?Y qui¨¦n administra la indignaci¨®n?
Hay gente que se ha indignado con los indignados. Juzgan la protesta contraproducente porque el PP ha barrido en las elecciones, al tiempo que consideran desquiciado un pa¨ªs en el que la izquierda toma las calles, mientras la derecha llena las urnas. No han entendido nada. La protesta de los indignados no es la causa del batacazo del PSOE, sino la consecuencia. Situados ante la disyuntiva de ratificar las pol¨ªticas antisociales del PSOE o las que har¨¢ el PP, los ciudadanos han contestado que un recorte es un recorte es un recorte...
La reclamaci¨®n de una regeneraci¨®n democr¨¢tica no es despreciable, desde luego. Pero seamos sinceros: cu¨¢nto mejor soport¨¢bamos la corrupci¨®n y la falta de democracia interna en los partidos cuando ten¨ªamos trabajo y un estatus razonable. Si los ciudadanos han clamado contra el bipartidismo es porque no ofrece alternativas reales en pol¨ªtica econ¨®mica. Y el PSOE no solo ha fracasado en ojear su presunto pedigr¨ª socialdem¨®crata, sino que ha impulsado las reformas de signo neoliberal: at¨¦monos los machos porque esto reduce su margen de cr¨ªtica desde la oposici¨®n. Algunos potenciales votantes socialistas se han quedado en casa o se han decantado por otro partido (de ah¨ª la subida de IU y UPyD) mientras los m¨¢s animosos marchaban a la Puerta del Sol. El peor resultado de la historia del PSOE no se debe a un voto masivo al PP -que ha cosechado solo un tercio del mill¨®n y medio de sufragios perdido por el PSOE-, sino a que el amplio sector ciudadano con preocupaciones sociales ha visto c¨®mo Zapatero desertaba de la inspiraci¨®n socialdem¨®crata para encarrilarse por las v¨ªas del economicismo estrecho, el mercado sin ataduras y la irresponsabilidad de los poderes econ¨®micos y financieros.
Si el PSOE no actualiza la socialdemocracia, la derecha volver¨¢ a ganar en las urnas y las calles a hervir
El Movimiento 15-M, por el contrario, nos obliga a pensar pol¨ªticamente, como quer¨ªa Tony Judt. Algunos han tratado de encontrar en los miles de carteles de Sol un programa, cuando lo que sale de all¨ª es un aullido. Es el grito de quienes ven encanijarse su condici¨®n de ciudadanos en una democracia autosatisfecha. Se trata de una realidad que discurr¨ªa de forma subterr¨¢nea y ha sacado a la luz el 15-M, pero que no se agota con estas elecciones ni lo har¨¢ con las del a?o que viene. Intuyo que estamos viviendo el inicio de una serie de revueltas que sacudir¨¢n toda Europa durante a?os.
Los gritos de los indignados se han etiquetado r¨¢pidamente con la ¨¦pica revolucionaria, pero reclamaban eso tan reformista que la izquierda oficial ha soltado como si fuera un pesado lastre: el ideario socialdem¨®crata, seg¨²n el cual el problema no es individual, sino colectivo; la pol¨ªtica debe definir el marco jur¨ªdico, social y econ¨®mico en que se desenvuelve la actividad del mercado y no a la inversa; y la funci¨®n del Estado no es proporcionar a los banqueros los medios para hacerse m¨¢s ricos, parafraseando a Keynes, sino impartir algo de justicia en las relaciones econ¨®micas. Mientras los partidos de izquierda se muestren temerosos de defender ese discurso, lo har¨¢ la calle.
Y lo har¨¢ con todo sentido. Porque afirmar que la derrota del PSOE se debe a la crisis encierra una de las contradicciones pol¨ªticas m¨¢s gloriosas de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Una crisis provocada por la codicia financiera y la burbuja inmobiliaria -sendos fracasos del mercado- deber¨ªa haber desembocado en una deslegiti-maci¨®n de los postulados neoliberales, un discurso que explicara las causas de la crisis y se?alara a los responsables, adem¨¢s de no avergonzarse de pedir nuevas regulaciones para evitar futuras crisis. Sin embargo, ha ocurrido lo contrario: los mercados han renovado sus ¨ªmpetus al asumir los gobernantes con toda naturalidad sus exigencias. Con asombro, hemos visto al ministro Jos¨¦ Blanco de gira para vender el stock inmobiliario espa?ol, en lugar de trabajar por el derecho de los espa?oles a una vivienda consagrado en la Constituci¨®n. Por no hablar de ese atribulado Papandreu al que solo le falta poner en venta a Zeus y todos los dioses del Olimpo.
Mientras toda la ambici¨®n pol¨ªtica de la izquierda oficial consista en hacer m¨¦ritos con el d¨¦ficit para parecerse a la derecha, sus votantes contestar¨¢n como lo han hecho en estas elecciones: no con mi voto. A menos que recupere y actualice -es decir, globalice- el discurso socialdem¨®crata, la derecha seguir¨¢ ganando en las urnas y las calles hervir¨¢n. Se cuestionar¨¢ la propia democracia, como hemos visto, porque si no hay alternativas econ¨®micas, la elecci¨®n que se ofrece a los ciudadanos es, en efecto, ficticia: una triqui?uela semejante a la que se le hace a un hijo adolescente cuando se le pregunta si quiere comer con los abuelos el s¨¢bado o el domingo, para que crea estar eligiendo algo, cuando en realidad le estamos imponiendo una pesada reuni¨®n familiar. Si los mercados no est¨¢n controlados por el poder democr¨¢tico se hurta a los ciudadanos el autogobierno en asuntos econ¨®micos, los fundamentales. Por eso han estallado: no quieren compartir mesa con esos voraces abuelos de los mercados y encima pagarles el fest¨ªn, pero no encuentran a nadie que administre su indignaci¨®n.
Irene Lozano es periodista y escritora.
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