Entre la nada turca y la rebeli¨®n marroqu¨ª
Mi larga experiencia con un tipo de cine que solo encuentra acogida fija y frecuente veneraci¨®n en los festivales me previene inevitablemente cada vez que en el arranque de una pel¨ªcula observo como la est¨¢tica c¨¢mara filma un paisaje en el que divisas remotamente a gente o coches que se acercan. Suele ocurrir que el director est¨¢ empe?ado para otorgar realismo o debido a su nula imaginaci¨®n en que el tiempo cinematogr¨¢fico se corresponda con el tiempo real. Eso quiere decir que pueden pasar siete u ocho minutos desde que ves a esos personajes a lo lejos hasta que se colocan delante de la c¨¢mara. Est¨¢s en el territorio de la nada. Y yo me echo a temblar ante lo que puede venir despu¨¦s. En el vocabulario de sus densos autores no figurar¨¢ jam¨¢s la palabra elipsis.
Mihaileanu narra con delicadeza la protesta femenina contra su esclavitud
As¨ª empieza la pel¨ªcula turca ?rase una vez en Anatolia, dirigida por Nuri Bilge Ceylan, se?or que ha conseguido numerosos premios en los festivales con t¨ªtulos como Lejos, Los climas y Los tres monos. La primera hora de las casi tres que dura esta ininteligible pesadez no te permite enterarte de qu¨¦ va su historia. Esos coches que ve¨ªamos acercarse en la noche y en medio de un paisaje monta?oso de Anatolia los ocupan polic¨ªas, jueces, procuradores y un individuo esposado y sospechoso de haber cometido un crimen o haber sido c¨®mplice o testigo de ¨¦l. Van de un lugar a otro mientras que establecen fatigosas conversaciones sobre el divorcio, los hijos, los antiguos sue?os y la vida cotidiana. Y de vez en cuando le sueltan una colleja al preso. Pero fundamentalmente no pasa nada que merezca la atenci¨®n. Despu¨¦s tampoco, aunque al menos pueden intuir que existe un argumento, un m¨ªnimo de coherencia entre tanto discurso existencial. Al terminar te asalta la sensaci¨®n de que llevas un d¨ªa entero en la sala, te duele el cuerpo por los infinitos cambios de postura. S¨¦ que hay muchas formas de perder el tiempo, pero hacerlo con una pel¨ªcula insufrible es una de las m¨¢s absurdas.
Por el contrario todo es transparente, intenso, duro, sentimental y comprensible en La source des femmes, dirigida por Radu Mihaileanu, alguien que alcanz¨® un ¨¦xito notable con la simp¨¢tica aunque muy leve El concierto. Narra la huelga de sexo con la que retan a sus feudales y vagos maridos las reivindicativas mujeres de un mis¨¦rrimo pueblo de Marruecos que no tiene agua ni electricidad y en el que ellas trabajan como bestias de carga, incluyendo la recogida de agua en una monta?a escabrosa que les ha provocado numerosos abortos. La concienciaci¨®n ante su ancestral papel de esclavas, la rebeli¨®n contra tradiciones ferozmente machistas, la violencia con la que reaccionan la mayor¨ªa de los ortodoxos maridos al verse privados del derecho de pernada sobre esos cuerpos y esp¨ªritus contestatarios y la posibilidad de que puedan repudiar legalmente a sus esposas, est¨¢ contado con claridad y delicadeza. Y el director adem¨¢s comete el imperdonable pecado de optar por un desenlace razonablemente feliz. Ambas cosas son muy graves para los exclusivos amantes del simbolismo herm¨¦tico, la oscuridad cr¨ªptica, la vanguardia metaf¨®rica. Sus abucheos, sus indignados rugidos cuando ha acabado la proyecci¨®n eran previsibles ante una pel¨ªcula muy digna y lo que es peor, con infinitas posibilidades de que su lenguaje y su tem¨¢tica encuentren distribuci¨®n comercial en todos los pa¨ªses.
Estas dos pel¨ªculas han clausurado una secci¨®n oficial que promet¨ªa mucho, debido a la concentraci¨®n de tantos autores prestigiosos y que solo ha resultado discreta. Es muy raro que acierte en la quiniela de los premios, pero mis gustos encontrar¨ªan razonable y justo que estuvieran en el palmar¨¦s la preciosa y muda El artista o Le Havre, la ¨²ltima joya minimalista que nos ha regalado Aki Kaurism?ki. Tambi¨¦n el l¨ªrico, evocador y hermoso retrato de la infancia que hace Terrence Malick en El ¨¢rbol de la vida. Igualmente que se reconociera el m¨¦rito de las interpretaciones del anciano Michel Piccoli dando vida a su ofuscado Papa, la compleja veracidad de Brad Pitt y la angustia de Tilda Swinton haciendo de madre de un monstruo. Robert de Niro, presidente del jurado, sabe todo sobre el arte de interpretar y puede valorarlo mejor que nadie. Esperemos que acierten.
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