En este espacio, en aquel tiempo
Una exposici¨®n rescata las rompedoras obras que Uiso Alemany y Vicente Peris ejecutaron en el Centre del Carme de Valencia hace tres d¨¦cadas
Dos pintores valencianos iniciaron en 1982 en el Centre del Carmen de Valencia un proceso art¨ªstico que durante tres a?os convirti¨® diversos enclaves de la ciudad en ins¨®litos espacios de creaci¨®n, epat¨® a los c¨ªrculos culturales valencianos con rompedoras experiencias pict¨®ricas o de arte en vivo y, finalmente, se desvaneci¨® casi sin dejar rastro. Arte ef¨ªmero. O casi. Porque tres d¨¦cadas despu¨¦s, Uiso Alemany y Vicente Peris regresan all¨ª donde todo comenz¨® con una exposici¨®n, Un espacio, un tiempo, que inaugura este jueves el Consorci de Museus y que rescata parte de las obras de aquella investigaci¨®n, ahora restauradas y nunca exhibidas.
Alemany (1941) y Peris (1943) son de Valencia aunque se sientan de un mundo m¨¢s ancho. Y sintieron la necesidad de huir de una Espa?a asfixiante, la de Franco. Tras a?os de ejercer de autoexiliados art¨ªsticos, regresaron a su ciudad. "Ven¨ªamos cargados de fuera", ironiza Peris, "y Valencia estaba entonces bastante muertecita".
"Fue un discurso de libertad total", resume Peris, "esto no son cuadros"
Y experimentaron. "Decidimos hacer algo que se saliera de la pintura de caballete", resume Alemany. "Quer¨ªamos hacer tabla rasa", interrumpe Peris, "el cuadro empieza a perder sentido y comienza la pintura en el espacio".
Empez¨® as¨ª para ellos un periplo de tres a?os, en el que fueron quemando etapas sin pausa pero sin premeditaci¨®n, sin discurso, sin poner calificativos al arte. En primer lugar, gracias a Jos¨¦ Esteve Edo, entonces decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universitat Polit¨¨cnica de Val¨¨ncia, consiguieron acceso al Centre del Carme, hasta entonces sede de la instituci¨®n acad¨¦mica. "Le dijimos que necesit¨¢bamos el espacio", recuerda Peris, "y nos dio las llaves". Y all¨ª se entregaron a una febril actividad creativa. "Entr¨¢bamos cuando quer¨ªamos, todo el convento con sus claustros era nuestro, ?ten¨ªamos la llave, co?o!", exclama Alemany. De aquellos d¨ªas y noches surgieron, a base de cientos de litros de pintura y otros tantos de vino, alrededor de 100 telas de gran formato, montadas sobre improvisados bastidores met¨¢licos, pintadas a base de intuici¨®n, y luego desmontadas sin echar la vista atr¨¢s. "El cuadro pierde la verticalidad, se le da la vuelta, se pinta en el suelo y pierde la gravedad", resume de aquel proceso Peris. Y Alemany a?ade que, "casi todas, de cualquier forma que las veas, est¨¢n bien compuestas". Tras 30 a?os de olvido, el espectador puede ahora recrearse en esa ingravidez que muestran una veintena de las 60 obras que se han podido rescatar.
Pero aquello solo fue el primer paso. Y gracias al entonces alcalde Ricard P¨¦rez Casado invadieron otros espacios. Primero, en 1983, las Atarazanas, donde experimentaron con pinturas que hu¨ªan del encuadre ortogonal, que adquirieron corporeidad a base de lienzos curvos, tensados, que se expand¨ªan en tres dimensiones. Las llamaban afalendos, que en Mal¨ª significa algo as¨ª como "incongruente", "por encima de la locura".
Despu¨¦s, en 1984, ocuparon el Matadero, "un templo de la muerte", seg¨²n Peris, que convirtieron en "una ¨®pera" que invad¨ªa seis salas, explica Alemany: "Vino toda Valencia, se les ve¨ªa en los caretos que no entend¨ªan nada". Una ¨®pera en la que en el acto central un caballo arrastraba 500 kilos de pintura roja que dejaron un rastro sangriento sobre toneladas de arena de playa.
Por ¨²ltimo, impartieron en El Saler un curso sobre arte ef¨ªmero que llen¨® cada d¨ªa la playa de cuerpos desnudos convertidos en lienzos, arte que se destru¨ªa al final del d¨ªa con un ba?o en el mar. "La despullada era magn¨ªfica, era contagiosa, no hab¨ªa verg¨¹enza", rememora Peris en el v¨ªdeo que se ha editado sobre aquellos a?os.
Los artistas, felices, recuerdan aquella ¨¦poca con orgullo, pese a que Alemany dice que "m¨¢s bien fue un proyecto bombardeado" y Peris lo califica de "incomprendido". Pero en la sala de exposiciones, ambos recuerdan ahora solo el placer de caminar sobre las obras, de invadir el espacio de creaci¨®n. "Fue un discurso de libertad total", resume Peris, "no hac¨ªamos cuadros, hac¨ªamos pintura, es la diferencia entre los cuadros del informalismo americano y nosotros". Y lo remacha: "Esto no son cuadros".
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