En todo caso, votar
La crisis favorece el rechazo populista de la pol¨ªtica; pero la soluci¨®n no consiste en abstenerse
Las elecciones sirven para legitimar con el voto a quienes por un periodo limitado van a gobernar desde los distintos niveles de la Administraci¨®n. Hoy se eligen 68.000 concejales (que elegir¨¢n a m¨¢s de 8.000 alcaldes) y 824 diputados auton¨®micos (que elegir¨¢n a los presidentes de 13 de las 17 comunidades aut¨®nomas). La campa?a, sin embargo, ha girado preferentemente sobre otras cuestiones. Sobre la legalizaci¨®n de Bildu, los primeros d¨ªas, y sobre el movimiento de protesta de los acampados en lugares p¨²blicos, en la ¨²ltima semana. Este fen¨®meno ha trastocado las estrategias de los principales partidos, aunque no se sabe si tendr¨¢ influencia en el voto.
El PP encar¨® la campa?a en l¨ªnea con su estrategia de perfil bajo, con el m¨ªnimo de propuestas, para evitar incertidumbres que pudieran mover un tablero inclinado hacia su mayor¨ªa absoluta en 2012; y buscando el hundimiento socialista como palanca para exigir el adelanto de las generales y cercenar as¨ª la posibilidad de que la recuperaci¨®n llegue a tiempo para evitar o aminorar la derrota del PSOE en 2012.
La estrategia socialista se ha dirigido a movilizar al sector de su electorado potencial atra¨ªdo por la abstenci¨®n (entendida como voto de castigo) mediante el discurso de que las pol¨ªticas de la izquierda para salir de la crisis son muy diferentes de las que aplicar¨ªa Rajoy, sobre todo con relaci¨®n al mantenimiento del Estado de bienestar.
Entre ambas estrategias ha aparecido el movimiento de protesta que ha movido el tablero defendiendo que hay una alternativa a la pol¨ªtica que comparten PP y PSOE. Si ese movimiento ha obtenido eco social es porque ha ca¨ªdo sobre un vac¨ªo argumental extremo. El PP no ha ofrecido otro remedio al paro que su entrada en La Moncloa, y el PSOE ha respondido considerando al PP de Rajoy una formaci¨®n de derecha extrema, y negando, contra la evidencia, haber hecho recortes en el gasto social.
Ambos partidos han renunciado a explicar por qu¨¦ la urgencia de evitar una crisis como la de Grecia obligaba a pol¨ªticas de austeridad que tendr¨¢n reflejo tambi¨¦n en los municipios y autonom¨ªas. La corrupci¨®n, que ha afectado especialmente a esos dos niveles de lo p¨²blico, no ha conducido a propuestas para atajarla, sino a un intercambio de reproches, tal vez ante su escasa repercusi¨®n electoral, seg¨²n las encuestas.
La crisis ha sido una lupa que ha hecho muy visibles las desigualdades y privilegios, en descr¨¦dito de la pol¨ªtica. Cuando el principal tema de debate pol¨ªtico son los pol¨ªticos mismos como problema, es l¨®gico que lo que ha unido a esa heterog¨¦nea protesta sea el rechazo de los partidos. Sin embargo, la idea de una democracia sin partidos, asamblearia, no solo es inaplicable en un pa¨ªs moderno, sino germen del peor populismo. Muchos de los problemas que planean sobre la crisis de representatividad son reales, pero no se resuelven absteni¨¦ndose, sino ejerciendo el derecho al voto, que implica el de exigir cuentas a los electos y poder cambiarlos cada cuatro a?os: ahora les toca el turno a ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas.
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