Un electr¨®n libre llamado Bob Dylan
El legendario e indomable m¨²sico cumple 70 a?os - Conciertos, libros y filmes celebran su aportaci¨®n a la m¨²sica popular
Una catarata de celebraciones. Los 70 a?os de Bob Dylan, que se cumplen el martes 24, est¨¢n generando docenas de libros, conciertos, fiestas, documentales y reportajes, en rotunda demostraci¨®n de la relevancia del personaje a escala global. Con voces discrepantes, cierto. Tras un show chapucero, un cr¨ªtico del The Wall Street Journal suger¨ªa que Dylan deber¨ªa jubilarse, por el bien de su reputaci¨®n.
El cantautor de Minnesota (1941) organiza su calendario a trav¨¦s de la Gira interminable, con 100 conciertos anuales. Recordemos que no est¨¢ condenado a la carretera: sus ingresos millonarios como compositor garantizan una vida m¨¢s que confortable a Dylan y sus abundantes herederos. Se trata de una apuesta de alto riesgo: desea revitalizar, recuperar el sentido de su cancionero y su profesi¨®n.
Con la 'Gira interminable' desea recuperar el sentido de su cancionero
Defraud¨® como cineasta, pintor o actor, pero funciona como locutor
Ninguna figura se someter¨ªa voluntariamente a semejante ritmo de trabajo. Esa agenda de correcaminos complace a buena parte de sus incondicionales, predispuestos a levitar con su mera presencia, pero tambi¨¦n quita relumbr¨®n a su mito, sobre todo en EE UU. Mientras sus visitas al extranjero son tratadas como acontecimientos culturales, en su pa¨ªs se le puede encontrar en escenarios menos que prestigiosos: casinos de reservas indias, ferias del condado o -aunque los promotores sepan que no atraer¨¢ muchos estudiantes- recintos universitarios.
Por pobres que sean los resultados, hay grandeza rom¨¢ntica en esa vocaci¨®n itinerante, como si pretendiera ganar la partida a Bessie Smith, Hank Williams y dem¨¢s h¨¦roes personales que murieron en una carretera perdida. No obstante, hay que sumar argumentos de management para racionalizar su resurrecci¨®n. M¨¢xima v¨ªctima de los bootlegs (discos piratas con directos o descartes de estudio), en 1991 inaugura su propia Bootleg series, lanzamientos oficiales que revalorizan su trayectoria y disimulan cualquier sequ¨ªa de material fresco. Periodos que pueden ser agonizantes: entre 1991 y 1996, solo edit¨® temas folk y un desenchufado.
Y la diversificaci¨®n. Ha defraudado como actor, cineasta o pintor, pero s¨ª funciona como locutor. Su Theme time radio hour, programas conceptuales emitidos entre 2006 y 2009, le muestra como un cascarrabias con retranca... y una inmensa colecci¨®n de discos. Responsable de textos anfetam¨ªnicos en los sesenta, se revela como escritor concienzudo con Cr¨®nicas (2004), primer volumen de unas memorias imposibles.
Sistem¨¢ticamente, Bob esquiva los focos y las entrevistas confesionales. Extiende una espesa neblina sobre su ideolog¨ªa, sus finanzas o su vida amorosa. Con asombroso ¨¦xito: en 2001, el bi¨®grafo ingl¨¦s Howard Saunes destap¨® que se hab¨ªa casado 15 a?os antes con Carolyn Dennis, integrante del coro que le acompa?¨® durante su etapa g¨®spel. Para entonces, la pareja -que tuvo una hija- ya estaba divorciada. Dado que la vocalista era afroamericana, en tiempos menos ilustrados se habr¨ªa pensado que Bob ocultaba una relaci¨®n simb¨®licamente potente.
Pero pretender aclarar las motivaciones de Dylan es tarea f¨²til. Pesa el factor perversidad: se deleita en salir por la tangente, en romper las previsiones. ?Actuar ante el Papa? Si paga ?claro! ?Cantar en la Academia de West Point? S¨ª, incluyendo su brutal Masters of war. ?Tambi¨¦n puede tocar el himno de los marines! ?Un disco navide?o? Desde luego, y aparentemente en serio. ?Plagia? S¨ª, ante el deleite general.
A diferencia de otros artistas, no necesita justificarse. Dispone de una falange de fan¨¢ticos que banalizan sus logros al ensalzar cualquier disco, al reivindicar hasta el concierto m¨¢s penoso, al disculpar sus deslices m¨¢s sonrojantes. La consigna: "Todo lo que hace Bob es genial". Rara vez necesita Dylan salir a la palestra pero, hace una semana, difundi¨® una declaraci¨®n negando que, durante su gira asi¨¢tica, se hubiera sometido a la censura china.
Suena sospechoso, pero todo el asunto es grotesco: desde que Bj?rk invoc¨® la causa tibetana ante el p¨²blico de Pek¨ªn, los bur¨®cratas inspeccionan los repertorios de las estrellas visitantes y vetan incluso temas er¨®ticos a los Rolling Stones. Pura superstici¨®n pensar que, en 2011, aquellos himnos de los sesenta, ignorados en la China de la Revoluci¨®n Cultural, pudieran crear conmoci¨®n social en versiones tan irreconocibles como ininteligibles.
El comunicado, sin embargo, termina con un p¨¢rrafo que recuerda la vigencia del humor dylaniano: "Hay una millonada de libros sobre m¨ª, ya publicados o a punto de salir. Animo desde aqu¨ª a cualquiera que haya hablado conmigo, que me haya o¨ªdo o que me haya visto, a apuntarse y garabatear su libro. Qui¨¦n sabe, pod¨ªas tener dentro un gran libro".
Obra intimidante
Aun ignorando su oce¨¢nica discograf¨ªa ilegal, el legado de Dylan resulta intimidante.
- En los sesenta dinamit¨® el lenguaje, la tem¨¢tica, la duraci¨®n de lo que se pod¨ªa cantar. Sus primeros elep¨¦s requieren familiaridad con el folk; destaca The freewheelin' (1963). Al incorporar electricidad en 1965, atrapa el zeitgeist con Bringing it all back home, Highway 61 revisited y, al a?o siguiente, Blonde on blonde. Siguen soberbios discos rurales: John Wesley Harding (1967) y Nashville skyline (1969). El rechazo a convertirse en cabecilla contracultural es visceral, pero tambi¨¦n le aterran los sucesivos magnicidios, de los Kennedy a los l¨ªderes negros.
- Incluyendo Self portrait, todo lo editado en los setenta contiene algunas joyas cegadoras.
Blood on the tracks (1975) es el modelo por el cual se miden los discos de divorcio y ruptura. Slow train coming (1979) refleja su adscripci¨®n al cristianismo milenarista.
- Agotado el impulso religioso, va rebotando entre productores: Mark Knopfler, Arthur Baker, Don Was, Daniel Lanois. Con este firma Oh mercy (1989) y el decisivo Time out of mind (1997), que anticipa la enfermedad que casi "le re¨²ne con Elvis". La revalorizaci¨®n de Dylan parte de ah¨ª, aunque ahora prefiere autoproducirse, bajo el seud¨®nimo de Jack Frost.
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