Hoy, los votos; ma?ana, los pactos
Sin mayor¨ªas absolutas en los tres territorios, se prev¨¦ un escenario local y foral m¨¢s vers¨¢til que nunca - El respaldo a Bildu, uno de los principales alicientes
La campa?a program¨¢tica m¨¢s anodina que se recuerda, 15-M al margen, tiene garantizada, en cambio, la emoci¨®n. A tan sugerente desenlace, muy condicionado por una abstenci¨®n creciente, contribuir¨¢n el morbo pol¨ªtico asociado, especialmente, a la concurrencia de la izquierda abertzale bajo la marca Bildu -en compa?¨ªa de EA y Alternatiba- y, de rebote, la imperiosa necesidad de alcanzar acuerdos entre diferentes -sobre todo en Guip¨²zcoa y quiz¨¢ en ?lava- por la consolidaci¨®n de las grandes marcas pol¨ªticas que se llevar¨¢n por delante las ilusiones de los minoritarios.
Respaldada por una campa?a medi¨¢tica gratuita, Bildu pasa el examen de su respaldo en las urnas con una configuraci¨®n in¨¦dita, pero en un escenario de paz donde los radicales siempre han conquistado los mejores resultados. Es por ello que, ineludiblemente, asome por el horizonte el referente de Euskal Herritarrok (Ciudadanos Vascos) cuando la izquierda abertzale, en 1999, con el viento a favor de otra tregua de ETA y los r¨¦ditos del pacto de Lizarra entre abertzales, alcanz¨® la marca jam¨¢s superada de 228.147 votos, que le situaron como la segunda fuerza pol¨ªtica del Pa¨ªs Vasco tras la coalici¨®n PNV-EA.
En Guip¨²zcoa es donde el factor Bildu tiene una cita consigo mismo
?lava y Guip¨²zcoa pueden ser vasos comunicantes en materia de pactos
Ahora, ya nada es igual aunque las opciones de ¨¦xito siguen en manos de los mismos. As¨ª, el nacionalismo democr¨¢tico busca la consolidaci¨®n de su espacio y de su capacidad de gobierno bajo la amenaza directa de una izquierda abertzale que ha decidido abjurar de la violencia como estrategia pol¨ªtica; a su vez, los partidos constitucionalistas PSE y PP, que ahora sustentan el Gobierno vasco y que se ven obligados a acotar sus nichos sin darse tregua.
En ambas latitudes, la consolidaci¨®n de bloques muy definidos representa, adem¨¢s, una amenaza letal para las formaciones minoritarias. Todos los pron¨®sticos coinciden en asegurar que esta noche surgir¨¢ una Euskadi menos fraccionada. Si as¨ª fuera, opciones como Hamaikabat y UPyD tendr¨ªan dificultades para encontrarse. En el caso de Ezker Batua (EB), sacudida por sus disensiones internas, y de Aralar, con Bildu enfrente, las conjeturas se suceden. Eso s¨ª, nadie descarta que EB acoja en estos tiempos de crisis y paro a los desencantados del socialismo y as¨ª contenga su aislamiento, mientras Aralar trate de rentabilizar su intrincado peregrinaje proclamando la necesidad de la paz desde posiciones de izquierda vasca.
Pero las emociones, desde luego, no se esperan en esta ocasi¨®n entre los minoritarios ni siquiera para apuntalar, como ha ocurrido en anteriores comicios, el obligado juego de mayor¨ªas al que parecen destinados alcald¨ªas y diputaciones para conformar sus respectivos gobiernos. Y en este acuerdo necesario entre diferentes, ?lava y Guip¨²zcoa se tocan.En Guip¨²zcoa, se trata de caza mayor. Y es que, en esta ocasi¨®n, hay demasiadas cosas sustanciales en juego, rodeadas de una innegable trascendencia pol¨ªtica que, sin duda, superar¨¢ el ¨¢mbito territorial. De entrada, porque es aqu¨ª donde el factor Bildu adquirir¨¢ su mayor dimensi¨®n, consecuencia directa de la hist¨®rica penetraci¨®n de la izquierda abertzale, que nunca ha dudado en mostrar su implantaci¨®n, siquiera a modo de voto nulo. Una victoria de esta coalici¨®n estremecer¨ªa de mano los cimientos de la econom¨ªa guipuzcoana y, previsiblemente, forzar¨ªa a un r¨¢pido acuerdo entre las otros dos fuerzas mayoritarias, PNV y PSE, que quiz¨¢ sin llegar a hacerlo sin que gane la nueva familia abertzale.
En realidad, el entorno radical, con el legalista apoyo de EA y Alternatiba, tiene una prueba consigo mismo. En las urnas, para conocer el alcance real de su dominio; a partir de ma?ana, para demostrar cu¨¢l es el cat¨®n de su ideario en el entramado institucional desde su nueva concepci¨®n de la praxis pol¨ªtica. Bildu acomete, por tanto, una adecuaci¨®n democr¨¢tica mucho m¨¢s rigurosa que nunca, que ser¨¢ escrutada al mil¨ªmetro sobre todo fuera del Pa¨ªs Vasco, y que comenzar¨¢ posiblemente una vez se abra la puerta al cruce de combinaciones para conformar un Gobierno foral.
Nunca hasta ahora, las alternativas de poder se hab¨ªan vuelto tan caprichosas en el Pa¨ªs Vasco. La raz¨®n estriba en que el denominador com¨²n del rechazo a la violencia como estrategia habilita un margen de maniobra ilimitado entre partidos. A tal punto se ampl¨ªa el horizonte que nadie descarta la existencia de pactos que condicionen la pol¨ªtica en Lakua y en Moncloa.
En este contexto, ?lava, de hecho, puede ser el paradigma de una interrelaci¨®n pol¨ªtica nada cortoplacista. De hechos, los dos partidos (PSE y PP) que sustentan al Gobierno vasco libran hoy a cara de perro gran parte de su futuro pol¨ªtico en este territorio -sobre todo, en la pugna por alcald¨ªa de Vitoria-, a un a?o escaso de las elecciones generales a las que Rajoy acudir¨¢ como m¨¢ximo favorito y tambi¨¦n a dos de revalidar en las pr¨®ximas auton¨®micas la confianza que provoca su pacto pol¨ªtico en Euskadi.
Hasta entonces, ?lava tampoco ser¨¢ ajena a la ecuaci¨®n de pactos que se antoja inexorable tras el 22-M. Hay voces que, incluso, aplazan su suerte definitiva hasta que Guip¨²zcoa despeje sus dudas, a pesar de que son dos territorios sociopol¨ªticos tan dispares. Y en ambos casos, afortunadamente, ya nadie hablar¨¢ de ETA.
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