ser¨¢ puesto en libertad bajo fianza". Levantas cualquier papel y ah¨ª est¨¢n escritos objetivos: presos de conciencia, pena de muerte, juicios justos, impunidad, tortura, desaparecidos, guerra contra el terror tras el 11-S...
Personas que trabajan por personas que trabajan por personas... y que cambian legislaciones. As¨ª se presentan en AI al ser preguntados. Voluntarios o no, de toda condici¨®n, juntos, en pro del cumplimiento de la Declaraci¨®n Universal en la ONU en 1948.
Buceamos por AI a trav¨¦s de 14 personas de 12 pa¨ªses (en las im¨¢genes), elegidas entre miles posibles. Algunas de ellas son activistas puros o investigadores; otras, ex presos o v¨ªctimas. Y las hay, y en gran cantidad, tal como sue?a ser Troy, de un tercer grupo: las que pelean ahora para conseguir para otros lo que ayer se consigui¨® para ellas. Una red. Un c¨ªrculo. Como nuestra traves¨ªa misma. Que comenz¨® un buen d¨ªa de noviembre de 2010 en una plaza de Madrid, en la Mayor, junto a dos de las madres de Soacha (Colombia), poniendo despacio sobre la mesa, una a una, fotos de sus hijos asesinados en 2008 por el Ej¨¦rcito colombiano, ante la mirada atenta de Nancy S¨¢nchez, defensora de derechos humanos, y los camareros de las terrazas sable¨¢ndonos, crey¨¦ndonos turistas. Jaime, de 16 a?os, en el campo, en la casa, haciendo arrumacos... Y se hizo el silencio, como si el mismo Jaime cruzara a nuestro lado, y ellas: "De mi chico dijeron que era guerrillero, que ten¨ªa un arma en la mano, y c¨®mo podr¨ªa ser eso, si era discapacitado de ese brazo". Y termina este viaje en otra plaza, en la de Tahrir en El Cairo (Egipto), con el bloguero Diaa el Din Gad y sus amigos, dando vueltas revolucionarias un d¨ªa tras otro, con los tanques del ej¨¦rcito parapetados bien cerca. Diaa fue detenido en 2009 por demasiado propalestino y por hablar contra Mubarak, estuvo desaparecido, sometido a torturas. Su madre puso a AI en guardia, que impuls¨® una de sus acciones urgentes. "Env¨ªen llamamientos al ministro de Interior, al fiscal, a la Embajada de Egipto... instando a las autoridades a que revelen de inmediato su paradero... ". "T¨², que eres hijo de familia bien, ?para qu¨¦ te metes en esto?", le dec¨ªan los carceleros. "Precisamente por eso", contestaba ¨¦l.
Libertad de expresi¨®n. La mecha. El espacio por el que lucha AI desde que el abogado cat¨®lico y jud¨ªo Peter Benenson pusiera las palabras-cimientos de la organizaci¨®n un 28 de mayo de 1961 en un art¨ªculo en prensa en defensa de ocho presos portugueses y aludiera luego a un proverbio chino de valor eterno: "Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad". Menos quejarse y m¨¢s actuar, vino a decir. Y sus palabras fueron cual levadura de este pan inmenso que ahora amasan tres millones de socios en 150 pa¨ªses en 68 oficinas locales (los m¨¢s: Holanda, con 300.000 socios. En Espa?a, 63.602; 1.500 activistas). Desde entonces, en paredes, cuadernos y fachadas aparece el logo: una vela rodeada de alambre de espino. Amarillo luz. Llevar a la escena p¨²blica el lado oscuro de la acci¨®n pol¨ªtica. "No puede ser voluntario respetar los derechos humanos, debe ser obligatorio, no son art¨ªculos de lujo seg¨²n que ¨¦poca", dice Esteban Beltr¨¢n, director de AI Espa?a. Pocas empresas con tal dimensi¨®n. Y dedicadas a objetivos tan altruistas, cuyo foco se ha ido ampliando: primero eran solo presos (con el debate a?adido de si defender a alguien violento o no, y la conclusi¨®n: defender siempre un juicio justo y un trato humanitario, cualquiera que sea el delito), luego, armas, tortura, justicia internacional... y ahora, impulsar el pacto internacional de derechos econ¨®micos, sociales y culturales. "Aceptamos la pobreza como inevitable, con la misma actitud que trat¨¢bamos la esclavitud en el siglo XIX", advierte Beltr¨¢n. "Exige dignidad" se llama su ¨²ltima campa?a. "Tenemos que buscar a los Pinochet de la pobreza", apuntan. "Hemos dejado de ser hace mucho una organizaci¨®n de presos para serlo de derechos humanos", comentar¨¢n en AI de Lugo, uno de los equipos m¨¢s implicados de Espa?a (celebran ahora sus 25 a?os). Lugo simboliza bien lo que es el trabajo de grupo: han adoptado presos diversos (desde Puigane, del asalto al cuartel de La Tablada, hasta el guineano Weja Chicampo, pasando por desaparecidos saharauis, un sacerdote vietnamita...) y organizar: "Todo lo que podemos hacer lo hacemos: escribir, subirnos a un globo por Lugo, hacer el Camino de Santiago con petos con sus im¨¢genes". Y los presos muchas veces ni siquiera se enteran de qui¨¦nes son las personas que contribuyeron a su liberaci¨®n.
