"Ya no escribo sobre broncas, agot¨¦ el material"
Reverenciada traductora de Flaubert y Proust al ingl¨¦s, a principios de los setenta estuvo casada con el escritor Paul Auster, pero la fama de Lydia Davis (Massachusetts, 1947) no es tangencial a la de estos novelistas: discurre en otro plano. Se?alada como una de las voces m¨¢s brillantes, experimentales y ¨²nicas del panorama literario estadounidense, su antolog¨ªa Cuentos completos (Seix Barral, en versi¨®n de Justo Navarro) fue aclamada por cr¨ªticos como James Wood, que en las p¨¢ginas de la revista The New Yorker destac¨® su peculiar mezcla de "lucidez, brevedad afor¨ªstica, originalidad formal, taimada comedia, desconsuelo metaf¨ªsico, presi¨®n filos¨®fica y sabidur¨ªa humana". Dave Eggers, el escritor fundador de la revista y editorial McSweeneys, se cuenta entre sus devotos seguidores y con ¨¦l public¨® Davis uno de los cuatro libros de relatos reunidos en esta nueva colecci¨®n. Desde 2003 la escritora forma parte de la American Academy of Arts and Sciences y aquel mismo a?o gan¨® la llamada beca de los "genios", la McCarthur, que David Foster Wallace recibi¨® en 1997.
La escritora y traductora publica sus celebrados 'Cuentos completos'
"?C¨®mo de breve puedes ser sin caer en la broma?", se pregunta la autora
Sentada frente a la mesa de madera de la cocina de su casa -el edificio de una antigua escuela al norte del estado de Nueva York, que compr¨® y rehabilit¨® junto a su esposo, el artista abstracto Alan Cote- Davis, hija de un cr¨ªtico literario y una novelista, explica que la recepci¨®n de su obra nunca fue un factor que tuviera en cuenta. "Siempre he hecho lo que he querido", explica. "Empiezas en la oscuridad y a nadie le importa lo que haces excepto a tus amigos y familia. No tengo muy claro cu¨¢l era mi ambici¨®n, era algo idealista, no quer¨ªa exactamente la fama".
Sus primeros libros, publicados en peque?as editoriales, le dieron el espacio y el tiempo para desarrollar su estilo sin preocuparse de las rese?as. Y as¨ª llegaron los cuentos de un p¨¢rrafo; historias sin narrador que incluyen, por ejemplo, una lista; personajes sin nombre en lugares ignotos; relatos con forma de poema o en los que suena la m¨²sica de rimas infantiles. "En 2000 comenc¨¦ con los cuentos de una frase. Traduc¨ªa a Proust y apenas me quedaba tiempo para escribir. En parte fue una reacci¨®n a ese trabajo. ?C¨®mo de breve puedes ser sin caer en la broma, manteniendo un cierto peso?", pregunta.
A pesar de su aspecto discreto -media melena, gafas de concha, camisa de flores y rebeca, dentro de esta cocina que parece sacada de una estampa de la campi?a inglesa- en la mirada y en las precisas respuestas de esta escritora hay una veta subversiva e inteligente que escapa a la convenci¨®n. A Davis le gustan los retos, especialmente los que tienen que ver con las palabras. A menudo habla de la influencia de Beckett, autor que ley¨® por primera en la adolescencia, pero adem¨¢s hay un esp¨ªritu l¨²dico en su trabajo que recuerda a los grandes cuentistas latinoamericanos. "A Borges le le¨ª en la universidad y me gust¨® su extra?a imaginaci¨®n", asegura escueta.
Cuando habla de su trabajo como traductora Davis se refiere a autodefinidos y crucigramas, y se define como "perfeccionista". Algunos de sus narradores hablan de la furia que les impulsa a escribir o de lo complicado y fatuo que puede resultar este esfuerzo de poner las cosas sobre papel. "Observo a la gente y a las cosas y tambi¨¦n a mi misma. La escritura te permite coger distancia y me ayuda a entenderme", dice. "Si escribes sobre una situaci¨®n muy emocional encuentras un cierto patr¨®n, pones orden. Me gustan los patrones en el comportamiento y en la vida". Dice que "el material" dicta el tono y la forma de sus cuentos. Esta materia prima puede surgir a partir de un plato con vaho que cubre la polenta, de pensar en amigos aburridos o de tener que decidir que comida preparar para dar una cena. Sus ¨²ltimos proyectos incluyen un serie de relatos construidos a partir de extractos de la correspondencia de Flaubert y un peque?o libro sobre las vacas que observa desde la ventana de su cocina.
Por debajo del amplio abanico de formas que cobran sus escritos -relatos-flash dicen algunos, ella habla de cuentos "muy, muy cortos"- subyace una aguda e ir¨®nica mirada sobre temas como la maternidad, la muerte de un ser querido, los celos, las discusiones y la conducta obsesiva a la que puede llevar el amor. "Ya no escribo sobre broncas porque creo que agot¨¦ todo el material, pero siempre arranco a partir de cosas que tienen poco que ver con la escritura, tienen m¨¢s que ver conmigo".
Desde los 12 a?os guarda un diario, tambi¨¦n tiene cuadernos de viaje y echa mano de cualquier trozo de papel si hay alguna observaci¨®n que no quiere olvidar, incluso cuando conversa con su esposo, que le toma el pelo por ello. En el umbral de la puerta se despide y hace entrega de una bolsa con galletas para el camino de vuelta, tal vez un buen principio para un cuento.
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