Un enigma taurino
Julio Robles cit¨® a Timador desde la raya de picadores. El toro se arranc¨® desde el centro de la plaza. En aquellos segundos se acomod¨® en el ruedo el estruendo de la fatalidad. Cuando el cuerpo de Julio sub¨ªa y bajaba por el aire, el topetazo de la testuz del toro ya le hab¨ªa partido la m¨¦dula espinal. A partir de los segundos posteriores a la arrancada de aquel toro ya nadie vio jam¨¢s de pie al maestro Julio Robles: consumi¨® el resto de su vida, una decena de a?os, en un sill¨®n de ruedas.
Un d¨ªa, en la finca de Enrique Ponce, Julio Robles, en su silla de ruedas, aterradora y misteriosamente imant¨® a una becerra en unos cuantos muletazos. ?Qu¨¦ sintieron las neuronas de los espectadores delante de aquel hombre lisiado, derramado en su silla, burl¨¢ndole la furia a una becerra con el escudo de un trapito? Paco Ca?amero, el bi¨®grafo de Julio, no puede responder a esa pregunta jadeante y absoluta. Y nadie puede responderla, pero la pregunta est¨¢ viva, es milenaria y no envejece.
Cuando Robles muri¨® fue enterrado en el cementerio del pueblo en que hab¨ªa nacido su padre: Ahidal de los Aceiteros, Salamanca. Tiempo despu¨¦s, en septiembre del a?o 2008, unos seres escondidos en el anonimato y envueltos en la noche profanaron la tumba del torero. No llegaron al f¨¦retro; no lograron, o desde?aron, untar en odio precultural, arcaico, los restos del torero; destrozaron el pante¨®n, pintaron sobre el m¨¢rmol dos palabras engrudadas en una modernidad indescifrable ("Toreros asesinos") y robaron el busto del diestro Julio Robles. Los antrop¨®logos, esos fil¨®sofos cient¨ªficos que nos han informado de que la cultura tuvo su nacimiento en el remoto instante en que los primates superiores comenzaron a enterrar a sus muertos para honrar a la vez a su linaje y su autoestima, nos pueden explicar qu¨¦ significa profanar una tumba. En cuanto a la pintada que juntaba un saber a comp¨¢s con la ignorancia arr¨ªtmica del crimen, la explicaci¨®n es pronta: aquello fue un borr¨®n incompetente, propio de quien no sabe ni escribir ni pensar. Lo inquietante es el robo de aquel retrato del torero. No hay noticia de que lo destrozasen a martillazos; si lo hubiesen despedazado, lo hubieran proclamado, pues el mal suele ser presuntuoso. No intentaron venderlo a la familia, ni a un museo, ni a nadie de la tauromaquia: lo hubi¨¦ramos sabido. ?Lo tiraron a un r¨ªo? ?Entero, intacto? ?De qu¨¦ manera le dieron fin a su delito? La pregunta m¨¢s enigm¨¢tica y tiniebla casi se roza con la luz del arrepentimiento: ?Para qu¨¦ se llevaron el busto del maestro Julio Robles? ?Por qu¨¦ no lo dejaron derribado en la tierra del camposanto junto a la fosa profanada? ?Por qu¨¦ se lo llevaron? ?Permanece en alg¨²n lugar? ?Alguien lo contempla en secreto?
F¨¦lix Grande (M¨¦rida, 1937) es poeta y ensayista.
Babelia
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