Beltr¨¢n construye un autorretrato de AI en la sede de Madrid. "Imparcialidad, no importa el r¨¦gimen, tambi¨¦n investigamos en democracias; no cometer errores por la precipitaci¨®n... ". Y dice que este trabajo no se acaba nunca, pero que ya hay tres asuntos "a t¨¦rmino": pena de muerte (150 pa¨ªses en contra; "habr¨¢ un mundo sin ejecuciones legales"); justicia internacional, que hace que los criminales no se vayan de rositas ("no se puede pasar p¨¢gina en la historia sin leerla", dice en relaci¨®n a los 100.000 desaparecidos a¨²n en Espa?a), y tortura. "Las actuaciones son importantes, s¨ª, pero cambiar las pol¨ªticas es lo fundamental, y eso es muy lento", dec¨ªa Anne. "Por eso, ahora, los pa¨ªses emergentes (BRICS) son prioritarios para nosotros". Por el efecto domin¨®: "Si por ejemplo Brasil mejorara sus condiciones carcelarias... ". "La divisi¨®n entre lo pol¨ªtico y lo econ¨®mico no existe. Muchos defensores trabajan con ind¨ªgenas, con sindicalistas, con lo ecol¨®gico...". Uf, suspiran en Madrid, en Londres...: "No tenemos m¨¢s recursos para cubrir m¨¢s temas; no podemos recortar la realidad como nos gustar¨ªa. Pero la gente lo reclama: y esto requiere otro modo de acci¨®n. Con Gobiernos se firman compromisos y luego la presi¨®n internacional funciona; no quieren verg¨¹enza p¨²blica... Pero con empresas privadas es todo m¨¢s complicado, est¨¢n preparadas para responder a las cr¨ªticas. El de los ind¨ªgenas es uno de los temas m¨¢s graves hoy, a nadie le importan, hay intereses econ¨®micos de por medio, muchas manos... y lo peor es que no est¨¢n en la agenda...".
Paciencia. Una larga lista de ¨¦xitos tienen ya tras de s¨ª; basta atender al n¨²mero elevado de premios Nobel que fueron anta?o casos de los que se ocup¨® AI: Andr¨¦i Sajarov, Adolfo P¨¦rez Esquivel, Wole Soyinka; Aung San Suu Kyi; Rigoberta Mench¨²; Nelson Mandela, Orhan Pamuk, Liu Xiaobo... "Sin Amnist¨ªa, Pinochet nunca se habr¨ªa sentado en el banquillo; sin AI, la pena de muerte a¨²n existir¨ªa en el C¨®digo Penal militar en Espa?a...". "No s¨¦ si hacemos mucho o poco, pero cuando empec¨¦, hace dos d¨¦cadas, nadie hablaba de derechos humanos, y ahora es parte de todo", nos dice m¨¢s animada Fitgerald, quej¨¢ndose, sin embargo, de lo dif¨ªcil que sigue siendo -ella, que ha sido cocinera/periodista antes que fraile-, que estas historias aparezcan en los medios... cuando el inter¨¦s del p¨²blico sigue intacto. Por ejemplo, en Espa?a: "Ni el crecimiento econ¨®mico ni la crisis hacen subir o bajar el n¨²mero de socios, la implicaci¨®n o participaci¨®n".
El fundador, Benenson, tras su art¨ªculo de gran repercusi¨®n, se puso en contacto con varios amigos, y estos agregaron a otros y a otros y a otros. Crearon red y decidieron ponerse a escribir juntos y masivamente a los poderosos. Mensajes personales. Sobre los condenados. Y cartas a los propios presos. Una suerte de correos empe?ados en llevar cartas al zar. Con el paso del tiempo, los m¨¦todos de env¨ªo han mutado "de la pluma al rat¨®n"; los retos son otros (gestionar y ordenar la informaci¨®n: "El margen de error crece"), pero el zar sigue siendo el zar, poderoso. Lo que significan las cartas para una persona aislada 23 de cada 24 horas, como est¨¢ Troy Davis, lo cuenta ¨¦l mismo: "Recibir cientos de ellas de todo el mundo es un consuelo para mi coraz¨®n". O el cient¨ªfico ruso ?gor Sutyagin, 11 a?os prisionero, al que vemos en Oxford (bajito, gorra de pa?o, eslavo; mirarle es mirar una pel¨ªcula): "Recibir postales, para m¨ª, era una ventana a un mundo colorista. ?Una imagen de Espa?a o del Caribe en ese mundo gris y negro! Es la ilusi¨®n de estar conectado con el gran mundo y un control invisible de los carceleros. Hey, pensar¨¢n, este tipo recibe montones de cartas, debe de ser importante, mejor ser precavido... Las cartas son felicidad para muchos... Los presos las reutilizan, las pintan, las cuelgan, las regalan y env¨ªan a sus seres queridos... Una postal sirve no solo a una persona, sino a muchas alrededor".
Seis libretas de apuntes se han llenado en este tiempo. Medio a?o de citas, idas y venidas para encontrarse con unos y otros. Desde las favelas y los juzgados que visita sin pausa la defensora de derechos humanos Valdenia Paulino en Jo?o Pessoa (Brasil) hasta el lugar exacto en Savannah en el que la vida de Troy Davis cambi¨®: el parking de la terminal Greyhound, junto al Burger King de la avenida Oglethorpe. Desde el Puerto Rico de Miami donde Camilo Mej¨ªa habl¨® sobre su abandono del Ej¨¦rcito estadounidense, del que era sargento, hasta convertirse en el primer desertor de la guerra de Irak, hasta la Oficina de la Secci¨®n Espa?ola en Madrid, incansables todos, o las de los grupos de Albacete o Lugo.
Cuadernos repletos de vida cotidiana de los activistas. De detalles. A saber, c¨®mo Valdenia, que ha tenido siempre la muerte en los talones (?de qu¨¦ pasta est¨¢n hechos los defensores?), vive como si el instante ¨²ltimo ya llegara. Con qu¨¦ angustia de ser se plantea el d¨ªa d¨ªa una v¨ªctima de violencia de g¨¦nero como Ascensi¨®n Anguita. Qu¨¦ ha sido de la vida de Shao Jiang, que fue uno de los miles de estudiantes que protestaron en Tiananmen en 1989 y ahora es profesor en Londres: "Yo tuve suerte. Muchos amigos murieron en la c¨¢rcel. Me encarcelaron hasta 40 veces. Sal¨ª por Hong Kong hacia Suecia en 1997 como refugiado junto a otros de la ONU, all¨ª comenz¨® mi relaci¨®n con AI, hice informes...". "?Ahora China est¨¢ mejor?". "Peor. Con grand¨ªsimas diferencias sociales, econ¨®micas, Internet, todo est¨¢ controlado, pero la gente es ahora m¨¢s consciente, defiende sus derechos desde dentro".
Si el curr¨ªculo de Amnist¨ªa da para un libro; cada historia personal, para otro. El primero, de hecho, ya se ha escrito: buen¨ªsimo, Como agua en la piedra, de Jonathan Power, se public¨® en el 40? aniversario. En ¨¦l se relatan ¨¦xitos y fracasos: los casos de prisioneros pol¨ªticos como Obasanjo en Nigeria, o la labor de AI en pa¨ªses complicados como Guatemala, apoyando a los que se enfrentaban a los escuadrones de la muerte, o la Rep¨²blica Centroafricana, donde sacaron a la luz la masacre de ni?os; la guerra sucia de Gran Breta?a en Irlanda del Norte, o uno de los puntos negros de AI en los setenta, el apoyo a la banda terrorista alemana Baader-Meinhof. La obra concluye: "Quiz¨¢ Amnist¨ªa no ha cambiado el mundo todav¨ªa, pero tampoco lo ha dejado tal como lo encontr¨®".
Del segundo, sin duda, el m¨¢s conmovedor ser¨ªa el de los Davis. En noviembre le preguntamos a Troy por sus peores momentos. "Ver el dolor en los ojos de mi familia las tres veces que pis¨¦ el corredor de la muerte. Me rompi¨® el alma", contest¨®. Por sus nostalgias. "Echo de menos las peleas de almohadas con mis sobrinos, sus sonrisas, la deliciosa comida de mi madre". Ya no la probar¨¢, porque mientras escribimos este texto, Victoria ha muerto en Savannah. De repente. Sin estar enferma. Su coraz¨®n se par¨® al poco de saber que su hijo no ser¨¢ liberado, que podr¨ªa ser ejecutado. Quiz¨¢ no ha querido vivir para verlo.
M¨¢s informaci¨®n: www.amnistiainternacional.es
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